ABORTO: ¿CÓMO SE EXPRESA EL AMOR DE JESUS? 25 Julio 2017

Compleja interrogante que obviamente no resolvemos aquí. Solo pretendemos aportar a esta conversación. Andrés Opazo aborda el carácter de la discusión y qué lugar ocupa el drama humano de la mujer que se decide a interrumpir su embarazo. Interpreta la declaración del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal. Se pregunta ¿Qué diría Jesús hoy? Rodrigo Silva reúne dos o tres elementos sobre el tema. La visión de un párroco, la carta del obispo de Rancagua, publicada en El Mercurio este martes y presenta el texto completo del Comité Permanente. La visión de los obispos.
Finalmente, escribe una breve nota sobre la fragilidad de la vida y el eventual llamado a la muerte. ¿Cómo saberlo?
Temas para debatir en profundidad y para robustecer la conversación social. Hasta la próxima.




LA MORAL Y EL MORALISTA

En esta página no me referiré al aborto en cuanto problema ético, sino más bien al nivel de la discusión acerca de su despenalización. Llama mucho la atención que la derecha chilena haya votado en bloque en contra, es decir, haya coincidido en la confirmación de una ley dictada en los últimos días de la dictadura, que termina con el aborto terapéutico antes vigente, y penaliza a la mujer y al médico involucrados. ¿La mueve una verdadera convicción moral, o más bien una intencionalidad política? Cuesta creer que no haya ningún parlamentario de derecha de pensamiento liberal, y que todos se reconozcan en el conservadurismo eclesiástico. ¿Tanto habrá cambiado Chile?

Pero no intentaré aquí un análisis de esta singular cuestión sociológica; prefiero posar la mirada en este debate, preguntándome por el lugar que allí ocupa el drama humano de la mujer que se decide a interrumpir su embarazo. Y deseo hacerlo a la siga de Jesús. En efecto, el capítulo 8 del evangelio de San Juan nos habla de una mujer sorprendida en adulterio que es llevada ante Jesús previo a su lapidación. Mientras resuenan las acusaciones y se urge la aplicación de la ley, Jesús traza círculos con su dedo en la arena. Ahora diríamos que “no está ni ahí”. Y cuando le preguntan derechamente por su parecer, responde: “el que esté libre de pecado que lance la primera piedra”. Los acusadores se retiran comenzando por los más viejos, mientras Jesús dice a la mujer: “nadie te ha condenado, yo tampoco te condeno, no vuelvas a pecar”.

Resulta evidente que Jesús no se sitúa en el campo de la ley y de la moral vigente, sino en el de la comprensión y la misericordia, algo medular para nuestra fe cristiana. En vez de desenfundar todo el peso de la ley, deberíamos atender a la persona y pensar en su bien. El teólogo José Ignacio González Faus hace notar la diferencia entre lo que es moral y lo que es hacer el bien. La moral impone, mientras la bondad seduce; la moral obliga, la bondad facilita; la moral exige, la bondad atrae; la moral condena, la bondad no juzga; la moral “engola” a quien la guarda, mientras que la bondad vuelve humilde a quien la ejercita.

Al reflexionar de esta manera, estimo que los máximos representantes de la Iglesia chilena no parecen tan sensibles al llamado a hacer el bien en toda circunstancia. Por el contrario, descalifican con una ligereza un tanto agresiva la actual iniciativa de despenalizar el aborto en tres causales, consideradas justamente en razón de su densidad humana. En vez de tratar de comprender, imponen una obligación absoluta, un absoluto ético; en vez de bondad y misericordia, optan por el castigo o la penalización. Es lo que reza el comunicado de los obispos.

No obstante, y dado que el aborto existe y es practicado en forma clandestina por mujeres sin recursos económicos, sería mucho más sensato regularlo como lo pretende el proyecto, y abstenerse de una condena sin matices, totalizante y genérica. Ello atenta contra más del 70% de la población chilena que aspira a levantar ese castigo a las mujeres. En paralelo, y como ciudadano y habitante de un mundo plural, me duele que los obispos chilenos pretendan imponer sus propias consideraciones no sólo a la conciencia de los católicos, sino a todos los chilenos a través de una ley del Estado. Aunque pueden expresar sus opiniones como todo ciudadano, ya no es tiempo para tales imposiciones. Además, sorprenden al sentido común con argumentos rayanos en el sofisma; siembran la división entre los que están por la vida y aquellos que supuestamente están en contra, entre los buenos y los malos. Y ello a pesar de que el Papa Francisco abogue por una cultura del encuentro. Insisten en que toda interrupción del embarazo, aún en las primeras semanas, es un asesinato. Me extraña, pues, que formulen sentencias tan contundentes sin otro fundamento que su propia creencia, y que no dispongan de antenas para captar el sentir de la gente. Yo esperaría un razonamiento más serio.

La situación me lleva a preguntarme sobre el significado y las implicaciones de lo que entendemos como ética Sabemos que ella consiste en poner al ser humano al centro de toda consideración, y no tratarlo nunca como instrumento para otros fines. Y que existe una “ética mínima” que regula nuestra convivencia como ciudadanos, cualesquiera sean nuestras creencias; y que ésta es diferente de una “ética de máximos”, como el consejo de amar al prójimo como a sí mismo, que no es obligación legal sino invitación. Hablamos también de moral, del latín “mores” que significa costumbre, una connotación que añade una cierta carga social a la idea de moral, algo que debería tomarse en cuenta en el uso del término. Pero esta problematización abre paso a otra discusión.

Algo muy distinto es lo que sucede en el caso del típico moralista. En cuanto tal, éste no se caracteriza por ajustar su vida personal a principios morales, como todo hombre de buena voluntad, sino por acusar incumplimiento y agitar sus propias convicciones ante las narices de los demás. Lo que define al moralista es, pues, la imposición de todo el rigor moral a los otros. No se vuelca principalmente hacia sí mismo, sino que se esmera en formular juicios condenatorios. No está en la cabeza del moralista el hacer el bien. Permanece frío e inhumano, ignorante de la situación padecida por el supuesto pecador. Carece de bondad y de misericordia.

Volviendo al tema que nos ocupa, creo que cuando la interrupción del embarazo acontece por razones anidadas en la conciencia personal, no parece ni razonable ni humana la reacción del moralista que exige castigo. ¿Qué diría Jesús si hoy, como cuando le trajeron a la mujer adúltera, se solicitase su opinión?

Andrés Opazo



¿TOLERANCIA O DESCALIFICACIÓN?

En la misa de once de la mañana de este domingo 23 de julio, en la parroquia San Juan Apóstol de Vitacura,  en medio del Evangelio de San Mateo “ … El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente … “, el sacerdote Osvaldo Fernández de Castro, párroco y secretario adjunto de la Conferencia Episcopal, se dio tiempo para hablar algo de la ley que permite la interrupción del embarazo en tres causales, de reciente discusión en el Congreso. Dijo que era legítimo tener diferencias y discutirlas, que eso enriquecía. Y que la verdad no es una sola. Es decir, mostró amplitud y señaló un camino de análisis y de respeto. De tolerancia por la diversidad. Y al final, luego de la bendición recomendó leer el documento que publicó el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal, emitido el viernes 21, con el título “Con más fuerza que nunca, promovemos el valor de la vida”.

Entre tanto, Monseñor Alejandro Goic, Obispo de Rancagua, en carta al diario El Mercurio,   publicada este martes 25 de julio, titulada “Democracia fundada en valores”, a propósito de la discusión de la ley en el Congresos, sostiene que “las iras extremas son una señal que no podemos dejar inadvertida. Jurar las penas del infierno a quienes aprueban despenalizar el aborto es tan irrespetuoso como aplaudir y festejar un proyecto que, por más que busquemos disfrazarlo, cuesta una vida humana.

“Pareciera que no hemos aprendido lo suficiente. Hace 40 años a la Iglesia le tocó ser amparo y refugio para quienes la dictadura consideró "descartables" (palabra que ha acuñado el Papa Francisco). Les refugiamos y presentamos recursos judiciales para garantizar su vida y sus derechos. No les preguntamos si estaban bautizados, ni si eran conservadores o progresistas. Ahora nos tocará dar lo mejor de nosotros para ayudar a quienes optan por la vida y también a quienes hacen una opción distinta.

“Una Iglesia que no discrimina, fiel a Jesús el Señor, ha de ser fiel a su misión amparando a otros descartables de hoy: adultos mayores, inmigrantes, mujeres agredidas, menores de edad abusados, pueblos originarios despojados, personas con enfermedades crónicas, todos los vulnerables, los pequeños y predilectos de Jesús.”

La escribe como un simple ciudadano de la patria.

Lo hace a diferencia del documento del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal  que reproducimos íntegramente a continuación:
1.       El Congreso Nacional está concluyendo la tramitación de la iniciativa que despenaliza el aborto en tres causales. Más allá de los trámites pendientes y de los  posibles recursos ante el Tribunal Constitucional, el proyecto de ley aprobado nos parece un retroceso que instala y legitima en la sociedad chilena una discriminación injusta hacia seres humanos indefensos, cuya vida el Estado está llamado a garantizar y proteger. No consideramos que este proyecto de legislación constituya una respuesta humanizadora y civilizadora frente al drama mayor que viven las mujeres en las situaciones límite que las causales refieren. En vez de desplegar los mayores esfuerzos por ambas vidas humanas igualmente dignas –la de la madre y la del hijo que espera, ahora en Chile habrá niños y niñas considerados “descartables”, como ha llamado el Papa Francisco a todos los seres humanos que la sociedad margina porque “incomodan” o porque no son considerados dignos de vivir.
2.       Con dolor constatamos la evidente contradicción con una ética fundada en el ser humano en cuanto imagen y semejanza de Dios, en el valor irrenunciable a la vida y en la dignidad de toda persona desde su misma concepción. Por esto, nos duele más aún las argumentaciones y la votación en favor de estas iniciativas de parlamentarios que se declaran cristianos. Ya en nuestro mensaje del 25 de marzo de 2015 habíamos dicho: “No matar deliberada y directamente al inocente es un absoluto moral cuyo reconocimiento y protección resulta indispensable para la vida en comunidad” (“El derecho humano a la vida, a una vida digna para toda persona”, n.º 7). Promover y cuidar la vida, desde su gestación y durante todas las fases de su desarrollo hasta la muerte natural, es un valor fundamental para todo ser humano que tiene conciencia de la igual dignidad de todas las personas, más aún cuando es creyente. Por eso, reconocemos y valoramos muy positivamente las opciones y acciones de los que han hecho todo lo posible para que se resguarde la sacralidad y dignidad de la vida humana desde las organizaciones de la vida civil y, en particular, la de los congresistas que han sido coherentes con su fe, aún en medio de la crítica o la incomprensión.

En un momento en que necesitamos recuperar las confianzas, las autoridades políticas son las primeras llamadas a testimoniar coherencia entre las convicciones éticas que proclaman y el actuar público que desarrollan.

3.       Como Iglesia somos respetuosos de la actuación de los poderes del Estado en el contexto de la democracia. Con transparencia hemos ofrecido nuestra mirada en todas las instancias pertinentes, a través de personas e instituciones que seguirán trabajando en favor de la vida. Ante cada drama humano, los católicos continuaremos proclamando el amor infinito de Dios, que en la resurrección de su Hijo Jesucristo nos brinda la fuente de nuestra promoción de toda vida humana y de su dignidad. Renovados en esta esperanza, sigamos sirviendo con alegría a los más vulnerables, a los más pequeños, a los que no tienen un lugar en la mesa de Chile. 

Rodrigo Silva



FRAGILIDAD

Pablo es hijo de Clemencia y sobrino “del Tote” (Jorge). Pablo está triste. Jorge está furioso, después de setenta y cinco años vitales e intensos. Pablo estuvo con él el fin de semana. Jorge no habla, solo se enrabia. Intenta moverse y con sus ojos expresa su impotencia y desesperanza. No se sabe cuánto entiende. ¿Mucho, poco? Pablo me dice que es lo peor que le pudo haber pasado. Ha sido un hombre fuerte, intenso, inteligente, incluso avasallador. Son sus palabras.  Un sibarita como él, alimentado por una sonda.
Jorge sabe de cuadros críticos. Toda una vida en el hospital operando a pacientes en situaciones extremas y en otras también.  Hoy es él en una de ellas. Sin mucho que hacer luego del derrame cerebral de algo más de veinte días. Al comienzo sus colegas, los médicos, muchos de los cuales ayudó a formar, pensaron que moriría en horas. Que no tendría reacción alguna. Pero pareciera que lenta, prolijamente ha avanzado en una lucha inconsciente por la vida que él conoce tanto como la muerte. ¿Cuántas veces la habrá tenido en sus manos? ¿Cuántas veces habrá abofeteado a la guadaña? Quizá en este momento esté deseando que lo parta en dos. Deseando que resuelva lo que él no puede hacer.
Para él es la peor manera de vivir y de morir. Lo dice Pablo, bastante más delgado. Estoy con un cambio de dieta. Estudié los antecedentes familiares y analicé mis riesgos. Leí mucho en estos días y encontré un camino muy razonado. Me siento mucho mejor. Estoy equilibrado. Duermo como una guagua. Pablo todo lo razona. Todo lo estudia.
¿Hasta cuándo estarás así Tote, peleando por tu salvación, si es que la tienes, o por tu muerte, si es que la necesitas y la llamas a gritos?  

Rodrigo Silva

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