ENRIQUE MORENO L. sscc, LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
En el marco de la semana de despedida del sacerdote Enrique Moreno Laval sscc reiniciamos la publicación de LA PALABRA NUESTRA. Andrés Opazo reflexiona y agradece a Enrique su consecuencia y su capacidad para mostrar con tanta claridad el camino de Jesús. Incorporamos también el texto del sacerdote Guillermo Rosas cuando anuncia desde Quito, la muerte de Enrique. Luego, Rodrigo Silva nos apunta sobre la fragilidad, a propósito de una experiencia muy reciente que le ha tocado vivir. Finalmente, anunciamos las presentaciones que tendrá el Conjunto Los Perales en tiempo de Cuaresma y Semana Santa.
Felicidades y buen año para todos
¡GRACIAS ENRIQUE!
El domingo
pasado Enrique Moreno llegó a su destino natural. Se fundió en el Amor de Aquel
que desde siempre lo creó…, que lo guió durante su vida, y que ayer lo recibió
en el abrazo definitivo. Se cumplió su designio amoroso para quien, durante su
vida de apóstol y testigo, nos invitaba a mantener fijos los ojos en Jesús, en
la esperanza de encontrar al fin los de Dios, y poder verlo cara a cara.
Pero era
necesario pasar por la noche oscura de la fe, el dolor de su partida. Su muerte
la sentimos inexplicable, incomprensible, dados los frutos de su actividad pastoral.
Enrique fue un gran comunicador. Un hombre del Evangelio, auténtico, cercano,
acogedor, comprensivo, profundamente humano.
Y en su muerte
repentina, nos sigue evangelizando a todos a la distancia. Se encontraba
predicando un retiro en Ecuador. Pero Dios quiso que ese retiro trascendiera el
tiempo y las fronteras, para alcanzar a todos los que, de algún modo, recibíamos
sus noticias en esos días. Al unirnos primero a la crisis de Enrique y luego a su
pascua, nos ha invadido la misteriosa presencia de Dios y se nos ha inflamado
el alma en una paz, confianza, plenitud y gratitud. Pero ello no disipa la
noche oscura. ¡Qué misteriosa es nuestra fe! Nuestro encuentro con Dios se
entremezcla con la experiencia de la cruz, el dolor de sus familiares, hermanos
religiosos y tantos amigos. La muerte de Jesús y la de Enrique son para
nosotros una bendición.
Tengo el mejor
recuerdo del Negro Moreno de jóvenes en el Seminario de Los Perales. Era una
persona alegre, participativa, que nos hacía reír con sus imitaciones. Era el
zaguero central de nuestro equipo, sin ser un gran futbolista; seguramente habría
sido mejor en el básquetbol, como lo fue Don Celso, su padre. Pero un hincha
fanático de la Universidad de Chile. Recuerdo que entre los años 60 y 62 la U
disputaba el campeonato con la Católica, de la cual yo era hincha. Una vez pedimos
permiso para escuchar de noche el partido en la única radio que había en el
convento, la de los cocineros en la cocina. Cada cual celebraba silenciosamente
su gol; de Leonel Sánchez o de Tito Fouilloux. Tal era su amor a la U, que la
comunidad de la parroquia le regaló esa camiseta cuando lo despidió para irse a
Filipinas.
Décadas más
tarde me enteré de que yo estuve implicado en su detención y en su estadía en
el estadio como preso político. Después del golpe militar, arriesgó la vida
para salvar a personas de la cacería desatada. Fernando Ugarte, hermano también
en el Seminario de Los Perales, se había asilado en la Embajada de Italia. Días
después, Enrique merodeó la embajada de madrugada junto a Isabel, esposa de
Fernando, y su hijo de un año, hasta que se dio la oportunidad. Corrió hacia
adentro Isabel, y Enrique hacia el punto acordado de la reja, para lanzar la
guagua por encima. Después, la carrera para escapar y atender a otro caso. En
esas andaba cuando cae detenido. Después de pasar varios días en un carromato
militar, es encarado por sus captores, quienes le muestran un documento que lo
comprometía. En su bolso, y junto a un Nuevo Testamente y otras pertenencias,
había una carta mía de despedida de Fernando que partiría a Roma. Lo acusaron
entonces de activista, de enlace entre terroristas para facilitar su huida. Lo
esperaba el Estadio Nacional, lugar de despliegue de una pastoral inédita entre
presos creyentes y no creyentes. De ello habrá que hablar en otra ocasión.
Nos topamos ocasionalmente
en tus 50 años de sacerdocio. Pero el lazo era indestructible. Siempre tuve
presente tu amistad, tu compañía positiva y alegre, tu generosidad y
solidaridad. Siempre estuve al tanto de tus pasos. Pero sobre todo, te doy gracias
por mostrarme a Jesús, sea desde tus días en el estadio, desde La Granja, Concepción,
o desde Filipinas.
Andrés Opazo
LA REALIDAD DE LA MUERTE / EL REINO POR EL CUAL
VIVISTE
El texto que sigue lo escribió el sacerdote Guillermo
Rosas sscc en Quito. Relata los momentos de la muerte de Enrique Moreno,
ocurrida el domingo 25 de febrero, en esa luminosa ciudad.
A las 18:00 horas
(20:00 en Chile), el corazón de Enrique dejó de latir en la Clínica Pasteur de
Quito, Ecuador. En esos instantes el Dr. Sánchez, jefe de la UCI, nos explicaba
con dolor que había ya muerte cerebral, y Enrique se mantenía en vida con la
ayuda de la respiración mecánica y un estímulo cardíaco. El cerebro ya no era
capaz de gobernar los signos vitales. Unos veinte minutos antes el médico había
comprobado que no tenía ya reflejo corneal, signo claro de la inactividad del cerebro. Siendo así, nos decía, su muerte
era cosa de horas, y probablemente se produciría esta noche.
No había terminado la frase cuando entró un auxiliar a la sala donde
estábamos y le hizo un gesto que no percibí. El doctor nos miró y dijo:
"Acaba de fallecer el padre". Estábamos allí unas seis hermanas SSCC,
las dos hermanas de Enrique, un chileno que vive en Ecuador llamado Luis
Vargas, y yo.
Desde esa hora hasta la 22:00 estuvimos en la clínica, y acabamos de
llegar a casa.
Han sido de los días más intensos, tristes, esperanzados, llenos de fe, agradecidos, impresionados por el cariño recibido, de toda mi vida.
Han sido de los días más intensos, tristes, esperanzados, llenos de fe, agradecidos, impresionados por el cariño recibido, de toda mi vida.
Querido Enrique, hermano bueno y ejemplar, descansa para siempre con
los ojos fijos en quien te cautivó un día para su causa. Desde el cielo, donde
estarás con Esteban y tantos otros hermanos y hermanas entrañables, acompáñanos
y danos un empujoncito para ser cada día más fieles al Evangelio. Duerme,
hermano, a esta vida, y despierta a la del Reino por el cual viviste.
MOMENTOS
CULMINANTES
Hay momentos culminantes. Uno de ellos se produjo cuando
estaba solo en el quirófano, en los instantes previos a recibir el “cóctel” que
tenía preparado para mí la anestesióloga. Sería el comienzo de una intervención
que me tendría fuera del mundo por poco más de una hora y media. En ese
instante, luego de haber recibido el saludo del cirujano, la bienvenida de una
enfermera y mientras todo el mundo se acomodaba en sus funciones, recé. Señor,
aquí estoy, en tus manos. Me entrego. Que se haga tu voluntad. Me quedo en paz
sabiendo que estoy protegido por ti. Fue lo último antes que Macarena, la
anestesióloga, me dijera que me sentiría algo mareado y que tendría algo de
calor. Instantes, sólo instantes antes de desaparecer, cuando la vida activa y
consciente se borra. Cuando en segundos comienza un tiempo indefinido que en
algunos casos quizá será para siempre. Una hora y media, tres, cuatro, las que
sean. Nos enteraremos después. Como así ocurrió.
La operación fue considerada de emergencia. El hecho era
grave. Así lo dijeron los médicos. Desprendimiento de retina fue el
diagnóstico. Mientras más rápido se interviniera, mejor sería el pronóstico.
Escribo lo que escuché.
El especialista en retina me vio la tarde del miércoles
31 de enero poco antes de las cuatro. A las siete estaba en la clínica y a las
nueve de la noche entraba a “pabellón” como se dice en Chile.
Y más allá del rezo, el agradecimiento por la oportunidad
de resolver un tema urgente con la urgencia debida, con todos los recursos a
disposición, con un médico con la experiencia requerida y en un lugar con la
mejor tecnología y preparado para cualquier contingencia. Verdadero privilegio,
como en tantas ocasiones. Y no me canso de decirlo.
Poco antes de la intervención, entre las siete y media y
las nueve, dos visitas del médico a la habitación, para explicar el
procedimiento, para lograr el consentimiento, protocolo indispensable en estos
casos. Además, otro de los oftalmólogos, que me había operado de cataratas en
ambos ojos, tuvo la disposición y acomodó su tiempo para acompañarme por largo
rato para reducir mi ansiedad y aquietar mi inevitable angustia.
Luego vendría el personal paramédico encargado del
traslado hacia el quirófano. Dos venezolanas. Una en cada extremo de la cama.
Entre uno y dos años en Chile, con todas las ilusiones de una nueva vida por
las oportunidades inalcanzables en su país azotado por la irracionalidad y el
desenfreno. Lo mismo ocurriría al día siguiente con quien me trasladó en silla
de ruedas. Otro venezolano, como tantos miles que han llegado al país.
Han pasado veintiséis días. He tenido dos controles. El
proceso de recuperación avanza de acuerdo a lo previsto por los médicos. Para
mi es largo y lo será más aún. Pero es inevitable. Hay que ser muy paciente.
Esa es la recomendación. Luego veremos qué pasa con la visión. Para eso hay
tiempo.
Fe, mucha fe, agradecimiento y paciencia, en el marco de
mi privilegio de ser atendido en las mejores condiciones. Privilegio de pocos
en un país en que la salud es un tema de debate público, por sus costos, por su
infraestructura por sus recursos humanos. Privilegio en medio de la más
absoluta fragilidad humana. Porque ninguno de nosotros sabe qué pasará en los
próximos segundos de vida. Todo puede cambiar, sin haberlo presentido siquiera.
Rodrigo Silva
ORATORIO
DE CUARESMA Y PASIÓN/ CONJUNTO LOS PERALES
Tres presentaciones tendrá el Conjunto Los Perales durante este
mes. El 21, 27 y 30 de marzo. Esta última, en el marco del retiro de Semana
Santa del Colegio San Ignacio, en Providencia. Con
nuestras canciones nos prepararemos a vivir una Semana Santa conectados a Jesús
en oración y reflexión, nos comentan.
_ Miércoles 21 de Marzo
a las 19:30 horas
Colegio Sagrados
Corazones de Manquehue
Padre Damián Deveuster 2215,
Vitacura (Entrada Liberada)
_ Martes 27 de Marzo a
las 20:30hs
Parroquia Nuestra
Señora de las Mercedes, Los Castaños
Avda. Vitacura 7401,
Vitacura (Entrada Liberada)
_ Viernes 30 de Marzo a
las 12:30hs
Colegio San Ignacio El
Bosque
Avda Pocuro 2801,
Providencia
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