FESTIVIDAD QUE NOS CONVOCA

Andrés Opazo en su texto de hoy  se refiere a los “relatos de navidad”. Dice. Los encontramos en San Mateo y en San Lucas; ni Marcos ni Juan hablan del nacimiento de Jesús. Son relatos hermosos. Pero, ¿serán algo más que bellas leyendas? Muchos contemporáneos no creen en su veracidad histórica ¿Cómo entenderlos, literal o simbólicamente? Y concluye.  “Los cristianos adultos de hoy, de cultura histórica y científica, que convivimos con el agnosticismo y la sospecha ante lo maravilloso, podemos encontrar en el relato de la Navidad, una verdad más profunda que la verdad histórica, la que seguirá siendo desconocida.”. Un gran tema para una conversación con fundamento. Para debatir y compartir
Por su parte, bajo el título “el regalo de navidad”, Rodrigo Silva comenta una experiencia personal y comparte un texto de José Antonio Pagola sobre el sentido de esta festividad.

Esta es la última entrada de nuestro blog en el 2017. Lo hacemos siempre con la esperanza de compartir un mundo mejor, más humano, más justo y solidario. Este es nuestro deseo esencial para el nuevo que iniciamos en breve. A todos, un abrazo fraterno. Nos encontramos pronto.


LOS RELATOS DE NAVIDAD

Los encontramos en San Mateo y en San Lucas; ni Marcos ni Juan hablan del nacimiento de Jesús. Son relatos hermosos. Pero, ¿serán algo más que bellas leyendas? Muchos contemporáneos no creen en su veracidad histórica ¿Cómo entenderlos, literal o simbólicamente? Sabemos que los evangelios no pretenden relatar la vida de Jesús como lo haría un historiador modero, es decir, narrar hechos “tal como ocurrieron”. Son testimonio de creyentes, una expresión alegórica o poética de la fe. Un género literario común en la antigüedad. Por ello, y con el fin de alimentar nuestra fe, debemos ir más allá de la literalidad del texto. Los estudios bíblicos han avanzado muchísimo en su comprensión, gracias al conocimiento de las tradiciones, costumbres y cultura del tiempo y lugar en donde fueron redactados.

Es un hecho que sabemos muy poco del Jesús histórico, de su familia, de María, de José, de sus hermanos y hermanas, que son mencionados en Marcos 6, 2-5. En ese tiempo predominaba la familia no nuclear, sino extendida. Por ejemplo, no se dispone de ningún dato sobre José, al que representamos como un anciano. Los estudiosos concluyen en que fue un obrero de la construcción, de una edad entre 16 y 19 años. María debe haber tenido entre 12 y 16. Para Mateo y Lucas, María concibe a su hijo sin intervención de varón, a partir de lo cual la tradición (San Jerónimo, siglo IV), le atribuye una virginidad perpetua. Pero para la cultura judía, la virginidad era una desgracia y no un valor; en el ejercicio gozoso de la sexualidad y en la maternidad radicaba la realización de la mujer.

A Mateo y Lucas lo mueven una intención particular y diferente. Ambos hacen nacer a Jesús en Belén, no en Nazaret donde ocurrió según coinciden los especialistas. ¿Por qué? Por ser la ciudad de David, donde debía nacer el Mesías. Mateo se dirige a comunidades de extracción judía, por lo que destaca la figura de José del linaje de David. Jesús, su hijo putativo, es llamado a ser el Rey-Mesías, por eso es visitado por sabios de oriente. Herodes había matado a su esposa y a tres hijos suyos que lo amenazaban en el trono, y decide matar también al niño rey. Pero éste es salvado, como Moisés, y huye a Egipto, la tierra originaria del pueblo judío. Vincula, pues, simbólicamente a Jesús no sólo con rey David, sino también con Moisés, el legislador y conductor de Israel.

Lucas adopta otra perspectiva; desea anunciar a Jesús a todas las naciones y teje un relato que intenta situarlo dentro de la historia profana y universal. Pone en el centro del relato a María debido a su condición humana. José y María viajan desde Nazaret a Belén para empadronarse en la ciudad de David; se refugian en un establo en donde nace el niño. Este no es un rey, sino una criatura débil amparada sólo en el amor de sus padres. Los ángeles anuncian el nacimiento sólo a los pastores, profesión denigrada por los judíos, y luego proclaman desde los cielos (amplitud universal) la paz para todos. Lucas realiza una construcción teológica, es decir, una interpretación del acontecimiento realizado en Jesús.

La presencia de una mentalidad que no es la nuestra, se refleja bien en la idea de una concepción virginal. La figura de un nacimiento virginal no es específicamente cristiana. Se la encuentra entre los egipcios y los griegos, en las religiones de la India y de América como ocurre con Quetzalcoalt para los primeros mexicanos. Es una forma alegórica de pensar, que moviliza lo imaginario para expresar lo inefable, una realidad más rica y profunda que nuestros conceptos. Ello es más recurrente en culturas impregnadas intrínsecamente por lo sagrado. Por otra parte, hay psicólogos que allí ven la presencia de algunos arquetipos que se constatan en diversos tiempos y lugares, y dan cuenta de ideas profundas anidadas en la mente humana. En nuestro caso, creemos que la idea del nacimiento virginal de Jesús, no interesa como dato biológico sino en su dimensión simbólica. Es una señal de una especial predilección de Dios, de una elección para una misión única por El encomendada. El Profeta Isaías había anunciado a los judíos que una “doncella” concebiría al Mesías.

Ahora bien, si buscamos provecho religioso y espiritual de un texto como el de Lucas, tenemos que advertir sobre una perspectiva que sostiene a lo largo de su evangelio, y que es política en su sentido más noble. Alude a la situación concreta vivida por el pueblo pobre y marginado. Así tenemos que el pesebre, o la pesebrera, el heno, los animales, son propios de un mundo humilde e insignificante para las esferas del poder. Los ángeles se dirigen a los pastores, desprovistos de toda dignidad, en un contexto en que se mencionan a los poderosos por su nombre: Augusto, Quirino. El Magníficat habla de la liberación de los humildes y la humillación de los poderosos. Se invierten las jerarquías de valores. Los ángeles anuncian la paz desde lo alto. Una paz muy diferente a la “pax romana” sostenida militar y cruelmente por las legiones imperiales. Todo esto tiene significado hoy día.

Tenemos, entonces, un ángulo de mirada que permite comprender el sentido profundo del relato. Jesús es el Enviado, un hombre que irrumpe en el tiempo de acuerdo al designio de Dios. El teólogo Lucas implanta, así, desde el inicio, el núcleo de la convicción de fe que se forma en la primera comunidad cristiana sobre el sentido de la muerte y resurrección de Jesús. El tierno relato de la Navidad no es nada inocente; es producto de una elaboración teológica original.

Los cristianos adultos de hoy, de cultura histórica y científica, que convivimos con el agnosticismo y la sospecha ante lo maravilloso, podemos encontrar en el relato de la Navidad, una verdad más profunda que la verdad histórica, la que seguirá siendo desconocida. Vamos más allá de una mentalidad positivista y su estrecha concepción de la verdad. La realidad es mucho más ancha y diversa. La leyenda o el mito apuntan a una experiencia profunda del ser humano. Por ello, la hacemos nuestra, así como la parábola o la alegoría. Podemos aprender de ella.

Andrés Opazo


EL REGALO DE LA NAVIDAD. I

Escribiré algo muy simple. Intimo. Uno de mis hijos luce como un hombre frío y distante. Muy serio en sus expresiones. Pocas veces lo he visto reír con la soltura total de la entrega. De esas risas que flotan y se transforman en cadena con otros. Muchas veces antes de saludar escruta y evalúa. Sin embargo, siempre al vernos y despedirnos nos damos un beso. Es una costumbre. No se piensa. Se hace. No hay más gestos. Esa es la cercanía de cada encuentro. EL resto son conversaciones básicamente sobre su quehacer, que siempre nos luce interesante.

En estos días de Navidad almorzamos juntos. Vino con su esposa e hijo. El nieto de tres años. Se imaginan la delicia. Los padres venían cansados. La noche anterior estuvieron de carrete, en su casa, hasta las tres de la mañana. De esa forma luego del almuerzo él se tendió y dormir fue el paso inmediato. Entretanto salimos con su esposa, mi nuera,  mi esposa y el nieto, a jugar al jardín y luego a la piscina del edificio. Espacios de privilegio porque permiten compartir en el juego y el deseo del chico. Lo de la piscina me resultó excepcional, dentro de la más absoluta normalidad, solo que nunca lo había vivido de esa manera. Con sus alitas en ambos brazos, se lanzó al agua cuantas veces quiso. Lo recibía, se hundía un poquito, boca cerrada y a repetir el chapuzón, una y otra vez, con una alegría desbordante. Él, confiado porque su abuelo lo recibía en el agua. Siempre estaría a salvo. Por tanto lo hizo con la naturalidad de quien se arroja con confianza ilimitada. Y yo gozando a ese nieto que se abraza por unos instantes, muchas veces, que sonríe a destajo en su infinita capacidad de repetición hasta que sus deditos se arrugan al máximo, evidencia inequívoca de que es el momento de secarse y volver. La piscina se va quedando vacía de gritos y llamados.

Al retorno, su padre, mi hijo, aún estaba tendido en el sofá. Distraído en una tarde de calor, en esa modorra que invita a aislarse y solo estar presente en algo muy importante. Me senté en uno de los extremos y puse parte de su pierna y el pie desnudo sobre mis muslos. Momento para mirar y recorrer sus dedos con cierta delicadeza, observando esa imagen prolongada de mis propios pies. Se dejó observar y tocar suavemente. Se entregó a ese gesto que podría ser interpretado como un suave cariño o como una constatación de los años idos. Un retorno a la niñez, cuando los padres podemos investigar casi con minucioso detenimiento a nuestros hijos, respetando su intimidad, se entiende. En algún momento su esposa hizo alguna alusión a esos  pies tan parecidos a los paternos, tan propios e independientes a la vez, en esa actitud de descanso y entrega.

De pronto se incorporó y se sentó en el sofá. Casi mecánicamente pasé mi brazo por la parte superior de su antebrazo, allí en esa parte donde forma el ángulo recto con el hombro. Lo recibió con naturalidad e incluso creo que hizo un gesto como de acurrucarse, o así lo interpreté. De cobijarse, de protegerse o quizá fue el instante previo a despertarse del todo después de un tiempo de sueño y reparación. Quise verlo como cariño, aceptación, entrega y protección. Como unos segundos o minutos de mutuo afecto profundo. Lo suficiente para sentir un gran goce. Para rescatar otros tiempos. Esos que nunca más volverán.

Al día siguiente recibí un mensaje que complementó mi deleite. Decía “…que esta Navidad puedas gozar de la presencia de Jesús que decidió instalar su pesebre en tu corazón”

Rodrigo Silva



EL REGALO DE NAVIDAD. II

“¿Cuántos son los que creen de verdad en la Navidad? ¿Cuántos los que saben celebrarla en lo más íntimo de su corazón? Estamos tan entretenidos con nuestras compras, regalos y cenas que resulta difícil acordarse de Dios y acogerlo en medio de tanta confusión.”

Las preguntas y la afirmación corresponden a José Antonio Pagola, en un texto escrito hace algunos años. Su reflexión me interpreta por eso transcribo la primera parte en su totalidad, con la certeza que ustedes la compartirán.

“Nos preocupamos mucho de que estos días no falte nada en nuestros hogares, pero a casi nadie le preocupa si allí falta Dios. Por otra parte, andamos tan llenos de cosas que no sabemos ya alegrarnos de la «cercanía de Dios».

“Y una vez más, estas fiestas pasarán sin que muchos hombres y mujeres hayan podido escuchar nada nuevo, vivo y gozoso en su corazón. Y desmontarán «el Belén» y retirarán el árbol y las estrellas, sin que nada grande haya renacido en sus vidas.

“La Navidad no es una fiesta fácil. Sólo puede celebrarla desde dentro quien se atreve a creer que Dios puede volver a nacer entre nosotros, en nuestra vida diaria. Este nacimiento será pobre, frágil, débil como lo fue el de Belén. Pero puede ser un acontecimiento real. El verdadero regalo de Navidad.

“Dios es infinitamente mejor de lo que nos creemos. Más cercano, más comprensivo, más tierno, más audaz, más amigo, más alegre, más grande de lo que nosotros podemos sospechar. ¡Dios es Dios!

“Los hombres no nos atrevemos a creer del todo en la bondad y ternura de Dios. Necesitamos detenernos ante lo que significa un Dios que se nos ofrece como niño débil, vulnerable, indefenso, sonriente, irradiando sólo paz, gozo y ternura. Se despertaría en nosotros una alegría diferente, nos inundaría una confianza desconocida. Nos daríamos cuenta de que no podemos hacer otra cosa sino dar gracias.

“Este Dios es más grande que todos nuestros pecados y miserias. Más feliz que todas nuestras imágenes tristes y raquíticas de la divinidad. Este Dios es el regalo mejor que se nos puede hacer a los hombres.

“Nuestra gran equivocación es pensar que no necesitamos de Dios. Creer que nos basta con un poco más de bienestar, un poco más de dinero, de salud, de suerte, de seguridad. Y luchamos por tenerlo todo. Todo menos Dios.

“Felices los que tienen un corazón sencillo, limpio y pobre porque Dios es para ellos. Felices los que sienten necesidad de Dios porque Dios puede nacer todavía en sus vidas. Felices los que, en medio del bullicio y aturdimiento de estas fiestas, sepan acoger con corazón creyente y agradecido el regalo de un Dios Niño. Para ellos habrá sido Navidad.”



Comentarios

Entradas populares de este blog

EL ESPÍRITU DE JESÚS QUE INSPIRA NUESTRA VIDA

LA ESPIRITUALIDAD DE HOY

¿ADÓNDE VA NUESTRA DEMOCRACIA?