TEXTOS DE HOY. Mayo 10

Abrimos esta entrega con pesar. Ha partido Osvaldo Cuevas, quien fuera miembro de nuestra comunidad durante algunos años. Breves recuerdos de su vida escritos por Fernando Etchegaray. “El Padre Esteban y el carisma de sanación” aborda Andrés Opazo, a poco más de dieciséis años de su muerte, vinculando su reflexión con un capítulo del libro de Albert Nolan “Jesús, hoy. Una espiritualidad de libertad radical”. Y sobre el mismo tema, “Liberación y responsabilidad”,  algunas notas de Rodrigo Silva. Finalizamos con una conversación sostenida por el propio Rodrigo con el empresario español Manuel Diez, “La vida es un sueño”, un hombre de profunda fe, compartiendo su interesante historia de vida. Este es un texto que reproducimos de la página web de Cuaresma de Fraternidad.

PARTIÓ HOY

Osvaldo Cuevas Torrealba, partió hoy a las 5:00 hrs. a la Casa del Padre. Hijo de una muy numerosa y católica familia, exalumno del Colegio de los SS.CC de Alameda, ex religioso y sacerdote de los SS.CC., ha partido a encontrarse, desde adentro, por fin, con su Padre Dios y Jesús. De notable inteligencia buscó incansable e inquietamente la verdad de Dios y su justicia. Los miembros de su comunidad laical, al saber de su partida/encuentro han dicho que ahora descansa; no en el sentido tradicional que se dice en estas ocasiones, sino de su incesante búsqueda. Nunca se dejó atrapar ni por teorías ni por personas, pero ahora lo atrapó Dios y vive para siempre con nosotros, en El, con El y por EL, en un descanso/gozo para siempre.


Fernando Etchegaray


EL PADRE ESTEBAN Y EL CARISMA DE SANACION

En nuestra comunidad estamos siguiendo el libro del teólogo Albert Nolan “Jesús, hoy. Una espiritualidad de libertad radical”. Y anoche comentamos el capítulo “Una espiritualidad de sanación”. En la reunión me rondó por la memoria la figura del Padre Esteban Gumucio, de cuya partida conmemoramos 16 años el sábado pasado. A la siga de Jesús, creo que él fue un auténtico sanador.

Jesús comenzó su vida pública ligado a Juan Bautista, que anunciaba el inminente juicio y castigo de Dios sobre Israel por haber abandonado su alianza. Muerto el Bautista, Jesús se dirige a Galilea, su tierra natal, para anunciar, no un juicio de Dios, sino la llegada de su Reinado. Y lo refleja sanando a los enfermos, dando vista a los ciegos, limpiando a los leprosos, acogiendo a prostitutas y pecadores. Enjuiciar o sanar son, pues, las dos respuestas posibles al mal ejercido o sufrido.

Todos preferidos
Recién cumplidos los 18 años conocí al Padre Esteban como novicio de la Congregación de los SSCC. El llegaba para ser Maestro de Novicios a cargo de un grupo de siete jóvenes. Yo experimenté su acogida y su cariño de tal modo que llegué a creerme su preferido. Algo muy decisivo para el post adolescente que era, inseguro y necesitado de sentirse alguien. Un efecto sin duda sanador. Al poco andar y conversar con mis compañeros, caí en la cuenta de que cada uno de nosotros también se sentía su preferido.

Doble sanación
Alrededor de 40 años después, al regresar de mi exilio en Costa Rica, volví a probar su carisma sanador. Yo sentía un vacío espiritual y quería corresponder en algo a todo lo recibido en mi vida. Había estado bastante alejado de la Iglesia Institucional, con una familia irregular, y muy criticón como siempre lo he sido. Al ofrecerme para algún servicio, no era fácil confiar en mí. Acudí, pues, al que fue mi formador y él me propuso dos acciones de apoyo pastoral. Una consistía en acompañar un fin de semana a madres de la población, que podían pasar un par de días dedicadas a sí mismas, en grupo de comadres, lejos de los gritos de los niños, las peleas de vecinos o los ladridos de los perros. Había que estar a su disposición y animar momentos de oración. La otra era atender un asilo de ancianos y organizarles actividades. Yo estaba muy contento, pero no pude realizar ni una ni otra obra; tuve que hacerme cargo de mi mamá enferma y llevarla a vivir conmigo en mi casa de Paine. La sanación era doble: obviamente para las madres y los ancianos, y también para mí, necesitado de reconocimiento y de apoyo para llenar tal vacío espiritual.

Juicio y sanación
La contraposición entre juicio y sanación, entre Juan Bautista y Jesús, no es geométrica. Hay momentos en todos debemos enjuiciar y denunciar situaciones injustas. El Padre Esteban debió cumplir con su misión de pastor ante las atrocidades cometidas en dictadura contra las personas de su parroquia, la desaparición de jóvenes y padres de familia, y la grave cesantía que afectaba a la mayoría de los hogares. Impulsó grandes esfuerzos comunitarios para mitigar la extrema pobreza, en particular los comedores populares. De repente le cayó en la parroquia nada mendos que la Primera Dama. El hambre y los comedores populares desprestigiaban al gobierno. A los pocos días llegó un camión militar que requisó y se llevó ollas, cocinas e implementos del comedor. El Padre Esteban compartía la rabia y desolación de su gente. Y se desahogaba escribiendo poemas.

Siento un ira sucia y militar
Quisiera descocer las charreteras
Y mellar los espadines….
Abomino de la fuerza y soy violento
Y me rompo las uñas de impotencia……
Ay de mí, Señor, me dije y en sustancia
De qué le sirve al pueblo mi lamento…
Entonces me asomé a la ventana
Y llamé discretamente a mi vecina;
Y fuimos dos y tres y cinco y diez
Y fuimos ciento y ciento
Que echamos las iras al viento
Y empezamos con amor
A poner ollas al fuego.[1]

No se culpa a nadie
Y continuó denunciando fuertemente situaciones, pero sin juzgar nunca a las personas, sin culpabilizar a nadie. Tratar de sanar tanto dolor, podía redundar también en la sanación del que lo ejercía. Pues toda disponibilidad al perdón posee un efecto sanador. Y esto no era nada sencillo; debía pasar por más de algún desgarro interior.

“Esta tarde me sentí mirado como oveja negra en un grupo de cristianos.
Sentí una rebeldía profunda al ver sus ojos duros, su aire escandalizado…
La vehemencia de los profetas se atropellaba por salir de mi corazón a los labios.
Estuve a punto de llamarlos fariseos hipócritas;
Pero algo en mí se retuvo, Señor.
En un instante comprendí que sólo Tú puedes juzgar.
Si yo quiero tu misericordia para mí, debo tenerla para mis hermanos.
Y he aquí que estoy de nuevo ante Ti
Deseando perdonar puntos de vista tan opuestos a los míos.
Sin abdicar de lo que yo creo justo,
Sin llamar sí al no, y no al sí
Vengo a Ti a aprender mansedumbre.
Ayúdame a no corresponder mal con mal.
No te pido más por ahora.
No soy capaz de sentir simpatía por ellos
Y me imagino que Tú no me pides tanto.
Para otra vez será. Amen.


Andrés Opazo



[1] Recojo frases de un largo poema


LIBERACION Y RESP0NSABILIDAD

El texto me pareció liberador porque Albert Nolan es categórico al afirmar que Jesús fue un sanador, entendiendo como tal una visión de Dios como nuestro Padre amoroso que nos perdona Y lo es para todos los seres humanos, sin diferencias. Lo dice en el punto siete de la segunda parte  de libro “Jesús, hoy. Una espiritualidad de libertad radical”. Lo revisamos en nuestra reunión de comunidad de este lunes. Ese espacio en el que podemos tener divergencias o muchas coincidencias, pero siempre en un marco de fraternidad, cariño y respeto profundo.  Como desearíamos que fuese así en todos los grupos humanos.
Dios perdona. Lo hace en particular con quienes están “perdidos”, aquellos que sufren y deben ser rescatados. Y va a su encuentro. Se da el tiempo para ese rescate, que a la vez representa una conversión.
Nolan sostiene que Jesús es incondicional en el perdón. No juzga. No condena. Perdona. No obstante, lo central de la sanación es la fe. Esa capacidad o convicción que está en cada uno de nosotros en diferentes grados o intensidades. En esa confianza suprema que es la entrega, más allá de lo que cada uno quisiera para sí mismo. Por tanto, la sanación está en cada uno de nosotros. En nuestra propia conciencia.
Hasta aquí todo es fantástico.  No nos juzga, no nos condena, nos perdona. Es incondicional conmigo. Es gratis. ¿Y a cambio de qué? ¿Cuál debe ser nuestra respuesta como cristianos? ¿Cómo respondemos a esa confianza extrema, a ese verdadero cheque en blanco con el que podemos acumular tanta riqueza?
Jesús nos interpela y nos pregunta qué haces, cómo vives. Qué le entregas a los necesitados. Cómo te manifiestas en esta sociedad que ha hecho de lo individual un verdadero culto, que pone en el centro el yo. De qué manera te liberas de esta fuerza que te exige éxitos, logros permanentes, sobresalir.
La exigencia es tremenda. A ver “cristianito”, vive en consecuencia. Entrégate para que tu felicidad se exprese también en los otros. Extiende tu mano y dala. No basta iniciar la misa pidiendo perdón por nuestros pecados, una y otra vez, por más imperfectos que seamos. Es preciso ser mejor persona cada día. Ver en las necesidades de los otros, también las nuestras. Ampliar nuestra sensibilidad para sentir, nuestra visión para comprender.
Uno de los miembros de nuestra comunidad decía que Dios nos sana porque  reconocemos nuestra enfermedad. Y ese reconocimiento, digo yo, es un paso de crecimiento espiritual y de actitud de vida, para ampliar nuestros horizontes y darnos cuenta que nuestra felicidad está, necesariamente en comunión con los demás.
Antes de concluir nuestro encuentro de comunidad, comemos. Nos sentamos en la mesa a compartir algunas experiencias que nos acercan como seres humanos. Y siempre hay rasgos nuevos que descubrimos en los otros.
Rezamos, recordamos a los ausentes. Agradecemos por nuestra vida y pedimos por quienes lo necesitan. Por los conocidos que están afligidos y que requieren de nuestra oración y ayuda. Y finalizamos hablando de este blog, de este canal de comunicación que hemos abierto para compartir contigo que nos lees. Este canal de encuentro silencioso que podría enriquecernos compartiendo experiencias, reflexiones y algunas observaciones sobre textos, en este caso del teólogo sudafricano Albert Nolan.

Rodrigo Silva

Manuel Diez
La vida es un sueño

Manuel Diez es un hombre alto, delgado y sereno. Nacido en España, en un pueblo de La Rioja, Ortigosa de Cameros, llegó a Chile con sus padres (Marcelino Diez y Gregoria Alvarez), a los dieciocho años. Hoy tiene setenta y cinco.  En cincuenta y siete años ha forjado una familia de cuatro hijos, siete nietos y una actividad empresarial en el rubro de vinos y licores, Supemercado Diez,  que es toda una tradición en Santiago. Pero por sobre todas las cosas ha aprendido a vivir y agradecer, en conjunto con un equipo de gente, algunos de los cuales lo acompañan desde sus inicios,  en 1967.  Hombre de fe, afable, querido, respetado  y de reflexiones precisas y profundas. Esta es parte de su historia.

Para mí la vida es un sueño, lo dice mientras prepara un café que me ha ofrecido unos minutos antes. Se escuchan las campanas de la iglesia de Pedro de Valdivia Norte y el sonido de los pájaros que en abundancia desafían la vida, en una antigua plaza de calle Padre Letelier en la zona tradicional y cambiada de Pedro de Valdivia Norte, el barrio de toda su vida, cuando compró un almacén que con los años se transformaría en un punto de encuentro obligado para quienes desean vinos y licores de calidad  a precios muy razonables. ¿Sabes cuál es la mejor marca de vino? La que te tomas con un amigo. Y deja las palabras flotando para interpretar la amistad como un rito profundo y respetuoso.

Estamos en el segundo piso de un departamento transformado en oficina. Su escritorio tiene el cobijo de tres muros en los cuales hay parte de su historia y de su fidelidad. Allí está la foto de parte de su pueblo, la imagen de Jesucristo (“ser fiel continuador de mi obra”), de San Juan Pablo II, de la madre Teresa de Calcula y de varios retratos de familia que lo abrazaran silenciosamente a través de los años. Y también un cuadro que, entre otras cosas dice: “Si quieres ser grande, vive con humildad; ser rico, vive pobremente; ser justo, vive con caridad …”

Las ventanas están abiertas, el día de comienzos de enero es soleado y caluroso y al mediodía se escuchan las campanas de la iglesia que anuncian la canción católica y popular “venid y vamos todos con flores a María”. Manuel se regocija. Es muy lindo, es muy lindo con la vista en la copa de los árboles, mirando desde un segundo piso hacia una iglesia que está cercana pero invisible.

Cuatro reflexiones
A mis setenta y cinco años tengo cuatro reflexiones para compartir. La vida es un  misterio, es un sueño, es para vivirla y no entenderla y solo sé que vengo de él y vuelvo a él.  Así, simple, directo y profundo.

No conozco a nadie que interprete tan bien el misterio de la vida. Luego es un sueño porque parece que todo  fue ayer y la vida pasó. Pienso que la vida hay que vivirla y no entenderla, porque si nos hacemos preguntas hay muchas sin respuestas. Lo que sí tengo claro y sé es que así como un día vine de él, vuelvo a él.
Un día no hace muchos años pensaba en la creación a través del amor de un hombre y una mujer y me di cuenta que ahí está la mamo del Espíritu Santo, de Dios en la creación. Y después nos vamos desarrollando y creciendo con fuerza. Luego ya ves tus años cómo todo se va desgastando y aunque no quieras tienes que pensar que un día te llamarán. ¿Preparado para la muerte? Me estoy preparando cada vez más. Alimentando más el alma y el espíritu, aunque quizá nadie está preparado para eso. Si me dan pena o tristeza los que quedan. Yo me siento contento y agradecido de Dios con la vida que me ha tocado vivir, porque si bien Dios es el dueño de la baraja y echa las cartas al aire, y a todos nos tocan distintas, haciendo un inventario estoy muy agradecido.

De Ortigosa de Cameros a Santiago
Manuel  tuvo una niñez pobre, humilde pero muy rica como familia. Mi padre era chofer de autobús y mi madre dueña de casa. Era otra España. Era una vida muy rica y maravillosa. Pobre, humilde y rica. Una vida de fe. Nosotros éramos tres hombres y una mujer. El mayor se vino a Chile, porque acá estaba toda la familia de mi madre. Lo trajeron unos tíos. Sin embargo, luego dos meses falleció. Había sido un viaje largo de treinta días en barco, en condiciones difíciles. Yo tenía nueve años entonces y recuerdo cómo mis padres lloraban sin límites. Se bañaron en lágrimas. Se recibió un telegrama. Santiago ha muerto. Desde ese momento mi madre se vistió de negro para siempre. Luego vinieron a Chile mis otros dos hermanos, Guillermo y Pilar, hasta que nos vinimos nosotros con mis padres en 1960.

Ahora, años después, recuerda su trabajo de adolescente. A los dieciséis trabajaba en una fábrica de sillas y me puse a pasar tablas y me llevé este pedazo de dedo, mostrando uno de los dedos incompletos de su mano izquierda.

A la llegada a Santiago vivieron de allegaos en la casa de su hermana. Fueron momentos muy duros en todo el sentido de la palabra. El único afán era trabajar, trabajar, trabajar y ser independiente. No sabía de qué forma surgiría acá. Le veía muy difícil, casi imposible hasta  que se produjo este milagro. Lo dice mirando su entorno, el de una oficina que es pare del cerebro de sus cuatro locales, dos en Pedro de Valdivia Norte, uno en Luis Carrera y el otro desde hace menos de veinte años en La Dehesa.

Manuel recuerda que compró el local de la esquina de Av. Los Conquistadores con calle El Cacique, firmando letras, con un préstamo bancario y sin un peso en el bolsillo. Su gran capital era el trabajo, un equipo de gente en formación y la decisión. Pensó que sería casi imposible cumplir. Pero vino lo que califica como el milagro, la ayuda de su madre que había muerto hacía dos años. Allí su vida cambiaría para siempre. La presencia del Espíritu Santo parecía evidente

La muerte de mi madre me marcó muchísimo. Yo tenía veinticuatro y ella cincuenta y cuatro años- Mi vida cambió en 365 grados. En ese tiempo era empleado de un tío. Cuando me independicé ella hizo algo muy especial por mí. De lo contrario no hubiera podido.  Fue un milagro. Ella murió en 1965 y en 1967 compré el almacén de la esquina. Me tenía fe, compraba de  media o una caja y vendía. Todo fue milagroso. Era trabajador más que inteligente. Fue el típico almacén de barrio donde se vendía azúcar por kilo, aceite por litros y la gente tenía una libreta, se anotaba todo y pagaba a fin de mes.
La idea del migrante es si sale uno de su tierra, no es ser toda la vida empleado Mi sueño era la independencia. Ser alguien.

Cambio clave
Cuando Manuel Diez se dio cuenta que nunca  podría competir con los grandes supermercados decidió un giro en su negocio. Darle preferencia a los vinos y licores.  Vender vinos por doce botellas, con un precio significativamente más bajo que sus competidores. Ponía avisos de cinco centímetros todos los fines de semana en El Mercurio, rotando a las cinco víñas que distribuía en aquella época. Desde doce botellas compre más barato. Fue impresionante ver cómo la gente llegaba cargada de botellas. Los autos con las maletas llenas. Era el tiempo en que los compradores tenían que llevar las botellas. Fue un cambio radical que se inició a comienzos del año 73 en Los Conquistadores. Luego abriría en 1980 el local de Luis Carrera con Candelaria Goyenechea, en Vitacura, y a fines de los años noventa en Camino Central, en La Dehesa.

Hacer las cosas con amor y con cariño
El sacerdote Fernando Montes dijo que uno tiene que aprender a vivir con amor y por Dios que es cierto. Son sabias palabras. Lo dice con la convicción de un hombre de fe que lo lleva a la práctica en su vida cotidiana. De hecho, hace ya varios años luego de visitar su local de La Dehesa, le pregunté a uno de sus empleados por qué trabajaba allí hace tantos años. Y su respuesta apuntó a la calidez y la preocupación de Manuel y su descendencia.

Uno tiene que pensar en los demás y en el bienestar de los demás. Y tratar con amor y cariño a las personas. Para mí la clave es el amor. La otra clave es llamar la atención, pero enseñando, porque hay una gran diferencia. Es lo que he trasmitido a mis hijos.

Con Manuel Diez trabajan sus hijos, junto a un gran equipo. En ellos, en su familia, en sus hijos y en la experiencia de sus empleados más antiguos, Manuel Diez va dejando paulatinamente el timón de un negocio que tiene rumbo sólido y definido. Vengo por las mañanas, algunas tardes, participo de reuniones, en fin, para “las cosas importantes”. Delega y traspasa su experiencia y calidez.

Desarrollo de la fe
Gracias a Dios empecé a participar de la fe en esos años maravillosos de España. Toda la vida he sido de misa de domingo, porque la necesitaba, no porque había que ir. Sin embargo, desde hace unos quince años sentí que no estaba del todo contento y satisfecho. Un día fue a la misa de 8 en la Parroquia San Francisco de Sales, en Vitacura y el Padre Calixto me pidió que leyera la primera lectura. No pude porque no tenía los anteojos, pero al mismo tiempo  mi timidez era muy grande. Tú o la timidez me dije. Tengo que romper esa barrera. Al día siguiente me presenté y leí. Algo en mi había cambiado. Me hizo muy bien. Y me hice preguntas. A ver Manolo empieza por la misa. Tienes que cambiar la forma de ser. Tener más paciencia, pensar diferente, enfocar las cosas de otra forma. Doy testimonio de eso porque me hizo muy bien. Y comencé a ir todos los días a la iglesia. Rezo el santo rosario, luego la misa, doy la comunión. Ma hace muy bien.

Invitaría a todas las personas para que dispusieran de tiempo y comenzaran esta vida espiritual que es muy rica. Verán las cosas de otra forma, pensarán de otra manera, reflexionarán diferente y se darán cuenta que solo somos administradores de los bienes que Dios nos dio.

Manuel Diez se ve un hombre relajado y tranquilo. Cuatro hijos, siete nietos, el mayor de siete años. Se queda un momento en silencio y luego dice. Palabra que la vida es un sueño, la vivo todos los días. Veo a mis hijos convertidos en hombres, y a sus hijos ahora,  y algo me pasa que los miro como si fueran ángeles de Dios. Me hace meditar y pensar. A las guaguas, a los niños los veo tan puros, tan divinos.

Regalo de Dios
A la sociedad chilena la veo mal, con el dolor de mi corazón. Inteligente para la tecnología,  la ciencia y, por otro lado veo que la calidad de vida es peor que hace cincuenta años. Veo tanta rabia, tanto rencor, tantas diferencias sociales, que si seguimos así nos vamos a destruir.
Necesitamos educación y valores. Sueldos dignos pero trabajando, esforzándose.
Manuel tiene un sueño. No sé si lo lograré. Trasmitir experiencias de vida. Testimonios de vida a la juventud para que sus sueños se hagan realidad. Compartir el sentido de la vida, porque para lograr los sueños te tienes que poner en ese camino.
Con sus días de sol y nublados, con sus risas y lágrimas, la vida es un regalo de Dios

Rodrigo Silva


Comentarios

Entradas populares de este blog

EL ESPÍRITU DE JESÚS QUE INSPIRA NUESTRA VIDA

LA ESPIRITUALIDAD DE HOY

¿ADÓNDE VA NUESTRA DEMOCRACIA?