TEXTOS DE HOY. La Palabra Nuestra
Compartimos con ustedes una nueva entrada de nuestro blog. Una reflexión sobre una liturgia diferente, que no es una misa, pero que convoca a sus participantes y los hace sentir profundamente cristianos y seguidores del Evangelio de Jesús. Escribe Laura Yáñez. Luego un comentario de Andrés Opazo sobre la definición humanista y cristiana de la ex Senadora Soledad Alvear en una reciente entrevista en El Mercurio. Seguimos con un Autorretrato del Padre Esteban Gumucio, a dieciséis años de su muerte y, finalmente, reproducimos una conversación de Rodrigo Silva con la misionera belga Anita Goossens, hecha para la campaña Cuaresma de Fraternidad 2017, una activa mujer que superó la barrera de los ochenta y que se mantiene en una febril y permanente actividad, en su misión de vida.
LITURGIA DOMINICAL
COMUNITARIA
Los domingos nos juntamos en nuestro barrio campesino con
algunos vecinos a celebrar una liturgia en la que compartimos nuestra oración,
nuestros agradecimientos y peticiones por enfermos, por el país y por variadas
intenciones.
Este domingo fuimos a la casa de José Manuel, ya que estaba
su mamá de 94 años, que vive en Santiago y de vez en cuando nos acompaña.
Ella, bastante sorda, le pregunta a su hija: ¿Está por
empezar la Paraliturgia? ¡¡Linda ella!!
Qué moderna, porque a pesar de sus años es capaz de participar e integrarse a
una reunión poco convencional que no es misa. Para los que, como ella, fuimos
formados hace tanto tiempo, a fuego teníamos metido que uno de los mandamientos
de la Iglesia era IR A MISA TODOS LOS DOMINGOS.
Pero ella es de mente avanzada, entiende lo esencial de
nuestra liturgia y comienza con un comentario de alto vuelo:
“Doy gracias a Dios, porque al ver este grupo, me recuerdo de los primeros cristianos que se reunían a rezar, celebrar y compartir la vida”
“Doy gracias a Dios, porque al ver este grupo, me recuerdo de los primeros cristianos que se reunían a rezar, celebrar y compartir la vida”
Y también doy gracias.
Nuestra liturgia me ayuda a rezar, y ojo ¡me cuesta mucho!
Pero hacerlo en comunidad tiene sentido.
Nuestra liturgia me ayuda verbalizar deseos, necesidades, a
tener la humildad de pedir, y me hace tener esperanza.
Nuestra liturgia me ayuda a hacer consciente el mensaje de
Jesús, ese mensaje al que quiero adherir, ese mensaje en que hacemos vida
juntos, porque en comunidad es posible.
Nuestra liturgia no pretende ser el reemplazo de una
Eucaristía, pero el vivirla nos pone como a los primeros cristianos en el
meollo del Evangelio, con los valores y acentos en el corazón del principal
mandato de Jesús: Amen al Padre, así como lo hacen con sus hermanos.
Laura Yáñez
NI HUMANISTA NI CRISTIANA
Hace una semana apareció en el diario El Mercurio una entrevista a la personalidad
demócrata cristiana que es Soledad Alvear. Lo principal versaba sobre la
coyuntura política, pero también se abordó el tema del aborto, dado su
manifiesto compromiso con el conservadurismo católico opuesto a su despenalización.
Decía que condenaba el aborto en nombre de su humanismo cristiano. Entonces me
hice la pregunta: ¿es realmente humanista y cristiana su opción? Por supuesto
que no prejuzgo sobre la persona de Alvear, si ella es humanista y cristiana.
Sólo me atengo a su postura sobre el tema.
¿Es humanista tal postura? Lo sería si se valorara, antes que nada, la
dignidad de la persona humana, en su situación real y en sus posibilidades de
realización individual y social; y esto por sobre consideraciones ideológicas o
de doctrinas generales y abstractas. En nombre del humanismo, se supone, se
debería tratar como persona humana al embrión de escasas semanas. Pero ésta es
una cuestión no resuelta. La antigua escolástica se preguntaba si en ese
embrión habría ya un alma humana, pues ya existían distintas conclusiones al
respecto. La respuesta a esa pregunta no puede venir de la ciencia, pues ningún
microscopio es capaz de captar la presencia del alma. Por esto el tema es de
carácter filosófico y siempre conjetural. Para Santo Tomás de Aquino, el
embrión sería sólo “potencialmente” humano, pero no en su realidad actual
(según las categorías aristotélicas de potencia y acto). La Iglesia Católica fijó
doctrina muy tarde, al volverse más rígida debido a la controversia que
sostenía con el modernismo y el protestantismo. Sostuvo que el alma llegaba en
el instante de la unión del espermatozoide con el óvulo. ¿Será convincente esta
doctrina para la joven violada que decide abortar, movida por su angustia y
humillación? Lo realmente inhumano sería obligarla a cargar para siempre con un
hijo concebido por obra y gracia de una extrema violencia, y que le condiciona,
además, toda su vida y todos sus sueños. ¿Dónde quedaría el humanismo?
Por otra parte, el proyecto de despenalización del aborto no obliga a
nadie a abortar. Sólo persigue su despenalización. Y esto vale para el 80% de
las mujeres que se atienden en el sistema público de salud, pues las que poseen
recursos económicos abortan en clínicas privadas. La actual ley afecta, pues,
sólo a las mujeres que no pueden acceder a la medicina privada, por lo que, en
defecto de una salud pública habilitada, deben acudir a abortos inseguros que
les puede costar la vida. Despenalizar el aborto es, pues, una cuestión de
justicia. Que no haya delito sólo para las pobres. En contra de lo que dice la
señora Alvear, esto sí parece ser humanismo.
¿Es cristiana su postura? Diría en primer lugar que es bastante
aventurado calificarse a sí mismo de cristiano, sin más. Antes de emitir un
juicio al respecto, es preciso volver los ojos hacia Jesús, a su palabra y a su
vida. El nunca habló sobre el aborto, que ciertamente se practicaba en su
época. Sus inquietudes eran otras. Lo más característico suyo fue acoger a los
enfermos, a los descarriados, a las prostitutas, a los denigrados como impuros
por la ley judía. Jesús se plantó de cara frente a la ley. Si condenó el
divorcio legal, fue porque en su tiempo dejaba en la total indefensión a la
mujer. “Misericordia quiero, no sacrificios”. Y así ponía la vida humana por
sobre los preceptos religiosos. Criticó fuertemente a los fariseos por su obsesión
por la ley, y los calificó de hipócritas. “Ay de vosotros los legistas, que
imponéis a los hombres cargas intolerables, pero vosotros no las tocáis ni con
uno de vuestros dedos” (Lucas, 11, 46). Quizás sólo esta frase de Jesús en respuesta
a los fariseos, es suficiente para inspirar una posición cristiana frente al
aborto. La mayoría de las mujeres que deciden practicarlo, lo hacen sumidas en un
gran sufrimiento y duda. Se encuentran expuestas a una disyuntiva feroz, entre
la vida de un futuro hijo, u otros bienes legítimos de carácter personal o
familiar. Y la moral tradicional dice que al confrontarse dos bienes
excluyentes, sólo la conciencia está llamada a decidir.
Por lo tanto, ponerse en el caso de la mujer atribulada es más cristiano,
más evangélico, más acorde con la práctica de Jesús, que aplicar el rigor de
una ley inhumana. Es por esto que me causó desconcierto leer que Soledad Alvear
condenaba la ley de despenalización del aborto en razón de su humanismo
cristiano. Su postura, pues, no parece ser ni humanista ni cristiana.
Andrés Opazo
AUTORRETRATO
DE ESTEBAN GUMUCIO
Este sábado 6 de mayo se cumplen dieciséis
años de la muerte del Padre Esteban Gumucio sscc. Todos quienes le conocieron coinciden en que
fue un hombre extraordinario, profundamente comprometido con la vida y con sus
semejantes. Sus restos están en la Parroquia San Pedro y San Pablo, en La
Granja, que fundara y fuera su primer
párroco, a partir de 1965.
La iglesia chilena y la Congregación de los
Sagrados Corazones trabajan incansablemente en su proceso de beatificación y
canonización. Quien ha participado activamente en el caso, Enrique Moreno sscc,
actual Párroco de Diego de Almagro, me comenta que el proceso está en la “fase
vaticana”, luego de aprobarse la “fase diocesana” en Santiago de Chile. Cito a
Enrique. “En la fase vaticana se está
elaborando, en estos momentos, un documento llamado en latín Positio.
Este trabajo consiste en hacer una
completa síntesis de todo lo elaborado en la fase diocesana, a fin de
establecer que, efectivamente, el Siervo de Dios Esteban Gumucio vivió las
virtudes cristianas “en un grado heroico”. Cuando este trabajo esté terminado y
sea aprobado por la comisión respectiva de la Congregación Vaticana paras las
Causas de los Santos, Esteban será declarado Venerable. A partir de ese momento,
queda habilitado para ser beatificado, pero mediante un milagro acreditado por
el Vaticano.”
¿Cómo se veía a sí
mismo el Padre Gumucio, a través de su poesía”. Leamos AUTORRETATO. “No tenemos
precisión respecto de la fecha en que Esteban escribió “Autorretrato”, pero sí
una suposición, poco después de cumplir los 70 años de edad (1984)”, comenta
Enrique, profundo conocedor de su obra.
AUTORRETRATO
Tengo
un corazón de trovador
empapado
de cedros y leones.
Mamé
imágenes de la Biblia
y su
leche es sangre de mis venas
y
palabra de mis palabras.
Soy
viejo rey y niño pródigo,
Absalón
colgado de su melena
y
Moisés golpeando la peña4.
Mis
sendas iban todas dibujadas de viñas
y de
olivos e inmensos sicómoros
cuajados
de Zaqueos5.
Me
cargan Pilato y Heliodoro
y
Nabucodonosor, de cuatro patas
y de
cinco (como en el Museo del Louvre)6.
En mi
mano de hombre de ciudad
llevo
mangos de arado y semillas
y
dracmas encontradas debajo de la cama.
Mi
pan es ácimo,
pero
no dejaré morir la levadura
poderosa
y secreta.
Siento
el perfume de ovejas
y ese
olor a guano secular
que
acompañará siempre a su iglesia.
Converso
con los pastores y las noventa y nueve
y
también con la díscola del monte7 .
Tejo
lirios y suntuosas alfombras
para
el rey Salomón.
Mi
alma está llena de antesalas
con
vírgenes prudentes y necias
y
administradores que esperan impacientes a sus amos.
Me
parece que el maestresala
se da
humos de importancia dentro de mi corazón,
pero
creo que he escogido para siempre
el
papel preferente del samaritano
o de
la viuda que echa su moneda sin quedarse escuchando
lo
que puedan decir los mirones.
Salgo
a navegar en humildes barcas de pescadores,
y
dejo redes que quedan colgando vientos
y
tules de la reina de Saba.
4
Ver 2 Samuel 18, 9-15 y Éxodo 17, 1-7 5 Ver Lucas 19, 1-10 6 Ver Pilato: Mateo
27,11-26; Heliodoro: 2 Macabeos 3,1-40; Nabucodonosor: Daniel 4,1-34. Esteban
hace la analogía con los enormes toros alados de cinco patas esculpidos por los
asirios para ornamentar edificaciones monumentales en el s. VIIIº a.C. 7 Ver
Mateo 18,12-14. Para las imágenes siguientes ver: Lucas 12,27; Mateo 25,1-3;
Lucas 12,35-48; Juan 2,1-12; Lucas 10,29-37; Marcos 12,41-44 y Marcos 1,16-20
Rodrigo Silva
ANITA DE LA LEGUA Y DE JESúS
Anita
de la Legua de Jesús. Así se presenta. Porque ha seguido el camino de Jesús,
compartiendo su realidad, siendo parte de ellos y porque reconoce en La Legua
su lugar de pertenencia. Con más de cincuenta años en Chile, es una más de esta
realidad, de sus sufrimientos, necesidades y alegrías. Belga de nacimiento,
chilena de corazón y bondadosa y entregada por entero con las personas más
postergadas. Ella desde muy niña supo de su vocación y sus deseos. De sus
necesidades y convicciones. En las líneas que siguen cuento parte de su
historia.
“Una vez que uno sigue a Jesús,
automáticamente hay que salir a la calle, a la periferia como nos dice el Papa.
No hay otra opción. La misión es la vida misma, no es un tiempo. Y Anita es
eso. Nos interpela a entregar la vida con generosidad y alegría. Es siempre un
¿y qué haces tú?” (Donata Cairo,
Congregación Hermanas de Jesús).
Tomó la decisión de Jesús hace ya muchos años,
cuando creció en el marco de una numerosa familia católica. Ella, Anna Johanna Goossens
Roell, con los años se transformaría en “Anita
de Jesús de La Legua”, reflejando
dos de sus pasiones de vida. Porque vivir en La Legua por más de treinta años
la ha identificado profundamente y también marcado su vida. Así como para mucha
gente, ese barrio de la Comuna de San Joaquín se asocia a drogadicción,
narcotráfico y violencia, que las hay, para Anita es sinónimo de solidaridad. Por
eso considera que debería llamarse “La Legua Solidaria”.
Madre e hijo: Yolita y
Janito
Hace ya muchos años, en la década del noventa, una
madre le dijo con claridad al cura de la parroquia San Cayetano, en ese
entonces Mariano Puga, que la iglesia discriminaba. Así lo sentía porque su hijo con Síndrome de Down no podría
hacer la primera comunión. Seguro que quiso decir algo más. Que la sociedad en
su conjunto no ponía atención en los niños con discapacidad. Que no había o no
hay una institucionalidad para atenderlos. Para acogerlos y hacer de ellos
personas felices, con especialistas que compartan su realidad y les ayuden a
integrarse en diversos grados a la normalidad de la vida. Podríamos pensar que
fue mucho más que una crítica a la iglesia, aun cuando importante, porque ella
hubiese esperado de sus pastores una dedicación especial. El tema impactó, sobre todo por el desenlace.
Ambos morirían calcinados. El niño en la vivienda incendiada y ella tratando de
salvarlo. O me muero con él o lo saco, diría su madre. Me lo contó Anna Johanna
Goossens Roell, ya convertida en Anita, un día de noviembre de 2016, en su
casa. Ese episodio le daría una fuerza muy especial y la abocaría a una de las
pasiones de su vida, la acogida y atención a los niños con discapacidad, física
y mental.
Una llama que no se
apagará jamás
En el velatorio de ambos, el cura Puga revelaría la
historia completa. El impacto fue total y se transformó en una cruzada. Los
jóvenes de la Pastoral de la Parroquia dijeron “nosotros podemos realizar su
sueño”. Y con un grupo de jóvenes catequistas fuimos a los policlínicos para
averiguar las direcciones de los
discapacitados. Luego fuimos a sus casas. Las madres estaban felices porque la
iglesia se preocuparía de sus hijos.
Nuestra propuesta era clara. Que conocieran a Jesús,
que supieran que los ama, que descubrieran y sientieran su amor. Hicimos
dramatizaciones. Nos disfrazamos y luego ellos también. La Legua comenzó a
cambiar. Los niños que no sabían que podrían salir de sus casas se atrevieron.
Las mamás que hasta entonces eran verdaderas esclavas porque había que proteger
a los niños, también pudieron salir. Desarrollamos trabajos con las mamás en la
parroquia y se generó un ambiente maravilloso de unidad y de emociones
compartidas. Nos encontramos en un espacio de acogida y de llanto. ¿Cómo pueden
vivir con tanto dolor de creer que es un castigo, me preguntaba? Pero también
había excepciones de quienes pensaban que un hijo en esas condiciones era una
bendición. Y se escucharon los relatos de dolor de otras mamás. Hubo abrazos,
comprensión y solidaridad.
De ahí en más hicimos misiones con esos niños
especiales. La gente estaba desconcertada al ver a los discapacitados pobres y
felices. En ese entonces me di cuenta, una vez más, de la gran potencia del
Evangelio. Hasta que llegó el momento en que no cabíamos más en ningún local de
la parroquia, porque las sillas de ruedas seguían llegando cada vez más.
La casa. Cristo Especial
Era imprescindible crear un centro, un espacio de
acogida. Anita recuerda sus experiencias de joven scout, de la Reina Astrid de Bélgica
y su preocupación por los pobres, discapacitados y enfermos incurables. Con
ellos hacíamos retiros, jornadas, paseos y todos los años íbamos de
peregrinación al Santuario de Lourdes, en Francia.
Otros tiempos, otro continente, otras realidades
pero el mismo drama, la discapacidad y la necesidad de acoger y acompañar,
tanto a ellos como a sus familias. A esas madres que por fin tenían un soporte,
que eran comprendidas en su dolor y a esos padres que otrora se alejaban del
hogar, producto de ese “castigo”.
Anita aprovechó los recursos ahorrados durante años
de su trabajo con una ONG europea y compró una casa en la calle Antártica en La
Legua. Y comenzó el verdadero y sistemático trabajo. Con los papás de los
primeros niños renovamos la casa. Una semilla que ha dado diversos y variados
frutos. Después actuaría como siempre la Divina Providencia. Algunos años más
tarde en un retiro con Jean Vanier, 2005 (teólogo belga, 1928), con niños y
familias del barrio alto que tenían niños y jóvenes con discapacidad mental nos
dimos cuenta que nuestros niños eran mucho más felices. Cantaban, reían,
bailaban. Fue impresionante, tanto que como fruto de esa experiencia una
fundación compró el sitio de al lado de nuestra casa inicial y comenzamos la
construcción con el maravilloso apoyo económico de dos matrimonios, uno venido de Francia y otro de Holanda. También
contamos con el aporte generoso de muchos profesionales y una empresa del
barrio alto. Nos entregaron su energía y conocimientos para que el proyecto
avanzara. Y así pasa el tiempo y nuevas experiencias han impulsado el
desarrollo de la Casa de Acogida Cristo Especial, fundada por Anita en 1999. Gracias
a esa invalorable ayuda se pudo agrandar la casa.
Encuentro especial
A Anita la conocí en la casa de Acogida Cristo
Especial, de calle Antártica 3433, La Legua, Comuna de San Joaquín, a la edad
de 82 años. Una mujer menuda, activa, sonriente, de pelo blanco como nubes de
algodón revoloteando en su cabeza. Abrió la puerta cerrada con llave, porque
hay dos niños que de lo contrario se escapan todo el tiempo, y entramos a un
ambiente de trabajo, asistencia y juegos. Ella saluda, abraza y me presenta. En
un costado del patio, un grupo en círculo
baila asistido por una de las tías. Recorremos una casa de dos pisos
llena de color, luz y alegría, en la que trabajan jóvenes profesionales y
voluntarios. Es una casa de acogida para “evitar el empeoramiento de
las condiciones cognitivas y de salud y en la medida de lo posible, a
mejorarlas; desarrollar habilidades sociales, emocionales y hábitos que
permitan a las personas con discapacidad vivir en una comunidad, sea ésta su
familia, lugar de estudio o trabajo o la misma casa de acogida; desarrollar
vínculos de amistad, de confianza y una espiritualidad de amistad con Jesús y favorecer
un ambiente de cariño y acogida que permita a cada uno expresarse, sentirse
amado y aceptado”.
Realizan talleres,
paseos y un conjunto de actividades que revitalizan a los participantes, sus
familias y la comunidad.
Una mujer apasionada
Amita, la fundadora
de la Casa de Acogida Cristo Especial es
una mujer apasionada, vital y energética. Su casa está envuelta en imágenes.
Retratos, poemas, pinturas infantiles, dibujos, cuadros. Testimonios de una larga
experiencia en Chile. De una vida que comenzara en Zoersel (Bélgica), el 2 de agosto de 1934.
Mi familia era
muy creyente. Recibíamos a muchos misioneros de Africa y Asia. Mi padre era un
hombre muy profundo y reflexivo. Leía a los grandes teólogos franceses pre
conciliares. Cuando venían los sacerdotes discutía y analizaba la realidad de
la iglesia con ellos. ¡Cuándo la iglesia va a cambiar!, se preguntaba.
Mi familia era de
puertas abiertas, con un cariño especial con los sacerdotes, los párrocos, los
misioneros, todos llegaban a casa, que era un verdadero centro de reflexión y
de acogida.
El papá tenía una
gran sensibilidad desde joven. Yo era la cuarta de nueve hermanos, el quinto
fue mi hermano Fernando, sacerdote y el último, Guido, diácono por elección,
ambos también en Chile. El no quería vivir entre los muros de una iglesia ni
sufrir las limitaciones de una estructura parroquial. Se siente más misionero.
Tiene un carisma especial por los presos. En dictadura tuvo un gran compromiso
con los derechos humanos. La semana
pasada le dieron la nacionalidad chilena por gracias. Para mí es un ejemplo de entrega, a diferencia mía que
tengo muchos vacíos de amor en toda mi vida. Anita lo dice con la convicción
que todos los seres humanos podemos ser siempre mejores. A juzgar por su obra,
casi sin límites.
La guerra
Tenía
seis años cuando empezó la guerra. Previamente se vivía toda la tensión. La
guerra Iba a llegar en cualquier momento. En todas las casas se hacían pozos
profundos para refugiarse contra los bombardeos aéreos. Por dentro se ponían
sacos de papas para afirmar la tierra. Hacíamos las preparaciones para cuando
llegara el momento. Y llegaría.
Sólo
el primer día de la guerra murieron cincuenta personas de nuestro pueblo. Ver
el miedo en los niños y la preocupación de los padres era muy fuerte. Todos los
hombres debían ir a la guerra. En mi familia éramos seis niños. Era imposible que mi padre fuera. Por
eso se tomó la decisión de huir a Francia, donde todavía se recibía a los
refugiados.
A
nosotros los niños nos correspondía rezar, rezar y llorar y llorar durante todo el trayecto. Luego de dos o tres
días llegamos a Francia. A la llegada, nos encontramos con un coronel muy
católico que se impactó con los seis niños. Anita lo relata como si estuviera
fuera de esa realidad. Como si contara un cuento. Ese coronel escribió una carta para que
fuéramos a un lugar cerca de Toulouse.
Había que mostrar la carta a todos los militares que pudieran pararnos. Era la expresión de la Divina Providencia.
Confiando en ella todo se puede lograr,
porque es lo que Dios quiere.
Cuatro
o cinco meses después regresamos al pueblo. Mi mamá había dejado en la casa una
imagen de Santa Ana. Al regreso la gente se sorprendió porque todos pensaban
que estábamos muertos. La gente estaba en las calles para recibirnos, porque mi
papá era muy querido. Y en la casa todo estaba intacto, a diferencia de otras
en que se habían robado todo. Por eso cuando terminó la guerra mis padres
pusieron una estatua de Santa Ana en el frontis de la casa. Una señal de
agradecimiento.
El camino de Jesús
Jesús
amó primero. Gracias a él tomé su camino. El tiene la culpa. Con el Evangelio
empecé a sentir ese amor tan grande. También en virtud de las interpretaciones que
hacía el Padre Florencio Hofmans sentí ese amor. Irradiaba su pasión por Jesús,
tanto que él se parecía. Sus libros y
conferencias antes del Concilio eran una novedad muy importante.
Era
uno de los cristólogos pre conciliares que impactó a todo el mundo. Ya se
percibía el espíritu del Concilio en todas sus interpretaciones. Analizaba la
espiritualidad y la psicología de Jesús y su tremenda vocación por los pobres.
Eso me cautivó a los dieciocho o diecinueve años. Pertenecía a la Fraternidad
Jesús Caritas, de la espiritualidad de Charles de Foucauld (Estrasburgo,
1858-1916)
Y comencé
a conocer los escritos del hermano Carlos (Charles de Foucauld). Era puro amor
a Jesús. Amor afectivo, muy fuerte, que iba mucho con mi personalidad. Esa afectividad
muy fuerte con Jesús empezó a ser un gozo muy especial en mi vida. La oración
individual, en silencio, que es cuando se despiertan los sentimientos.
Todos
los días, el silencio nos puede llenar cuando lo vivimos con el Señor. Es alegría profunda cada día.
En
esas circunstancias nació el deseo de entrar a la Fraternidad de las Hermanitas
de Jesús. Fui a conocerlas en dos ocasiones. En cada contacto me convencía más
de mi vocación por los pobres, los más marginados, lo más despreciados. Era una
atracción total, hasta hoy. Por ejemplo, yo
estoy
tan feliz con los haitianos en Chile porque hay que amar sin distinción de
raza, ni nación, ni religión.
Chile el destino
Anita, por
problemas de salud, no pudo continuar en la Fraternidad. Sin embargo, se
incorporó a su Instituto Secular y luego recibió la invitación para venir a
Chile. Se comenzaría a cumplir su gran deseo de ser misionera.
Cuando
llegué a Santiago y las ruedas del avión tocaron tierra, me podría haber dado
un infarto de felicidad. Fue un 5 de noviembre de 1964. Ahora es cierto, estoy
en tierra de pobres, aun cuando no había visto a ninguno todavía.
Estuve
unas semanas en los Nogales El contacto
con los pobres era fantástico, aun cuando la pobreza era impresionante. Vivía
en una casa sencilla de población. Sentía felicidad porque vivía una opción,
con espiritualidad. Y me encuentro con los niños sin zapatos, tan felices. Esa libertad de los niños, nadie
los retaba, nadie los lavaba. Todos los niños eran tan acogedores, te venían a
abrazar todos los días.
La Legua
Anita
ha vivido en La Legua, Los Nogales y Las Viñitas, pero se siente legüina de
corazón. Allí ha vivido la mayor parte de sus cincuenta y dos años en
Chile. Y la gente ha de sentir lo mismo
por ella porque entró en su corazón. Ha desplegado todas sus energías por vivir
con los pobres y marginados de la sociedad,
en una capital que si bien ha cambiado en su materialidad, está muy
lejos de superar la pobreza y generar pleno bienestar para la gente. Anita ha
vivido sus dolores y sus alegrías. Ha
compartido y luchado por su dignidad.
Encuentros matrimoniales
Una
de sus grandes pasiones ha sido el desarrollo de encuentros matrimoniales de
fin de semana, para parejas que requieren un trabajo sobre la base del amor.
Que si bien tienen problemas, tienen también la intención y la necesidad de
superarlos. Todo comenzó en la Legua Emergencia con nueve parejas, aplicando
una metodología que Anita conoció y experimentó en Bélgica.
Tres
parejas de monitores acompañadas por un sacerdote desarrollan en conjunto con
veinte parejas, doce temas que afectan directamente la vida matrimonial. Hay
charlas, testimonios, preguntas,
participación, trabajo directo de las parejas. Se escribe y se comparte. Se
intercambian cartas. Las personas son capaces de enfrentarse, de mirarse, de
conversar desde la perspectiva del corazón. Se abrazan. Las miradas se tornan
brillantes. Y el domingo uno ve el cielo en cada rostro.
Así
lo dice Anita, con toda la fuerza de su cuerpo y de su espíritu, con las más
profundas convicciones. Una experiencia que comenzó en La Legua, con el apoyo
del ya fallecido sacerdote Esteban Gumucio, de la Congregación de los Sagrados
Corazones y que luego se extendería por muchas comunas de Santiago para
alcanzar a todo Chile.
La Legua Solidaria
Pedro Pablo viene en su silla de ruedas conducido
por su madre. Es una de las tantas personas con discapacidad física y mental
que forman parte de la Casa de Acogida Cristo Especial, que Anita fundara en
1999 y de la cual es como su corazón. Se saluda de lejos mientras se va a acercando
por la vereda de la calle Antártica donde está el hogar. Luego se abrazan, besa
al muchacho y comparten dos o tres minutos acerca de un paseo programado para
el fin de semana. La anima, se devuelve, abre la puerta de la Casa y se
despide.
Un par de horas después, cuando terminábamos nuestro
encuentro en su casa, recuerda a Pedro Pablo y a su madre. Comenta que ella llegó
recientemente a uno de los seis sectores de la población. Todos sus vecinos se
acercaron a conocerla, a preguntar por su hijo. Y lo han transformado en un ser
muy querido. No hace mucho hicieron un
bingo para recaudar fondos y colaborar con el dinero suficiente para uno de los
tratamientos de otra niña integrante de la Casa de Acogida. Eso es solidaridad,
lo dice con orgullo Anita que lleva más de treinta años en La Legua.
Por eso y porque conozco profundamente a la gente
estoy segura que La Legua tendría que tener apellido y llamarse “La Legua
Solidaria”.
Rodrigo Silva
Gracias por este blog. Recrea el espíritu, entrega elementos para recuperar ese olvidado oficio de pensar y reflexionar, pone sobre la mesa temas que no podemos seguir evitando, invita a actuar "de otra manera". Valoro mucho esa reunión de oración comunitaria en torno a la palabra, en comunión con la vida compartida. He sido siempre y seguiré siendo una persona anti-aborto, pero creo que es humano y cristiano despenalizarlo, después de haber hecho todos los esfuerzos por salvar de otro modo una situación dramática. Me conmueve Anita Goossens, a quien conozco y admiro, y agradezco el motivo testimonio de ella que nos entregan. Gracias.
ResponderEliminarMuchas Gracias Enrique!!! estamos buscando darle sentido a lo que nos pasa y vivimos..
Eliminar