JESÚS, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

¿A quién pertenece Jesús de Nazareth? Andrés Opazo en la entrega de hoy sostiene que Jesús es patrimonio de la humanidad. Y sostiene que “ la marcha del mundo cambiaría si el “reino de Dios” se convirtiera en el eje vertebral de las culturas, las políticas y las religiones.
“Hay quienes se aventuran a decir que, tal vez, estamos viviendo el final de una religión cristiana muy condicionada por la cultura helénica y el derecho romano, pero estamos en el pórtico de un desarrollo nuevo del movimiento de Jesús en los próximos siglos. Jesús podría constituirse en el “alma” del mundo globalizado que ya se articula en el tejido social y económico actual, pero que podría llegar a ser mucho más humano e inspirado en una genuina esperanza.”

Y Rodrigo Silva, a propósito de escándalos, abusos y encubrimiento se pregunta qué hacemos. ¿Nos vamos todos de la iglesia? ¿Abandonamos nuestra fe por la negligencia de varios, por las defensas corporativas o seguimos creyendo que una nueva iglesia es posible? Su texto apunta al dolor y la forma cómo se pronto se relativizan las conductas y los juicios con el paso del tiempo.

Como siempre nuestras páginas apuntan a compartir un diálogo fecundo, a enriquecernos y generar debate.


JESÚS: PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

Hace bastante tiempo leí una entrevista al teólogo José Antonio Pagola sobre el acontecimiento de Jesús, de la que tomé apuntes que aún conservo. Esto me permite compartir algunas ideas que pueden ser fecundas en el momento de crisis y desprestigio de la institución que se reclama de su persona: la Iglesia Católica.

Pagola se propone como objetivo de su exposición, el de presentar a Jesús de Nazaret en diferentes dimensiones: la de ser testigo e impulsor de una manera nueva de entender y de vivir la experiencia de Dios, confiriendo de este modo un nuevo sentido a la religión misma. Pero la religión al modo de Jesús, implica de por sí una nueva comprensión de la convivencia humana, además de acarrear una responsabilidad en la tarea de construcción del mundo.

Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios, pero nunca explica en qué consiste. Lo que hace es sugerir, con un lenguaje poético, cómo actúa Dios y cómo sería el mundo si hubiera gente que se inspirara en él para vivir y organizar la vida en sociedad. Podemos decir, entonces, que el “reino de Dios” es la vida tal como la quiere construir Dios.

Y José Antonio Pagola propone ciertos puntos básicos que se derivan de la idea de un Reino de Dios, tal como ella se refleja en la enseñanza y en la práctica de Jesús. Se trata, en primer lugar, de la compasión como el principio que rige su actuación. Esta compasión va de la mano con el reconocimiento de la dignidad de los últimos de este mundo; es una meta siempre presente. Esta visión se vuelve concreta en una actuación terapéutica asumida como programa. Y finalmente, esta orientación terapéutica se proyecta en el horizonte como perdón y reconciliación.

Dos mil años nos separan de Jesús, pero su persona y su mensaje siguen atrayendo a hombres y mujeres. El paso del tiempo no ha logrado borrar su huella seductora ni apagar el eco de su palabra. Hoy, cuando las filosofías y las religiones, las ideologías y las políticas, los cultos y las iglesias experimentan una crisis profunda, la figura de Jesús no está en crisis. Su persona y su mensaje siguen ahí llamando a una vida más digna, dichosa y esperanzada para todos.

Pagola, él mismo investigador y especialista en temas bíblicos, es testigo de un hecho reciente: Nos dice que en estos últimos años comienza a escucharse entre los investigadores de Jesús un lenguaje nuevo. He aquí algo que se percibe y se comenta en ámbitos no cristianos. Jesús no pertenece sólo a los cristianos, es “patrimonio de la humanidad”, lo mejor que ha dado la historia; sería una tragedia si cayera en el olvido. Jesús no sólo ha señalado la senda hacia una nueva forma de vivir la religión, sino que ha inaugurado una nueva era. Nunca ha producido la historia un “símbolo tan poderoso” para transformar el mundo como este del “Reino de Dios”. La marcha del mundo cambiaría si el “reino de Dios” se convirtiera en el eje vertebral de las culturas, las políticas y las religiones.

Hay quienes se aventuran a decir que, tal vez, estamos viviendo el final de una religión cristiana muy condicionada por la cultura helénica y el derecho romano, pero estamos en el pórtico de un desarrollo nuevo del movimiento de Jesús en los próximos siglos. Jesús podría constituirse en el “alma” del mundo globalizado que ya se articula en el tejido social y económico actual, pero que podría llegar a ser mucho más humano e inspirado en una genuina esperanza.

Efectivamente, cabría hacerse la pregunta sobre cómo podría ser la vida diaria de todos, si, en las Naciones Unidas, en el gobierno de Chile, en la economía nacional y mundial, en el Vaticano, en la actuación del Papa y los obispos, en cada uno de nosotros, en la familia, en el trabajo y la comunidad…, si todos nos jugáramos por los cuatro principios arriba señalados, como ejes de la idea de Reino de Dios. A saber: la compasión, la dignidad de los últimos, la actuación terapéutica como programa, y todo ello con el perdón en el horizonte.

Es posible que la actual Iglesia, o la actual forma de ser Iglesia, esté llamada a desaparecer. Pero debe nacer otra forma de ser iglesia, purificada y renovada que aún no conocemos. Lo será sólo en la medida en que los cristianos retornemos a Jesús de Nazaret y su noción de Reino de Dios.

Andrés Opazo


DOS RENATOS. CUESTIÓN DE FE

¿Cómo se demuestra la fe? A través del servicio a los demás, en especial a los más débiles y desvalidos. Se demuestra con nuestros actos. Así más menos lo decía Benito Baranda, director de América Solidaria y exdirector del Hogar de Cristo, en una reciente entrevista radial. Y me hizo mucho sentido. Él trabajó al menos ocho años directamente con el fallecido cura Renato Poblete. Todo lo dicho sobre Poblete se resume en el desgarrador relato de la teóloga Marcela Aranda, profesora de la Pontificia Universidad Católica. Benito Baranda quedó mudo, al igual que su esposa cuando terminaron de ver/escuchar el relato de Marcela. Así lo dijo, como también la personalidad disociada del cura. ¿Y nadie lo supo, nadie se dio cuenta? El no. Otros quizá sí. Es posible, pero una figura de ese “calibre” al parecer no podía ser juzgada. Lo mismo que pasó en otra dimensión con Karadima. Mucho “aporte”, mucha “figura” como para cuestionarla. Y liego de ver y oír el testimonio de Marcela Aranda, me quedo perplejo, sobre todo con lo que ella califica como su destrucción total, luego de ocho años, de violencia, humillaciones, violaciones y trs abortos.

¿Encubrimiento, conveniencia, silencio corporativo esperando que la tormenta se debilitara hasta desaparecer? Todo se desvanece menos el ímpetu de laicos y religiosos que exigen transparencia, verdad, reparación y cambios profundos en la forma de ser y hacer iglesia. La credibilidad se pierde, las iglesias no se repletan, más bien lo contrario, las misas se suspenden porque faltan sacerdotes. Y ahora también fieles. Las vocaciones disminuyen.  Frédéric Martel, periodista y escritor francés, en su reciente libro Sodoma, sostiene que una de las razones que explicaría el desinterés por ingresar a la institución es el reconocimiento creciente de las comunidades LGBT en diversas partes del mundo. Los homosexuales no tendrían para qué refugiarse en la iglesia. Sus espacios hoy son muchísimo más amplios. Un elemento para analizar aun cuando el libro apunta al doble discurso y la hipocresía de la iglesia. A la feroz lucha entre conservadores y progresistas. A la dicotomía entre prédica y práctica.

Renato Poblete claramente tenía fe, pero a la vez era un perverso. La denunciante lo asegura con su testimonio. Aun así, el ex jesuita Renato Hevia, diría que Poblete si bien no era un santo, tampoco era un “psicópata ni un pervertido sexual ni un sádico”. Claramente no le cree a la víctima. Y hay quienes sostienen que habrá nuevas revelaciones y denuncias en las semanas venideras. Veremos. O escucharemos, como ocurrió con Jaime Concha, uno de los denunciantes del caso maristas en Chile. Calificó al obispo Celestino Aós, administrador apostólico de Santiago como un hombre altanero, poco empático, una “muralla infranqueable”. Lo dijo hace una semana luego de una reunión en la que el obispo, en una entrevista previamente acordada, no les habría mirado a la cara y habría estado permanentemente preocupado de su agenda y su reloj. Incluso más, Concha se atrevió a decir que el sacerdote maltrataba a las personas que trabajan con él. Cuesta creer que un hombre recientemente nombrado por el Papa, 23 de marzo, para “ordenar la casa” tenga este comportamiento. Pero ¿por qué dudar del denunciante?

¿Qué hacer en este panorama de descrédito con una iglesia que está en el suelo? ¿Qué está haciendo la jerarquía? ¿Qué hacen o pueden hacer las comunidades que conviven con sacerdotes o religiosas identificadas plenamente con sus realidades?

Paréntesis. Me sorprendieron las declaraciones de Renato Hevia (Sábado, El Mercurio, 18 de mayo de 2019). Creí entender que los sacerdotes (¿varios, algunos?) incumplen sus votos. Los que declaran y aceptan. Además, relativiza lo que ocurría en la iglesia hace veinte o treinta años y lo que ocurre ahora. Dos secretarias le dijeron que Poblete las había besado en la boca, pero él pensó que era su forma de expresar cariño, como quien te toca la mejilla con cierta dulzura. Relativiza, porque ha pasado tanto tiempo y ahora se podría creer porque son otros estándares, Pero,  por favor. En fin. Sorprende. Choca.

¿Qué hacemos? ¿Nos vamos todos de la iglesia? ¿Abandonamos nuestra fe por la negligencia de varios, por las defensas corporativas o seguimos creyendo que una nueva iglesia es posible? Me pregunto. Y no me voy del templo. Sigo yendo aun cuando claramente me gustaría que el párroco abordara la realidad actual y fuese autocrítico. La toca de soslayo, como si el tema fuera de otros. Que estuviera lejos. Luego intento participar. Lo hago a través del canto. Y siento que la acogida es tenue. Todos se declaran partidarios de la forma, pero no responden al fondo. Pero insistimos. Ofrezco mi participación en otros temas. Con más fuerza participo en mi comunidad. Reflexionamos nuestra fe. La hacemos cada vez más consciente. Estoy pendiente de servir a los demás. Seguro que en pequeña escala, pero lo hago y me lleno de amor. Y rezo. Oro. Trato de fortalecerme. Y cuando veo y escucho a una mujer como Marcela Aranda o antes a James Hamilton, siento indignación e impotencia, pero al mismo agradezco su coraje porque nos impulsan y nos dan valor.

Rodrigo Silva 

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