LOS DESAFÍOS PARA VIVIR EN COMUNIÓN

Bienvenidos a esta nueva entrada de nuestro blog. Andrés Opazo reflexiona sobre nuestra forma de comunión, con Dios, el universo, la naturaleza  y el resto de los seres humanos. De qué manera nos enfrentamos a la superación del ego para vivir en armonía y en un compromiso real con los más desvalidos.
Por otra parte, tomamos y reproducimos un texto de Religión Digital, cambio de título incluido, que relata una conversación con la religiosa alemana Karoline Mayer, acerca de la realidad de la iglesia y los múltiples desafíos que enfrenta. Para tener más información sobre Karoline Mayer sugerimos ver nuestra entrada del 26 de abril de este año.(https://lapalabranuestra.blogspot.cl/2017/04/historia-de-karoline-meyer.html)


ENTRAR EN COMUNIÓN

Los subterfugios del “ego” que todos llevamos dentro, se estimulan en la cultura que nos envuelve, en donde coexistimos como sujetos atomizados. Yo debo valerme por mí mismo, reclamar el derecho a lo mío, defender mi espacio individual, escalar en pos del reconocimiento propio o de mi familia. Son valores hoy inoculados con la leche materna. Pero grandes sabios de ayer y de hoy, nos advierten que, de continuar por esta vía, podemos conseguir justamente lo contrario, es decir, extraviarnos de nosotros mismos. Perderíamos de vista que mi auténtica realización se logra cuando me relaciono mejor con otros, cuando soy capaz de contemplar la naturaleza y sentirme parte de ella. En otras palabras, cuando se me da la posibilidad de entrar en comunión más allá de mí mismo.

Esta apertura hacia la comunión, no es algo distinto del anhelo, a veces implícito, por adentrarnos en Dios. El llamado a ser uno con los demás y uno con el universo físico y espiritual, es parte de la vocación a ser uno con Dios, la comunión universal. Es lo que me sugiere la lectura del libro que seguimos en comunidad, “Jesús Hoy; una espiritualidad de libertad radical”, del teólogo dominico sudafricano Albert Nolan. Pero nos advierte que la ruta hacia la comunión transita a la par de otra, la que conduce a controlar pulsiones opuestas que nos habitan y nos impiden llegar a ser nosotros mismos, a ser personas más integradas.

Uno consigo mismo
Para llegar a serlo debo poner el ego bajo control, a fin de apartar los obstáculos que traban la emergencia de mi verdadero yo, es decir, de la persona que, en el fondo, yo desearía ser. Me exige ser sincero conmigo mismo, atreverme a mirar los conflictos internos que descubro en mi existencia, aceptar el lado oscuro de mi personalidad, y tratar de hacer la verdad en mi interior; en definitiva, me aconseja volverme más humilde.

Nolan nos advierte que, a pesar de que constatemos diariamente la pulsión del ego en nuestras reacciones espontáneas, también podemos experimentar la presencia activa de nuestro verdadero yo, siempre a la expectativa y nunca enteramente dormido. Y ello sobreviene en algunos momentos. Por ejemplo, cuando sentimos el impulso a reconocer a otro y dar las gracias; una expresión de gratitud nunca es esperable del ego. O también cuando vemos brotar de nuestro interior un sentimiento de compasión ante la suerte del otro; tampoco el ego es capaz de conmoverse por algo ajeno a su interés.

El llamado a aceptarse a sí mismo y a conseguir una paz interior, surge a veces como gran desafío cuando nos vemos forzados a enfrentar la incertidumbre y el dolor inevitable, incluso la muerte. San Francisco de Asís la veneraba como su “hermana muerte” (que a todos llega, callada o fuerte). Esta puede ser la hora privilegiada de comunión con toda la realidad.

Uno con los demás seres humanos
He aquí la médula de la Buena Noticia de Jesús. Seremos bienaventurados, o sea, felices y personalmente integrados, cuando seamos capaces de mirar y acoger al prójimo. Llegar a ser uno con los demás comienza en la identificación con ellos, con el empeño de tratar de comprender, sufrir y alegrarse con la suerte de otros, especialmente de los más vulnerables y empobrecidos.

Nuestra propia condición humana revela que la vida de uno se entrelaza necesariamente con la de otros; dependemos los unos de los otros. Y en la medida en que la especie humana ha ido ocupando la superficie de la tierra, esa interconexión o interdependencia se acrecienta. Con el progreso de la civilización, esa interconexión entre humanos se vuelve estructural u orgánica. En su dinámica, las necesidades básicas, los derechos esenciales y los anhelos de paz y bienestar de algunos, vienen a ser necesidades, derechos y anhelos de todos. Hoy se ha vuelto evidente que, como humanidad, tenemos un destino compartido. Antaño sucedía que el privilegiado de la sociedad, temía a la amenaza del postergado, y se protegía de él. Hoy, en un mundo muy intercomunicado, el reclamo del que se encuentra abajo, tarde o temprano, se hace escuchar por el de arriba. Y aquí se juega el progreso hacia la comunión, la activación de esa energía que no es otra que el amor, ahora en una dimensión política. Hoy es la hora del “amor político”, es decir, de poner en su lugar la causa justa del pobre, y de la resistencia a quien lo empobrece. Por ello, abrigar una voluntad de comunión entre todos los humanos excluyendo la dimensión política, es un perfecto engaño.

Uno con el universo
“Nuestra hermana tierra clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella”. (Laudato Si, del Papa Francisco). Hemos ido tomando conciencia de ello, de que no somos sus propietarios y dominadores autorizados a expoliarla; una conciencia expandida particularmente entre los jóvenes. Y hemos visto aparecer una espiritualidad ecológica, más allá de las religiones institucionalizadas.

Por su parte, la ciencia ha revelado que nuestro universo se expande y desarrolla a partir de la explosión de un núcleo de energía inconmensurable para nuestra mente humana. La evolución de la materia-energía-amor, ha dado a luz la vida, la diversidad de plantas y animales, y ha culminado en lo que somos como seres conscientes. Las ínfimas partículas químicas de los astros son las mismas que componen nuestro organismo. Somos uno con el universo; vivimos en perpetua interconexión e interdependencia. El cuidado de la tierra no es, pues, un asunto meramente utilitario, sujeto a la supervivencia humana. Suscita la alabanza, la contemplación, el sentido de gratuidad, la comunión espiritual.

Uno con Dios
“Podemos ver todas las cosas en Dios, y a Dios en todas las cosas”, decía una mística medieval. Pues Dios se ha encarnado universalmente. Estamos en Dios cuando descendemos al fondo de nosotros mismos. Estamos en Dios cuando comulgamos con los demás. Estamos con Dios cuando lo alabamos y nos hacemos parte de su Creación. Pero Jesús nos ha revelado algo más: que ese misterioso principio, fuente y culminación de todo lo nuestro, lo podemos llamar e invocar como nuestro Padre, que nos ama, nos escucha y nos espera en el abrazo final. “Soy amado sin límites porque soy uno con todo el misterio de la vida”. (Albert Nolan)

Andrés Opazo


Karoline Mayer
SOLO LA CARIDAD NO REEMPLAZARÁ NUNCA LA JUSTICIA

El siguiente es un texto aparecido recientemente en Religión Digital. Nos permitimos cambiar el título y reproducirlo en nuestro blog, porque las reflexiones que hace esta misionera alemana, por décadas en Chile, contribuyen a un debate siempre valioso e importante.

-          Karoline Mayer: "El Papa ha tomado una postura en favor de la mujer que muchos altos cargos no comprenden"
-          La imagen de igualdad que Francisco propone "beneficiará a la Iglesia y fortalecerá a todos los cristianos"
La Iglesia todavía sufre del "vicio" que cogió al "estar dirigida por las clases altas", lo que la hace ciega al hecho de que la relación con el pobre solo mediante la caridad "no reemplazará nunca la justicia" que éste reclama.
(Cameron Doody).- A sus 74 años, Karoline Mayer -la misionera alemana conocida como la "madre Teresa de Latinoamérica"- nunca se ha sentido "menos que un sacerdote o un obispo". Desde esta autoridad que le confiere el "amor político" que siente por el mundo, y que le lleva a "querer transformar la sociedad en una sociedad de bien común", acaba de lanzar una advertencia profética. La Iglesia, dentro de cuarenta años, "se transformará estructuralmente hasta no reconocerla", para acoger en su seno a las mujeres, a los no católicos y a los otros grupos que históricamente ha marginado.
En Barcelona para presentar su nuevo libro El secreto siempre es el amor (Plataforma Editorial), la religiosa de la Congregación Misionera de las Siervas del Espíritu Santo ha hablado de su deseo de que la Iglesia "cambie profundamente" para que "todas las iglesias cristianas -anglicana, presbiteriana, católica... confluyan en una gran iglesia inspirada en el mensaje de Jesús".
El sueño de la misionera de que "todos los cristianos se sientan discípulos de Jesús, y tengan, como los budistas o los musulmanes, su propio maestro" no le parece "tan utópico", ha precisado, "ya que el Papa Francisco tiende a esta idea y a que las religiones convivan en armonía". No solo eso, de hecho, sino que el obispo de Roma -a juicio de Mayer- también es igual de consciente como ella,  que la renovación profunda de la que precisa la Iglesia ha de pasar igualmente y de una vez por todas por brindarle a la mujer el lugar y la dignidad que le corresponde. Panorama ante el que la religiosa invita a las mujeres a "no dejarse marginar, aunque la jerarquía tienda a ello".
"El Papa también ha tomado una postura en favor de la mujer que muchos altos cargos no comprenden", ha explicado la misionera, lo que solo "beneficiará a la Iglesia y fortalecerá a todos los cristianos".
Aunque Mayer haya vivido en piel propia tales horrores como la Alemania de la posguerra o la dictadura de Pinochet, aún mantiene el mismo optimismo en cuanto al futuro del mundo que profesa respecto al futuro de la Iglesia. "El mundo se convertirá en un lugar más justo para todos los que lo habitan ya que los humanos evolucionamos, cada vez más, hacia una mayor humanidad", ha apuntado en esta línea, si bien actualmente "hay más acceso a noticias que nos atormentan, y esta información nos hace conscientes de la necesidad de cambiar cosas, de denunciar injusticias y de involucrarnos".
Si bien es cierto que "los mismos horrores se han repetido en la historia", también lo es que "el tiempo también ha hecho crecer los derechos humanos y se han dado pasos grandes hacia un mayor respeto a la dignidad del ser humano", ha argumento la religiosa. Esa es la razón por la que cree que "aunque aún existan grandes diferencias, la humanidad está discerniendo y castigando comportamientos, y poco a poco surgen iniciativas que generan consciencia, que respetan al prójimo y al medio en el que vivimos y que ayudan a los demás".
Se organicen dentro o fuera de la Iglesia estas iniciativas a favor de la humanidad compartida, a la misionera Mayer todas las complacen, ya que, dice, "en el mundo priman las obras de caridad, pero esto no sirve si no hay justicia". Y es más: la religiosa piensa que la Iglesia todavía sufre del "vicio" que cogió "al tener el poder de los grandes colegios" en determinados puntos de su historia y al "estar dirigida por las clases altas", lo que la hace ciega al hecho de que la relación con el pobre solo mediante la caridad "no reemplazará nunca la justicia" que éste reclama.
Aunque el apodo de la "madre Teresa de Latinoamérica" le ha acompañado durante sus casi cincuenta años de labores misioneras en Chile, a Mayer todavía le incomoda hasta el punto en el que rehúye de comparaciones con la santa, ya que, como ha explicado, "Teresa se especializó en la caridad, que la requieren aquellos que no se valen por sí mismos y que es muy loable, y yo lucho por conseguir cambios estructurales, político-sociales".
En cambio, lo que Mayer profesa es un "amor político" que le lleva más allá, al por qué de la marginación de los necesitados de caridad, y al anhelo de "transformar la sociedad en una sociedad de bien común".

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