FE Y SENTIMIENTO RELIGIOSO. Junio 8
Les invitamos a compartir dos enfoques. Uno de Andrés Opazo sobre la fe y la forma de vivirla en el mundo de hoy y, dos, una reflexión de Ernesto Moreno, actualmente en Alemania, sobre la “sugerente” presencia universal del sentimiento religioso. Además, un punto de reflexión sobre las nuevas interpretaciones de la Ley Emilia, de parte de Rodrigo Silva y el dolor de quienes perdieron a sus seres queridos en condiciones dramáticas. Concluimos la entrega con un texto muy hermoso de Laura Yáñez sobre su madre a un año de su partida.
La “sugerente” presencia universal del sentimiento religioso
VIVIR LA FE EN EL MUNDO DE HOY
Con altibajos, me ha tocado vivir mi fe
cristiana en un medio no creyente o de personas alejadas de la religión. Y con
frecuencia me he sentido incómodo con la mirada muchas veces negativa de la
Iglesia sobre el mundo de hoy, cada vez más secularizado, pero que alberga a
millones de hombres y mujeres que se esmeran por una vida mejor, tanto en lo
personal como en lo social. Gracias a Dios, la mirada del Papa Francisco es
otra: amorosa, cálida, compasiva.
El texto que sigue abunda en ese espíritu.
Aunque escrito desde una vida en medio de los más pobres, ilumina la mía en mi
propio mundo. Me pareció bueno
compartirlo.
LA EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO Y UNA VIDA EXPUESTA
Hablo a partir de
la experiencia limitada de nuestras fraternidades contemplativas en medio de
los pobres. La Eucaristía es el camino habitual de nuestra oración personal y
comunitaria. Pero me gustaría decir, parafraseando lo que ha escrito Carlos de
Foucault, que el Señor nos ha hecho unir íntimamente “la exposición del
Santísimo y la vida expuesta”. Una vida expuesta a la vista de los pobres que
no temen venir a nuestra casa porque saben que vivimos una vida de trabajo y de
vecindad semejante a la suya, y que compartimos las mismas preocupaciones y la
misma lucha por una existencia más justa y digna. Una vida, en suma, expuesta a
otra presencia del Señor, su presencia al lado de los pobres. La vida de la
gente no nos deja; ella nos habita cuando leemos juntos la Palabra de Dios,
cuando celebramos la Eucaristía y cuando rezamos en silencio. Una oración a
menudo en tensión entre el dolor del salmo “¿Por qué te quedas en silencio
cuando masacran a tu pueblo?” (Salmo 94, 3-5; Salmo 14,4), y la alabanza de
Jesús: “Te doy gracias, Padre, porque has escondido a sabios y prudentes lo que
has revelado a los pequeños” (Mt. 11,25); o su grito: “No has querido
holocausto ni víctima, entonces yo dije: Aquí estoy” (He.10,5).
De lo que quiero dar testimonio, es de que
este compartir la vida de la gente, cualquiera que sea su creencia o su
no-creencia, con sus grandezas y sus miserias, comprometidos como están en su
lucha por la vida, todo eso nos hace descubrir cada vez más el rostro del Dios
de la ternura y de la misericordia que camina humildemente con nosotros, eso es
lo que significa la Eucaristía.
Así pues, a
partir de esta experiencia, quisiera, si me lo permiten, hacer una petición.
Cuando pronunciamos una palabra de Iglesia, prestemos atención a cómo hablamos.
Hablar de nuestro mundo principalmente en términos de “cultura de la muerte”,
hablar de la secularización como la fuente de todos los males (violencia, falta
de respeto por la vida, etc.) ¿no es faltar el respeto a toda esa gente que
trata de vivir su fe en Dios (cualquiera que sea el nombre que ellos le den) o
su fe en el hombre (cualquiera sea su filosofía) entregándose ellos mismos al
servicio de la vida – ya se trate de la batalla cotidiana del padre o la madre
de familia para asegurar el pan y el futuro de sus hijos, o ya se trate de los
hombres y mujeres comprometidos con el servicio de la sociedad?
Este mundo
entremezclado, en que la cizaña y el buen grano crecen juntos, es también el
lugar de todas las generosidades, de todas las solidaridades y de todos los
compromisos, a veces poniendo en riesgo la vida; y es también ese mundo y no otro
el que el Padre ama, por el cual El entrega a su Hijo aun hoy (la Eucaristía
nos lo recuerda) y en el que el Espíritu trabaja.
La secularización
nos ha despojado de la influencia que teníamos sobre las personas y sobre la
sociedad. Nos cuesta mucho aceptarlo. Como ha dicho en esta sala el Cardenal
Daneels, las esperanzas de los hombres y de las mujeres de hoy son
“evangelizables”. Pero ellos no pueden escuchar la palabra del Evangelio a
menos que nosotros se la presentemos como una propuesta que se dirige a su
libertad, en un diálogo verdadero en el cual respetamos su búsqueda y en el que
aceptamos recibir, aprender de su capacidad y de su experiencia de vida,
incluyendo la de los más pobres, tan llena de humanidad.
Pero en el fondo,
¿no es éste el camino que tomó el humilde carpintero de Nazaret” que se dejó
sorprender por la fe de la mujer sirio-fenicia, la del centurión o la del
crucificado con él? Tal vez es a esto a lo que nos invita el humilde signo del
pan y del vino, accesible a todos y comprensible para todos.
Gracias por
vuestra escucha.
(Intervención de Marc, Prior de los Hermanitos
de Foucault en el Sínodo de Obispos en Roma, Febrero 2007)
Andrés Opazo
La “sugerente” presencia universal del sentimiento religioso
Desde los orígenes del hombre, emergen significativos
antecedentes que indican que en su caminar ha evidenciado variadas expresiones,
conductas, manifestaciones y ritos, que dan cuenta de una reflexión, una
inquietud o definitivamente formas de
respuestas concretas a ciertas interrogantes (preguntas existenciales diríamos
hoy día) que tienen que ver con el por qué
de muchas cosas, la dimensión trascendente, el desde dónde o por qué de la vida
y el para qué y hacia dónde de la misma.
Lo inmanente y lo trascendente, la vida y la muerte,
subyacen a estas cuestiones, las que parecieran haber sido motivo de
preocupación y parte de las vivencias, ansiedades y anhelos de la humanidad
desde el amanecer de su historia. Ello ha abarcado desde las culturas y
sociedades más primitivas hasta las sociedades y culturas más contemporáneas.
Estamos en presencia de lo que en este artículo vamos a
entender como SENTIMIENTO RELIGIOSO.
Aproximaciones
Se trata de lo que el sociólogo Georg Simmel ha designado precisamente como “este anhelo, sentido por la humanidad desde el
alba de su historia y de los pueblos más inferiores hasta las cimas supremas de
la cultura” y de manera complementaria, lo que el teólogo jesuita Henri de
Lubac identifica con “la expresión y
cuestionamientos interiores del hombre frente a la vida y la muerte”.
El sentimiento religioso tiende a plasmarse en la
religión y sus instituciones, esto es, crea la religión y no a la inversa.
Pero, dicho sentimiento trasciende la religión y no siempre (no necesariamente)
deriva en una “religión o militancia religiosa”.
Frente a cuestionamientos que uno mismo podría hacerse
desde una perspectiva histórica, en cuanto a lo poco creíble que resulta que
hombres de un nivel tan primitivo (sociedad de cazadores y recolectores en los
albores de la humanidad) puedan haber
llegado a tener concepciones o haberse planteado interrogantes de “alto nivel intelectual, filosófico o existencial”, el
mismo Henri de Lubac expresa muy acertadamente que nada permite asociar a
priori y de manera exclusiva, determinados contenidos, elementos y sentimientos
religiosos con un cierto nivel o presencia de elementos intelectuales y
sociales. Se pregunta: “¿Por qué lo religioso, en tanto expresión y
cuestionamientos interiores del hombre frente a la vida y la muerte, frente a
la nada y lo trascendente, aunque sea de una forma más o menos disimulada, más
o menos ignorante de sí misma, no puede haber existido siempre?. ¿Por qué no
puede haber ocurrido que un pensamiento más elevado al respecto, se haya
abierto camino a través de expresiones ingenuas, no sólo verbales, incluso
groseras, cuya depuración será precisamente el rol que han de jugar el
posterior progreso intelectual y moral?”.
Visón de la
ciencia
Son múltiples y variados los trabajos investigativos que
ilustran y constatan lo que acabamos de sostener, esto es, manifestaciones
concretas que demuestran la presencia de este sentimiento. Ellos provienen de
la arqueología, la historia, la paleontropología, la sociología y otras
disciplinas científicas, cuyos detalles sobrepasan los objetivos de estas
páginas. Incluso, hay neurólogos que ya hablan de la neuro-espiritualidad, para
dar a entender que nuestro cerebro genera experiencias que se han denominado
espirituales, religiosas, numinosas, divinas o de trascendencia. Estas
experiencias se vinculan a estructuras cerebrales pertenecientes a lo que se
llama sistema límbico o cerebro emocional.
Por lo tanto, estamos en presencia de un sentimiento y/o deseo inherente al hombre que
se despliega desde tiempos remotos y con un carácter universal, lo que debería
llevar a preguntarnos hasta qué punto dicha presencia y anhelo se presenta no
sólo como una constante o fenómeno recurrente desde el punto de vista
histórico-social y antropológico, sino que también da paso a una hieronía
(vínculo con lo sagrado).
Dos afirmaciones
Al respecto y a modo de conclusión de estas reflexiones,
quisiera plantear dos afirmaciones o hipótesis: una, que los interrogantes y
reflexiones propias al sentimiento religioso vehiculan inexorablemente al ser
humano al problema de Dios o los dioses, generando en el hombre una suerte de
predisposición para un encuentro (“búsqueda”) con un fundamento superior que le
da sentido y horizontes a su existencia; la otra, que el misterio de lo divino y/o la referencia a
lo sobrenatural (divinidad), no es algo sólo
exterior a nosotros, sino que es un
componente “misteriosamente muy humano”.
Incluso el ateísmo, agnosticismo y nihilismo más
declarado, no echan por tierra esta tesis, ya que para declararse como tales,
tienen que haber pasado por esta encrucijada, esto es, haber enfrentado y
“vivido” la experiencia propia al sentimiento religioso, teniendo que lidiar
necesariamente con lo divino, eso sí, llegando a sus propias opciones y
conclusiones.
De este proceso reflexivo y de los interrogantes que el
hombre se ha planteado a través de su existencia frente al origen, sentido y
fin de la vida, surge una suerte de predisposición para un encuentro
(“búsqueda”) con un fundamento y sustento absoluto que le da sentido y horizontes a su
existencia (necesidad que estaría en algún lugar de nuestra psíque o “dimensión
espiritual”). Hay neurólogos que han sostenido que existe una región en el
cerebro que es competente y/o responsable del sentimiento sensación de lo
trascendente). Este fundamento y sentido no es algo solamente mundano
(secular), sino divino en el sentido de absoluto, sobrenatural.
Ernesto Moreno
ELLA ESTÁ EN EL
CIELO
María José salió del departamento de sus padres, el
domingo 11 de diciembre por la tarde. Iría a casa de una amiga y volvería
pronto. Se debe haber despedido como cualquier otro día. Voy y vuelvo pronto,
quizá dijo saliendo. O se acercó a sus padres para darles un beso e hizo un
gesto. No lo sé. Pero salió y no regresó más.
¿Cómo reaccionaríamos si una hija nuestra fuera
atropellada de muerte por un conductor borracho y reincidente?
“ … Escribo –en Cartas del diario El Mercurio, lunes 29
de mayo- en relación con el artículo publicado ayer, para hacer llegar la
opinión, el dolor y la frustración de un padre que perdió a su hija, que espera
locomoción sentada en un paradero de Américo Vespucio, la tarde del 11 de
diciembre recién pasado, a manos de un borracho irresponsable y reincidente,
que no solo mató a dos mujeres, Maria José Zarzar Muñoz y Norma Alforte, sino
además huyó e intentó generar pruebas cuyo fin era la obstrucción de la
justicia.
“Me pregunto ¿qué podemos esperar de nuestros políticos
que permanecen impasibles y preocupados de sus mezquinos intereses, mientras el
Tribunal Constitucional cercena los derechos de las víctimas de lesiones graves
y muertes, velando por los de los victimarios, sin tener en consideración que
son una amenaza permanente para la sociedad? ¿Hasta cuándo vamos a aceptar la
desidia, la inoperancia y la ineficiencia de aquellos que sustentan el poder
para decidir por nosotros, sin exigirles coherencia en la protección del bien
común?” Firmado, Emilio Zarzar Castro.
El artículo al cual se refiere Emilio fue publicado en el
diario El Mercurio el domingo 28 de mayo. Los padres de Emilia, la niña muerta
como consecuencia de un conductor irresponsable y en estado de ebriedad,
alertaban. Alertaban a la sociedad y en particular a quienes han sufrido como
producto de la acción irresponsable de conductores que perdieron la conciencia
de sus actos y se estrellaron para que seres humanos indefensos sufrieran
consecuencias indeseables. Alertaban a todos los Emilios que mantendrán su
dolor para siempre. La pena efectiva de cárcel, al menos por un año, cuando se
dicte una sentencia, podría ser transformada en una pena sustitutiva, de
acuerdo a un dictamen del Tribunal Constitucional. Y se instaló la polémica.
“En la actualidad, a mi parecer y el de otras autoridades
relevantes, consideramos inconstitucional la privación de libertad como el
último recurso para sancionar.
“ … el hacinamiento, la violencia en su interior, la
falta de atención médica, el mal trato en sus distintas formas, la opresión, la
inmundicia, baños colapsados, entre otras cosas, degradan y atentan contra la
dignidad de las personas. Situación que no corresponde a la pena privativa de
libertad, pues lo que se espera con una sanción de ese tipo es que el sujeto
tenga ocasión, en virtud de la pena asignada, de reflexionar y considerar la
gravedad del hecho cometido, permitiendo que pueda encontrarse con lo más noble
de su ser para recapacitar y enmendar (…) por eso la cárcel hoy es
inconstitucional”. Firmado, en las misma sección de Cartas, quien se considera
autoridad relevante, Padre Nicolás Vial Saavedra, Presidente Fundación
Paternitas.
¿Qué sentirán todos los “Emilios” con estos argumentos?
¿Serán capaces de desprenderse de su dolor? Le pregunté a un ser muy querido.
¿Qué harías tu si fuera una hija tuya la que hubiera muerto en una condición de
esta naturaleza? Estaría de acuerdo con una pena sustitutiva. Eliminaría la
opción de la cárcel, porque de esa forma estaría generando a un nuevo delincuente.
Las cárceles no rehabilitan. Son una escuela del crimen. Ese fue el sentido de
sus comentarios. No fueron sus palabras. Las interpreté de esta forma.
¿Habrá una visión cristiana sobre un tema tan delicado
como este? Y si la hubiera ¿sería el perdón incondicional o sería clamar por la
justicia y el cumplimiento irrestricto de las normas contenidas en la Ley
Emilia, promulgada en septiembre de 2014, como una forma de disuadir a los
bebedores para que no conduzcan y pongan en riesgo de muerte y en muerte
efectiva a María José Zarzar?
Rodrigo Silva
MAMÁ ¿DÓNDE ESTÁS?
La última vez que escribí de ti, habías recién partido.
¡Y esto fue hace un año! Para no creerlo que ya pasaron 365
días. Y todos te he recordado, con nostalgia, pero no con pena.
Nunca sentí pena, y a veces eso me preocupaba, tampoco lloré,
y no sé bien por qué.
No me importa repetir esto, estoy segura que tu vida la
entregaste por entera, a tu querido Fernando con quien debes estar ahora, a tus
hijos, a tus nietos.
Y por eso creo que te quedaste acá entre nosotros. Basta
vernos, los hermanos todos tranquilos frente a tu ausencia física, porque es
eso, ya no estás físicamente, pero vives
con nosotros.
Siento que me acompañas cada vez que tomo mis tejidos. ¡Obvio
que muero de ganas que los veas! Muero también de ganas de preguntarte cómo
voy…cómo resuelvo tal o cual problema, qué harías en mi caso ¿te gusta esta
combinación de colores? ¿Viste este nuevo modelo? Pero sé que los ves, y que
además me impulsas a ser cada vez más creativa.
Y me pregunto ¿dónde estás? ¿Cómo estás? Ya no sufres, ya no
estás cansada. ¿Puedes caminar?
Y me vuelve a aparecer esa nebulosa de la otra vida. ¿Para
dónde nos vamos después de morir?
¿Qué es ese Reino prometido? Siempre he racionalizado el
tema pensando que el Reino está acá, que lo construimos día a día para que
todos seamos más hermanos, más solidarios, mejores personas, más justos, y así,
para seguir la ruta y misión que nos dejó Jesús en su Evangelio.
¿Pero dónde estás tú y mi papá, y mi hijo…y todos los que han partido? Quiero
poder creer que su espíritu está con el Dios Padre, pero no me imagino cómo es
eso … Entonces mejor no lo pienso y solo te siento, te vivo, y ahí descubro por
qué no lloro y por qué no tengo pena.
Te quiero.
Laura Yáñez
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