Y DIOS DIJO

Lo imposible del presente es el posible del mañana. Cada generación tiene su tarea y su desafío. Y a cada una le toca inmunizarse contra el escepticismo o el fatalismo, no siempre ingenuo, sino muchas veces interesado. Así concluye el texto que nos brinda Andrés Opazo esta semana. Una invitación a soñar, a transitar por las utopías, con la convicción que todo siempre es posible. Quizá sea cuestión de un tiempo que no alcancemos a ver. Pero serán otros los testigos. Y Rodrigo Silva nos entrega un pasaje de recuerdo y de evocación. Cuando la vida se vuelve transparente y la realidad se perturba hasta convertirse en sueño.
Como siempre, esperamos sus comentarios y aportes, siempre bienvenidos.


Y DIOS DIJO: ESO ES BUENO

Una vasta reflexión científica y teológica antecede a la encíclica del Papa Francisco LAUDATO SI. Ella recoge el aporte del teólogo brasilero Leonardo Boff, un pionero que ha abierto anchos caminos. Uno de sus libros es “Ecología; el grito de la Tierra, el grito de los Pobres”. En él se nos regala un texto de Robert Muller, colaborador de las Naciones Unidas, que abre el horizonte a la esperanza en una nueva tierra y una nueva humanidad.

Y Dios vio que todas las naciones de la tierra, negras y blancas, pobres y ricas, del Norte y del Sur, de Oriente y de Occidente, de todos los credos, enviaban sus emisarios a un gran edificio de cristal a orillas del Sol Naciente, en la isla de Manhattan, para estudiar juntos, pensar juntos, y juntos cuidar del mundo y de sus pueblos.
Y Dios dijo: Eso es bueno.
Y ése fue el primer día de la Nueva Era de la Tierra.

Y Dios vio que los soldados de la paz separaban a los combatientes de las naciones en guerra, que las diferencias las resolvían mediante la negociación y el raciocinio y no por las armas, y que los líderes de las naciones se encontraban, intercambiaban ideas y unían sus corazones, sus mentes, sus almas y sus fuerzas para beneficio de toda la humanidad.
Y Dios dijo: Eso es bueno.
Y ése fue el segundo día del Planeta de la Paz.

Y Dios vio que todos los seres humanos amaban a la totalidad de la Creación, las estrellas y el sol, el día y la noche, el aire y los océanos, la tierra y las aguas, los peces y las aves, las flores y las plantas, y a todos los hermanos y hermanas humanos.
Y Dios dijo: Eso es bueno.
Y ese fue el tercer día del Planeta de la Felicidad.

Y Dios vio que los seres humanos eliminaban el hambre, la enfermedad, la ignorancia y el sufrimiento de toda la Tierra, proporcionando a cada persona humana una vida decente, consciente y feliz, controlando la avidez, la fuerza y la riqueza de unos pocos.
Y Dios dijo: Eso es bueno.
Y ése fue el cuarto día del Planeta de la Justicia.

Y Dios vio que los seres humanos vivían en armonía con su planeta y en paz con los demás, gestionando sus recursos con sabiduría, evitando el despilfarro, frenando los excesos, sustituyendo el odio por el amor, la avaricia por el darse por satisfecho, la arrogancia por la humildad, la división por la cooperación, la suspicacia por la comprensión.
Y Dios dijo: Eso es bueno.
Y ése fue el quinto día del Planeta de Oro.

Y Dios vio que las naciones destruían sus armas, sus bombas, sus misiles, sus aviones y barcos de guerra, desactivando sus bases y desactivando sus ejércitos, manteniendo solo una policía de la paz para proteger a los buenos de los malos y a los normales de los enfermos mentales.
Y Dios dijo: Eso es bueno.
Y ése fue el sexto día del Planeta de la Razón.

Y Dios vio que los seres humanos recuperaban a Dios y a la persona humana como su Alfa y su Omega, reduciendo las instituciones, creencias, políticas, gobierno y demás entidades humanas a su papel de simples servidores de Dios y de los pueblos. Y Dios los vio adoptar como ley suprema aquella que dice: Amarás al Dios del Universo con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Amarás a tu bello y maravilloso planeta y lo tratarás con infinito cuidado. Amarás a tus hermanos y hermanas humanos como te amas a ti mismo. No hay mandamientos mayores que éstos.
Y Dios dijo: Esto es bueno.
Y ése fue el séptimo día del Planeta de Dios.

Más de alguno al leer este bello texto sonreirá escéptico: poesía, pura música, ilusiones alienantes… pero la realidad dice otra cosa. A aquel yo le diría: justamente, la realidad es para cambiarla. Así hemos ido progresando desde la barbarie, bajo el impulso de los grandes anhelos latentes en el proceso de hominización y conciencia propio de nuestra evolución como especie. Así vamos haciendo nuestra la invitación bíblica del Génesis, con la esperanza de engendrar el Planeta de la Justicia, el Planeta de la Paz, el Planeta de la Felicidad; y en última instancia, el Planeta de Dios. Un Nuevo Génesis.

Aunque no sea esperable un rápido cambio en la dirección señalada por las Naciones Unidas y por el Papa Francisco en su encíclica, se nos pide a cada uno de nosotros inclinarnos ante la aspiración de la gran mayoría de los hombres y mujeres del pasado, del presente y del futuro. Si bien la meta es hoy inalcanzable, ella brilla como luz que nos señala el rumbo. Lo imposible del presente es el posible del mañana. Cada generación tiene su tarea y su desafío. Y a cada una le toca inmunizarse contra el escepticismo o el fatalismo, no siempre ingenuo, sino muchas veces interesado.

Andrés Opazo


¿DÓNDE HABITARÁN TUS SUEÑOS?

Cumplió setenta años. Veintiséis de septiembre. Cuando nos abrazamos repite una frase de siempre que podría ser su epitafio. Qué bueno que estamos juntos. Y se sonríe, con cierto nerviosismo y deseos de aprobación. Abraza como para no separarse jamás. Para que el momento se detenga en el tiempo hasta cuando la reacción de cuenta que la realidad impone ciertos límites.

Ella siempre ha parecido más frágil. Y lo es. Pero lo compensa con su generosidad desbordada. Con un corazón enorme que alcanzaría para abrazar a buena parte de la humanidad.

Hace diez años, veintiséis de septiembre, le escribía. Sería hermoso aprovechar todos los detalles de la vida. Esos que tienen que ver con las flores, la sonrisa de los niños, el canto de los pájaros, el sonido de los árboles mecidos al viento o la cordillera majestuosa e imponente.  Se trataba de poner el acento en el goce de las cosas más simples, después  de pasar por la prueba de la vida y la muerte. Y tuviste la capacidad, la fuerza y la convicción para resolver ese episodio y permitir que la vida se impusiera para recobrar la esperanza y la alegría.

Hermana, siempre que pienso en ti, la primera asociación que hago es la ternura y la entrega. La visión positiva, la sonrisa abierta y la emoción con la que cubres todas las cosas. Sin duda que eres un ejemplo de bondad.

Si una pequeña parte de la población de este mundo tuviera la bondad que  nos regalas, los seres humanos tendrían una capacidad diferente de entendimiento. Y de amarse.

De chico recuerdo tus nervios. Esa permanente angustia que nos trasmitías cuando se trataba de las cosas importantes, como una prueba o un examen. Quizá por eso tuviste que pasar por esa prueba, que fue la más sufrida y angustiosa graduación de la vida.

Tengo tu imagen cuando diste a luz. Estabas nerviosa, temerosa y reclamabas la presencia permanente de la madre que hoy en medio de las sombras y quizá de cuáles pensamientos, si los hay, se vincula contigo, a través del reconocimiento de tu voz cuando te acercas a su cama. En esa ocasión ella estaba a tu lado y caminaba de la mano contigo, al lado de tu cama dirigiéndose a la sala de parto.

En estos sesenta años, quizá tú,  más que ninguno de nosotros sabe de amor, de sufrimiento y de alegrías, porque has vivido muchos de los mayores límites que puede tener un ser humano. Por eso todos nosotros te queremos tanto.

De seguro que hoy quisieras estar con todos tus seres queridos, pero estamos nosotros para representarles a todos en esta noche. Y lo hacemos con la mayor convicción, porque tú le haces bien a la humanidad, con tu simpleza, tu vocación de ser un ser excepcional y de tener esa sensibilidad tan suave y delicada que nos entregas siempre.

Felicidades para esta noche y para todos los momentos que vienen de la vida, que ojalá te permitan profundizar  tu bondad, encausar tus energías y encontrar en cada instante una razón más poderosa para vivir en armonía y equilibrio.

Han pasado diez años. Y pareces flotar en un mundo de ensueños, con un lenguaje más limitado, con pausas, que más que reflexiones se deben transformar en angustias,  para responder con coherencia lo imposible. Te vas diluyendo. Y nosotros constatando. Cómo aferrarte e impedir que partas sin irte. Que vuelvas a nosotros en lo cotidiano. En el ir y venir de las conversaciones simples. Solo te quedas en la sonrisa y en el abrazo. Protegiéndote, escapando del sin sentido de la sinrazón. ¿Qué será mañana y pasado? ¿Dónde comenzarás a habitar con tus sueños? ¿Les podremos conocer?

Rodrigo Silva 

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