SOBRE EL ABORTO

 SOBRE EL ABORTO

En el reciente Tedeum, el Arzobispo de Santiago volvió a declararse implícitamente en contra de la despenalización del aborto, habiendo tantos temas urgentes en la coyuntura actual. La insistencia en la protección de la vida desde la concepción hasta la muerte y en el matrimonio solo entre un hombre y una mujer, es lo que se oye hasta la saciedad de parte de las autoridades eclesiásticas, sin provocar mayor eco en la población, incluidos los católicos. En esta página deseo referirme al tema del aborto, pues otra visión tiene sólido fundamento filosófico y teológico. En verdad, nadie sabe cuándo llega el alma al cuerpo, como se decía antiguamente, lo que en nuestro lenguaje significa, cuándo existe en el embrión una persona humana. Nadie puede atribuirse una certeza.

Comparto aquí una síntesis de un artículo del padre Joseph Donceel SJ, Doctor en Filosofía y profesor de la Universidad de Fordham, Nueva York. No lo expongo en su totalidad por ser bastante largo y por su lenguaje técnico de difícil comprensión para los no iniciados en filosofía. Pero si a alguien le interesara, yo podría enviarlo. Pongo entre comillas frases textuales con los énfasis en negrita subrayados por el propio autor.

Comienza el artículo del siguiente modo. “Estoy completamente de acuerdo con el principio básico católico de que nunca nos sea permitido matar a un ser humano inocente. Por lo tanto, si hay un verdadero ser humano desde el momento de la concepción, el aborto tendría que ser considerado inmoral en cualquier etapa de la preñez.

“La mayoría de la opinión católica sostiene hoy que hay un verdadero ser humano desde el primer momento de la concepción. Pero dentro de la opinión católica existe también una minoría, que se apoya en la opinión del teólogo más grande de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino. Esta opinión minoritaria sostiene que seguramente no existe un ser humano en el vientre durante las primeras etapas de la preñez.”

“¿Cuándo se infunde el alma humana al cuerpo? La mayoría de los pensadores católicos no dudarían hoy en contestar: en el momento de la concepción. Esta es conocida como la teoría de animación inmediata. Sin embargo, a lo largo de los siglos de filosofía y teología católica se mantuvo el concepto de que el alma humana era infundida en el cuerpo sólo cuando este último comenzaba a tomar forma humana y a poseer los organismos básicos humanos.”

“Antes de ese tiempo, el embrión está vivo, pero de la manera en que una planta o un animal están vivos. Posee, según lo expresa la terminología tradicional, un alma vegetativa o animal, y todavía no un alma humana. En términos más modernos podríamos decir que ha alcanzado el nivel fisiológico o psicológico, aun no el nivel espiritual de existencia. Todavía no es una persona humana; está desarrollándose, dentro del útero, hacia la hominización. Esta es la teoría de la animación mediata o retardada.

“Aunque Santo Tomás no sabía nada de cromosomas, genes, DNA, o el código de la vida, sabía que lo que crecía en el útero de la madre no era todavía, en las primeras etapas de la preñez, un cuerpo humano real. Por lo tanto, sostenía que no podía ser animado por un alma humana. Los pensadores medievales sabían bien que este organismo en desarrollo se convertiría en un cuerpo humano, que virtualmente, potencialmente, era un cuerpo humano. Pero no admitían que un alma humana actual pudiera existir en un cuerpo humano virtual. La Iglesia católica, que había adoptado oficialmente esta concepción de la naturaleza humana en el Concilio de Viena de 1312, estaba tan convencida de esta posición que, por siglos, su ley prohibió a los fieles bautizar cualquier nacimiento prematuro que no mostrara por lo menos cierta forma o rasgos humanos.”

“Sin embargo, debido a la influencia de informes científicos erróneos, los pensadores católicos abandonaron esta doctrina tradicional. A principios del siglo XVII, como resultado de una combinación de malos microscopios y vivas imaginaciones, algunos doctores vieron en embriones que tenían sólo unos cuantos días a un diminuto ser humano, un homúnculo, con microscópicas extremidades y cabeza.” (La teoría de la preformación)

A esta teoría se opone otra que “sostiene que el organismo, lejos de estar preformado microscópicamente desde el principio, desarrolla sus partes, por medio de un proceso complejo de crecimiento, segmentación, diferenciación y organización.   ¿Por qué no volvieron los pensadores cristianos a la teoría de la animación retardada? La razón principal parece haber sido la influencia del dualismo cartesiano. Para Descartes, tanto el alma de un hombre como su cuerpo son cada uno una substancia completa. … Esta teoría de la animación inmediata está en conflicto con la doctrina solemnemente respaldada por la Iglesia católica en el Concilio de Viena. Siglo XIV.

¿Qué puede explicar este cambio en la opinión católica? “La larga oposición de la Iglesia a la idea de la evolución. Santo Tomás admitía cierto tipo de evolución del embrión y el feto en el útero de la madre. ¿Cómo podía la Iglesia aceptar esta evolución en el útero y rechazarla en la raza? Ahora que la Iglesia católica finalmente ha llegado a estar dispuesta a admitir la evolución del cuerpo humano, tal vez también está dispuesta a regresar a la idea de Santo Tomás de la evolución en el útero. … Una vez que abandonamos la idea de la animación inmediata ya no podemos decir cuándo el alma humana es infundida, ni cuándo el embrión o el feto se convierte en persona humana.”

“Algunos subrayan la siguiente objeción a mi posición. Dicen que desde el principio el huevo fertilizado posee cuarenta y seis cromosomas humanos, todos los genes humanos, la clave de su vida: esto es un embrión humano. Esto es innegable. Pero no lo convierte en una persona humana.” … “El huevo humano fertilizado es virtualmente un cuerpo humano, pero no actualmente.” … “Permítaseme utilizar una vez más una comparación. Una pelota de hule sin aire es virtualmente redonda; cuando se infla no puede tomar otra forma que la esférica. Pero actualmente no posee ninguna redondez ni esfericidad. De la misma manera, el embrión al principio no posee actualmente un alma humana; no es una persona humana.”

“Mellizos idénticos provienen de un huevo fertilizado por un espermatozoide.  Este huevo se divide en dos en una etapa temprana de la preñez y da lugar a dos seres humanos. En este caso los defensores de la animación inmediata tienen que admitir que una persona puede dividirse en dos personas. Esta es una imposibilidad metafísica.”

“El propósito de mi ensayo, que es no sólo presentar el punto de vista de un católico liberal sobre la animación fetal, sino también mostrar que este punto de vista parece ser el único que concuerda con la concepción católica oficial de la naturaleza humana. En otras palabras, someto a consideración que los católicos deben abandonar la teoría de la animación inmediata, ya que implica una concepción cartesiana, dualista, del hombre, lo cual entra en conflicto con la doctrina respaldada por el Concilio de Viena.”

“En mi opinión, existe en gran medida en la actualidad acuerdo con la tendencia antidualista de la filosofía del hombre. (Que el alma y el cuerpo no son dos substancias separadas, independientes, subsistentes en sí mismas) Por lo tanto, es aconsejable volver a esta concepción o idea o, por lo menos, aceptar las conclusiones que emanan de ella. Una de estas conclusiones es que el embrión ciertamente no es una persona humana durante las primeras etapas de la preñez, y que, consecuentemente, no es inmoral poner fin al embarazo en este lapso, siempre y cuando existan razones serias para tal intervención. Permítaseme insistir en esta restricción: la opinión que he defendido puede llevar a abusos, a abortos realizados bajo débiles pretextos.”

“Yo estaría entre los primeros en deplorar y condenar tales abusos. A pesar de que un embrión prehumano no puede exigir de nosotros el respeto absoluto que debemos a la persona humana, merece una gran consideración, porque es un ser vivo, dotado de una finalidad humana, en vías a la hominización. Por lo tanto, me parece que sólo razones muy serias deberían permitirnos poner un fin a su existencia.”

“Inevitablemente ocurrirán excesos, pero no deben llevarnos a pasar por alto las instancias en las que existen razones suficientemente serias para realizar un aborto durante las etapas tempranas de la preñez.”

Hasta aquí he reproducido textualmente los argumentos del filósofo jesuita que sostiene que el embrión en sus primeras semanas no puede ser considerado una persona humana. Es una tesis que, en los hechos, ha pasado a formar parte de un sentido común ampliamente compartido en la actualidad. Pero un gran aporte de este filósofo es el escueto dato brindado acerca de que, históricamente, la afirmación de que el alma llega al cuerpo – en nuestro lenguaje, de que existe una persona humana – no ha sido la postura de la Iglesia por siglos. Ella proviene de un decreto de la autoridad eclesiástica en el siglo XVII, en un contexto de enfrentamiento de la Iglesia con el protestantismo y con el racionalismo moderno. Carece de todo fundamento en las escrituras y en la tradición cristiana.

Pero quisiera aportar a la reflexión con dos consideraciones importantes que han estado presente en el debate actual sobre el tema y que estimo legítimas.

En primer lugar, y coincidiendo con el autor en el respeto a un potencial ser humano, es preciso subrayar que, en la mayoría de los casos, optar por un aborto es una decisión dramática y dolorosa para una mujer. Acontece normalmente en circunstancias muy complejas en que ella se ve forzada a escoger entre valores muy estimados, pero en la práctica contrapuestos. Optar por uno implica necesariamente renunciar al otro. En tales situaciones no elegidas, solo la conciencia personal es la llamada a decidir. Esta consideración es también válida para el caso de la eutanasia.

La segunda observación se refiere al papel jugado por la Iglesia Católica cada vez que el tema del aborto es discutido en la sociedad en vista de su despenalización. Comprobamos hasta hoy que, al instalarse el debate, la Iglesia intensifica una presión sobre las autoridades civiles en pro de mantener dicha penalización en la legislación civil. Ello mueve a pensar que los obispos no terminan de asimilar el rol que les compete en una democracia, en donde prima la ley de la mayoría, y se respeta libertad de conciencia. Y llama en especial la atención que recurran insistentemente a aseveraciones tajantes, dadas como obvias, sin prestar oídos a eventuales argumentos en contra. Pareciera con esto que los obispos e instituciones católicas persisten en su antigua costumbre de imponer su verdad excluyendo todo diálogo. Ya no es hora de imponer sino de convencer, y para ello es preciso entender al otro. Creo que, ante una ciudadanía adulta, no basta con repetir consignas ideológicas.

Termino pidiendo a las autoridades de la Iglesia que su palabra sea el eco de la de Jesús en su tiempo, de su mensaje de amor universal, comprensión, compasión y perdón. No encontramos en los evangelios ni una palabra suya sobre el aborto o la eutanasia, situaciones que ciertamente deben haber ocurrido en su mundo. A la mujer sorprendida en adulterio le dice simplemente: “yo tampoco te condeno; anda y no peques más.”

Andrés Opazo B.

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