LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO

Confiamos en que todos los miércoles por la mañana, cada uno de ustedes recibirá una nueva entrada de este blog. Hoy estamos centrados en la resurrección de Jesucristo, ese misterio que constituye el eje central de nuestra fe. Con diversas miradas, nos parece que los textos ayudan a una reflexión mayor. Concluimos esta entrega con un generoso texto de Ernesto Moreno, quien con su esposa María Angélica son los nuevos integrantes de nuestra Comunidad. Para ellos nuestro agradecimiento y también para ustedes, por abrirnos un espacio de encuentro.


AL MODO DE JESÚS
89 años, el único hermano hombre de mi mamá, vive en una población. Me llamó hace un tiempo para venirse a nuestra casa en Paine, a pasar unos días de descanso. La Juanita que trabaja con nosotros, me pregunta y ¿sus hijos? Juani, le digo, es religioso.
Una semana de total relajo para él que vive de una manera muy elemental, de compartir nuestra vida e involucrarse en nuestras actividades, debates y conversas, traguito en mano.
Se me viene a la cabeza el texto del capítulo 6 del libro de A. Nolan que comentamos en la comunidad y “Los profetas son personas que alzan la voz”. No todos, Elías no alza jamás la voz, y no es necesario, su vida grita a toda voz. “Critican a su sociedad…” él no necesita criticarla verbalmente, basta su modo de vida, dónde vive, cómo vive, cómo se relaciona con los demás.

Sus valores e intereses están en Jesús, en los vecinos, en los enfermos. Fuera de este mundo y por eso interpela solo con estar a su lado. Hace que te preguntes qué es lo realmente importante. En qué debes fijarte, dónde poner el foco, mirar todo lo que te sobra y a otros les puede faltar. Te obliga a pensar en la tremenda injusticia, Cuestiona a fondo, en silencio.

Reza, lee, y se interesa por nosotros. Nos pregunta todo, quiere saber todo de todos … de los hijos e hijas, sus trabajos. Habla con la Juani, sale a caminar y conversa con un cabro que está cazando, su manera retraída hace pensar que está en otra, pero no, está atento a todo y entonces está realmente contigo. Yo muchas veces estoy con alguien y al mismo tiempo estoy pensando en otra cosa, o pensando en mí … Cuestiona a fondo, en silencio.
Quiere un mundo más justo, más solidario, y opta por estar entre los que sufren, ahí adentro, con ellos, vive su misma vida, se hace uno de ellos. Es abogado, pero optó por ser obrero, y dos veces fue a parar al estadio Nacional en aquellos años … solo porque era obrero … Cuestiona a fondo y en silencio.

Vive al modo de Jesús, vive su espiritualidad, vive encarnadamente el amar al otro como Él nos ama. Privilegio de semana, nos sirvió de preparación a la Semana Santa. Yo al menos vi en este tío a Jesús resucitado. Para mí eso es la Resurrección.

Laura Yáñez
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RESURRECCIÓN ¿SUEÑO DE DIOS?
Eduardo Galeano nos ofrece en su obra Memoria del Fuego un hermoso mito de los indios malkiritare sobre La Creación. Lo evoco esta semana al celebrar la resurrección de Jesús, el triunfo de la vida sobre la muerte; la victoria del amor sobre el odio o la indiferencia. Es el gran sueño de la humanidad, puesto que es también el sueño de Dios.

La mujer y el hombre soñaban que Dios los estaba soñando.
  Dios los soñaba mientras cantaba y agitaba sus maracas, envuelto en humo de tabaco, y se sentía feliz y también estremecido por la duda y el misterio.
  Los indios malkiritare saben que si Dios sueña con comida, fructifica y da de comer. Si Dios sueña con la vida, nace y da nacimiento.
  La mujer y el hombre soñaban que en el sueño de Dios aparecía un gran huevo brillante. Dentro del huevo, ellos cantaban y bailaban y armaban mucho alboroto, porque estaban locos de ganas de nacer. Soñaban que en el sueño de Dios la alegría era más fuerte que la duda y el misterio; y Dios, soñando, los creaba, y cantando decía:
  Rompo este huevo y nace la mujer y nace el hombre. Y juntos vivirán y morirán.
Pero nacerán nuevamente. Nacerán y volverán a morir y otra vez nacerán. Y nunca dejarán de nacer, porque la muerte es mentira.

Aquellos indios estaban ciertos de que lo más preciado de la vida era la alegría, la fiesta de la comunidad. Y ello era reflejo de Dios, el creador, que soñaba al hombre y la mujer mientras cantaba y agitaba las maracas; soñaba con comida y daba de comer; soñaba con vida y hacía nacer. Si bien de reojo avistaba la duda y el misterio, al final eran superados por la alegría.

Jesús anunció la venida del Reino de Dios, y lo comparó con la mayor alegría de los hombres de su tiempo, la fiesta de bodas, un banquete regado con abundante vino, ya que se desconocía el aroma del tabaco. ¡Qué coincidencia!

Nosotros soñamos a Dios, pues Dios nos soñó primero. Amamos, pues Dios nos amó primero. Y en ello va nuestra alegría plena. Nuestro sueño es el amor, la posibilidad de felicidad plena, que llegará cuando nuestra humanidad se halle reconciliada en el amor, como antes envuelta por el humo del tabaco. También, como los malkiritare, estamos locos de ganas de nacer. Aunque después venga la muerte y muramos una y otra vez. Porque la muerte es mentira.

Al hacer nuestra la resurrección de Jesús, más nos convencemos de que la muerte es mentira. Los bellos relatos del sepulcro vacío, de su aparición a María Magdalena y a sus discípulos, nos hablan alegóricamente de una muerte que se transforma en vida, en el cumplimiento del sueño de su Padre Dios. Hoy nosotros podemos mirarnos en Jesús para renovar su sueño de un reinado del amor, y de ese modo, hacer nuestros todos los sueños de los pequeños y postergados de nuestro mundo.

Andrés Opazo
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MI ENCUENTRO
Como nunca hoy tuve una sensación muy especial. Luego de la comunión sentí fuertemente la presencia de Jesucristo, fundido en mí. Ese flaco de carne y hueso, ese campesino de galilea, que murió horriblemente martirizado en la cruz, lo sentí en un verdadero encuentro. Cuando me senté en el banco de la iglesia y cerré los ojos, tuve la sensación de estar unidos en el mismo cuerpo y en el mismo espíritu. Nunca antes lo había vivido de la misma forma.

A medida que siento el crecimiento en el camino de la fe, en la búsqueda de espiritualidad, de ese estado que concilie mi espíritu en la relación con el mundo y con los demás, en ese camino, en esta Semana Santa que ha sido uno de los períodos más hermosos de mi vida, la resurrección ha estado en el centro de mis preocupaciones. ¿Resucitaré después de la muerte? ¿De qué forma? ¿Podré caminar por pueblos y ciudades y sentarme a la mesa de mis nietos ya adultos? ¿Me reconocerán? ¿Podré ir al Biógrafo, previa llamada a Carlos, desde el más allá o el más acá y reservar dos asientos en la fila D?

Jesucristo no se pasea por el Paseo Ahumada. No le ven entrar a la Parroquia  San Pedro y San Pablo en la Granja. Tampoco en Vitacura. Sin embargo, está en medio de la gente. Ellos sienten su presencia. Como yo la sentí al mediodía de domingo, tan especialmente. Como siento la presencia de mi padre en cada comunión, porque irremediablemente estoy con él. O en tantos otros momentos de mi vida, mi padre está conmigo, convivo con su presencia en mí. Es más que un recuerdo, más que la nostalgia, más que el deseo de verle con sonrisa contagiosa o en su tristeza por los conflictos permanentes con su mayor hermano, un hombre abusador y arrogante con mi padre. 

Jesucristo se ha transformado en un amigo cada vez más cercano, en la medida que leemos y reflexionamos los textos de algunos teólogos y pensadores que nos acercan su presencia. O a través de los evangelistas que entregan su palabra. O mediante las orientaciones a la reflexión que nos entrega cada vez con más sabiduría y sencillez Fernando Montes en los retiros del Colegio San Ignacio en El Bosque. O en la mirada luminosa, acogedora y sonriente de Karoline en las gradas del teatro municipal de Las Condes, con la que nos fundimos en un abrazo profundo. O a través de hechos cotidianos que vivimos con gente hermosa, o en la risa de nuestros nietos o en la belleza que cubre de rojo el atardecer. Allí está. Siempre está.

Siento que cada día que pasa, afortunadamente, a pesar de todas mis debilidades, aumenta mi fe. Percibo que la vida no terminará. Solo cambiará de estado.
Cuando pequeño, cuanto tomé conciencia de la vida, cuando caminaba agarrado de la mano   gigante de mi padre, los domingos en la mañana, no podía comprender que en un momento todo terminaría en un muro negro. Nos convertiríamos en la nada. No podía ser.

A María Magdalena no le creyeron que la piedra del sepulcro estaba corrida y que el cuerpo de Jesús no estaba allí. Tuvieron que venir los hombres para dar cuenta del hallazgo. Pero así fue. Jesucristo resucitó. Luego vendrían las evidencias, como las sentimos cada uno de nosotros, aun cuando no lo hayamos visto jamás en el estadio nacional cuando Chile ganó por primera vez la Copa América. Pero debe haber sido un hincha más.

Rodrigo Silva
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LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESÚS

Ante la muerte y ante la resurrección de Jesús que estamos celebrando en estos días podemos apreciar dos actitudes, ojalá no excluyentes, presentes en el mundo cristiano.
Ante la muerte.
La primera actitud tiene como ejemplo los versos de la Gabriela Mistral en su contemplación del Cristo del Calvario y su repercusión en la mirada de nuestros propios sufrimientos. Es una mirada de devoción individual (individualista) de una relación que se ve a si misma y a Jesús y solamente a Jesús y no más allá de Él. Empieza y termina en ellos: yo y Jesús. Es fruto de una primera aproximación a la historia tanto mía como la de Jesús de Nazaret.

En esta tarde, Cristo del Calvario, 
vine a rogarte por mi carne enferma; 
pero, al verte, mis ojos van y vienen 
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.


¿Cómo quejarme de mis pies cansados, 
cuando veo los tuyos destrozados? 
¿Cómo mostrarte mis manos vacías, 
cuando las tuyas están llenas de heridas?


¿Cómo explicarte a ti mi soledad, 
cuando en la cruz alzado y solo estás? 
¿Cómo explicarte que no tengo amor, 
cuando tienes rasgado el corazón?


Ahora ya no me acuerdo de nada, 
huyeron de mí todas mis dolencias. 
El ímpetu del ruego que traía 
se me ahoga en la boca pedigüeña.


Y sólo pido no pedirte nada, 
estar aquí, junto a tu imagen muerta, 
ir aprendiendo que el dolor es sólo 
la llave santa de tu santa puerta.

Amén.


La segunda tiene que ver con una ampliación de la primera en el sentido de ser la continuación o expansión de la encarnación de Jesús durante su vida terrenal. Jesús encarnado hoy y por siempre de acuerdo con lo que El mismo señala y que es relatado en Mt 25, 31-46 (Is 58,7). Jesús encarnado en los hambrientos, sedientos, inmigrantes, desnudos, enfermos y presos, en los pobres. Es la muerte prolongada de Jesús en cada sufriente. Mi historia entonces se enmarca en la historia de los sufrientes y yo soy parte de la comunidad de los sufrientes. Es una mirada solidaria y no individualista. Para identificarse con ella hay que mirar más allá de si mismo, pero sin perder la propia identidad de sufriente.

Ante la resurrección.
La primera, es una mirada de devoción individual (individualista) de una relación que se ve a si misma y a Jesús y solamente a Jesús y no más allá de Él. Empieza y termina en ellos dos. Es fruto de una primera aproximación a la historia tanto mía como a la de Jesús de Nazaret. Jesús resucitó y me resucita a mí, por lo que debo vivir como resucitado pareciéndome lo más posible a Dios, ser perfecto, guardar los mandamientos, no pecar, etc. El centro de la resurrección es Jesús y yo, que me apropio de su resurrección. Quizás es la postura de la Magdalena y Jesús le dice no me retengas…vayan a Galilea (de los gentiles), no al templo.
En la segunda, Jesús resucita en los hambrientos, sedientos, inmigrantes, desnudos, enfermos y presos, en los pobres cuando disminuyen o dejan de ser tales tanto en su individualidad como en su comunidad. Esto da origen a una acción individual, colectiva o política para expandir la resurrección a los que estaban sufriendo la muerte. Dar las condiciones de una vida plena para la comunidad de los sufrientes. Dar o favorecer las condiciones para que las mismas comunidades gestionadas desde ellas mismas expandan la vida resucitada de sus propias comunidades, que sean capaces de resucitar (liberar a todo el hombre y a todos los hombres) a sus hombres y a sus circunstancias de muerte. Cuando rescatamos a los pobres de su variopinta muerte, nosotros, y nuestra sociedad también, resucitamos con ellos. Nuestra resurrección pasa, ineludiblemente, por la resurrección de los sufrientes.
Como tarea de resurrección nos quedan, a modo de ejemplo:
800 millones de hambrientos en el mundo
47.000 presos en Chile…y…y…y…

Fernando Etchegaray 
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A LA COMUNIDAD “LA PALABRA NUESTRA” CON GRATITUD
Desde hace ya algunos años, a medida que he podido ir dejando espacios y tiempo, he estado llevando a cabo algunos estudios destinados a “re-mirar” mi fe, cuestión que a poco andar me pareció que era fundamental complementar con un intercambio con personas que estuvieran en una motivación similar. Claramente, en esta sociedad tan secularizada y caracterizada por una vorágine en el diario vivir, esto no era fácil de encontrar.
Pero, nuestro andar está lleno de recodos, en alguno de los cuales y “con la ayuda de arriba”, surge la oportunidad de concretar aspiraciones y búsquedas de nuestro yo más profundo. Y así fue como en el transcurrir de dos matrimonios de gente muy querida, se cruza esta querible pareja de Andrés con la Lali y, mitad impertinencia y mitad “esta es la mía”, le pregunto la posibilidad de integrarme a una comunidad que él tenía junto a otras personas desde hace algún tiempo. Su respuesta positiva y el hecho de que esta vez participaríamos juntos con la Angélica, fueron dos tremendos hitos en la génesis de esta nueva experiencia.
Desde ese primer encuentro en la primavera del 2016 hasta esta Pascua 2017 en que surgen estas líneas, Angélica y yo hemos tenido el privilegio de compartir quincenalmente con cinco mujeres y cuatro hombres, cada uno, obviamente, con sus especialidades, talentos y peculiaridades, pero en los que converge transversalmente su razonar inteligente y profundo, su calidez y humanidad y la sencillez en la búsqueda que nos une por sobre la pretensión intelectual autorreferente.
En un intento del cual no siempre estamos consciente y en una tarea  que sin duda nos llevará largo tiempo, hemos ido experimentando eso de que la razón también nos permite adentrarnos en los misterios de la vida y de la existencia, para lo cual el imperativo ha sido asumir el sentido sustantivo que tiene la razón, por sobre  su carácter claramente instrumental predominante en nuestra sociedad.
De una u otra forma comienza a hacernos sentido la fórmula de San Agustín “hay que entender para creer y hay que creer para entender”.
Si bien es cierto, en nuestro caso, esto recién está tomando impulso, lo cierto es que nos sentimos  especialmente motivados y entusiasmados en este peregrinaje, al final del cual siempre habrá algo bueno para nuestros más cercanos y para los otros ámbitos en que nos toca desempeñarnos.
No obstante, todo esto está siendo posible gracias a la acogida y características de los integrantes de nuestra nueva comunidad, de los cuales estamos profundamente agradecidos.

Ernesto Moreno

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