LA IGLESIA QUE NO QUEREMOS

Los enviados papales llegan el martes de la próxima semana. Las expectativas crecen. ¿Qué hará el Papa? ¿A qué obispos aceptará la renuncia? Pero ya sabemos por las palabras del propio Papa que el cambio de nombres no basta. Se requiere un cambio profundo, que en cualquier circunstancia será lento, porque es cultural. En este contexto Andrés Opazo, a partir de dos experiencias personales nos invita a reflexionar acerca de la iglesia que no queremos y de aquella que sí deseamos. Es su perspectiva, su experiencia  y la acogemos. Por otro lado, Rodrigo Silva nos relata brevemente un reciente encuentro para aprender a escuchar con el corazón. Para pensar en la relación que cada uno de nosotros establece con Dios y de qué forma nos enriquece para acompañar a quienes requieren de un soporte en momentos de dolor y aflicción.
Como siempre, nuestro blog está abierto para compartir puntos de vista y para enriquecer nuestra conversación. Les invitamos.


NO ES ASÍ LA IGLESIA QUE QUEREMOS

Días atrás, mientras hacía tiempo en Santiago a la espera de una reunión, y caminaba frente a la Catedral Castrense, en Providencia con Los Leones, me detuve para hacer allí un momento de oración. Al ingresar al templo, me sorprendió la visible lápida con que se acoge a los fieles al entrar, reflejo justamente de la Iglesia que no queremos. Contiene una diatriba, no precisamente contra el aborto en sí mismo, sino contra las personas que lo han practicado.

Nos mataron porque dijeron que estábamos demás,
como Herodes, consideraron que Jesús estaba de sobra.
Nadie nos pudo defender;
todo fue en el silencio del vientre de nuestras madres.
Nos despedazaron, nos ahogaron, nos envenenaron
con la frialdad de un verdugo

Por nuestra muerte se pagó dinero,
precio de sangre como el que recibió Judas.
Botaron a la basura los pedazos de nuestros cuerpos
para que no quedara rastro de nuestro asesinato.
Ni siquiera tuvimos una sepultura y una lápida;
no llegamos a tener nombre,
ni pudimos recibir el bautismo.
Sólo somos parte de un número macabro
de varias decenas de millones cada año.
Colaboraron en nuestra muerte poderosos de este mundo,
algunos que habían jurado respetar la vida;
e incluso nuestros propios padres.
Que nuestro grito salve a otros niños.

Padre de los cielos:
tú quisiste que fueran hijos tuyos.
Los encomendamos a tu misericordia
para que los tengas junto a ti.
Te rogamos que concedas arrepentimiento
y perdones a quienes les quitaron la vida.

Santiago, 28 de diciembre de1994
Fiesta de los Santos Inocentes


Quedé muy impactado por la asociación de las mujeres que han abortado con Herodes y la matanza de los inocentes. Aparte de lo retórico y demagógico, constituye una sofisticada y grave injuria a personas. No puede ignorarse que el aborto es un drama; en la mayoría de los casos una penosa y desesperada decisión, adoptada en circunstancias que no conocemos ni debemos prejuzgar a priori. Menos aún en términos tan genéricos y agresivos.

Mejor informados tras el largo debate sobre una ley de aborto en tres causales, sabemos que no hay necesariamente un asesinato cuando se interrumpe el embarazo en las primeras semanas. No es seguro que allí palpite efectivamente una persona humana. Esta duda puede explicar, quizás, la práctica de la propia Iglesia de no permitir el bautizo de un feto.

El texto con que la Iglesia nos recibe al entrar al templo, culpabiliza a mujeres de crímenes realizados con toda frialdad, irrespeto y carencia de sentimiento humano. Y se lanza al mismo horno en llamas, a los padres supuestamente involucrados, a los médicos e instituciones participantes, insinuando motivaciones pecuniarias, a lo Judas. ¿Habrán leído la susodicha lápida los parlamentarios que, con masivo respaldo ciudadano, aprobaron el aborto en las tres circunstancias contempladas? ¿Serán cómplices de asesinato los políticos y la ciudadanía?

La desmesura de la capellanía castrense huele a un fanatismo ideológico inhibidor de todo diálogo, incubado en su incapacidad de ponerse en los zapatos del otro. Eso no hace más que desprestigiar a una Iglesia tan cuestionada. Que incurre, además, en una gratuita ofensa a la inteligencia de los chilenos. No hay razón para que tal diatriba se mantenga a la entrada del templo.

Por otra parte, no es infundada la sospecha de que esa lápida, exhibida a fieles y transeúntes, responda a un prurito de empate moral por parte del santuario católico de las Fuerzas Armadas. Ellas cargan hasta hoy con el peso de gravísimos crímenes ordenados por el Estado chileno. Los cuales no se perpetraron contra fetos en gestación, sino contra personas maduras y conscientes, contra jóvenes y adultos con toda una vida por delante, contra padres y madres de familia.

Cualquiera que sea, pues, la presunción sobre intenciones, la tendencia a prejuzgar, culpabilizar e injuriar al otro, no puede seguir formando parte de la práctica pastoral de la Iglesia. No puede haber aprendido ello de Jesús, manso y humilde de corazón. Ella misma, también pecadora, debe mirarse hacia adentro con los ojos de su Maestro, que perdonó públicamente a la mujer sorprendida en adulterio y cuestionó a sus acusadores. Jesús brindó, siempre y a todos, una acogida comprensiva y profundamente humana. En su huella, el Papa Francisco hoy nos llama a todos a vivir la misericordia como atributo y don de Dios. Para que la Iglesia chilena pueda renovarse según el Evangelio, debe conocer la humildad y el respeto. De este modo, también podrá recuperar credibilidades y confianzas perdidas.

Andrés Opazo



LA IGLESIA QUE QUEREMOS, QUE CREE EN EL ESPÍRITU

Comparto párrafos de un mensaje que el obispo de Orleans, Guy Riobé, fallecido en 1978, proclamó al finalizar el Concilio Vaticano II. Él tuvo un especial acercamiento a los sacerdotes y religiosos que en esos años estudiábamos en París. Nos citó a un encuentro, en el que tuve la gracia de conocerlo. Al leer su texto completo en el contexto de crisis de nuestra Iglesia en Chile, coincido con los que estiman que su gran deficiencia es de carácter teológico y espiritual.

¿Cuándo podremos nosotros, liberados de nuestras fórmulas vacías y del juego entrecruzado de nuestras abstracciones, confesar nuestra fe en el Espíritu Santo mediante una palabra capaz de ir del corazón al corazón, como una llama que se funde con otra llama? Creer en el Espíritu es creer en la Vida, es creer que toda vida tendrá en El, definitivamente, victoriosamente, la última palabra sobre todas las fatalidades de desagregación, de inmovilismo y de muerte.

Yo ceo en el Espíritu Santo no como en una puerta abierta para evadirme, sino como la única esperanza que, en definitiva, puede animar la historia de los hombres.
Yo creo en el Espíritu que anima hoy los grandes esfuerzos de liberación que tienden hacia una universalidad humana concreta, diversa, y por ello capaz de comunión ofrecida a la igual dignidad y al libre encuentro del hombre y de la mujer, de las etnias, de las culturas.

Yo sé bien que, desde fuera de nuestras iglesias, muchos hombres buscan el Dios de Amor que solamente el Espíritu puede darnos a conocer y a amar. (…) Todas las instituciones, todos los signos, aun los más sagrados, se degradan si no aceptan cambiar la piel en cada primavera, cualquiera sea el precio y la amplitud de los desgarramientos y de los sufrimientos que tengan que aceptar. Nuestras comunidades, como todas las instituciones, no escapan a los tiempos y a su desgaste. La Iglesia, en diversos momentos de su historia, ha tenido miedo del Espíritu, ha cesado de ser mística y creadora, para convertirse en jurídica y moralizante. Entonces, las ventiscas del Espíritu han soplado en su periferia y a veces contra ella, con una gran exigencia de vida creadora, de justicia y de belleza.
Ella no puede bloquear las puertas para disponer con mayor seguridad de ella misma.

Yo deseo que entre seres humanos pongamos en común todas nuestras fuerzas de amor, para que los niños de mañana conozcan el fin de la injusticia y del odio. Yo comulgo así con la esperanza de todos aquellos que están convencidos de que es posible un mundo de respeto, de justicia, de igualdad y de amistad.

Todos tenemos una cita con el Amor desconocido que no podemos ni nos atrevemos a nombrar, por temor a encerrarlo en los límites de nuestro tiempo. En distintas edades de su vida, cada uno lo acoge y lo designa a su manera. En distintos momentos del despertar espiritual del hombre, cada civilización lo recibe y lo expresa en su cultura.

Andrés Opazo


ESCUCHAR CON EL CORAZÓN

Fue una mañana bien fría la de un sábado reciente. El encuentro estaba previsto en el Colegio Saint George. Y se hizo. Poco menos de cuatro horas para realizar un ejercicio de crecimiento espiritual. Aprender y profundizar a escuchar con el corazón, en el marco de personas que participamos de una pastoral dedicada a la salud. Que nos unimos en oración por los enfermos y les visitamos para acompañarles y ponernos a su disposición. Es un ejercicio que nos reconforta y nos permite agradecer por la vida y reconocer que en la enfermedad y el desamparo hay una oportunidad de crecer en la fe y la esperanza.

Lo ha vivido Anita María, una mujer “empresaria de familia”, porque ha ocupado durante muchos años los roles que le corresponde a una “gerente” que tomó la decisión de apoyar a todos y cada uno de los miembros de su núcleo familiar. Y lo ha hecho con éxito. Pero también ha vivido enfermedades y recuperaciones temporales. Sabiendo que la disciplina y el rigor superarán los momentos adversos. Y además, reflexionando sobre el valor que tienen esos momentos de abandono para centrarse en sí misma. Para gozar de la presencia de Dios, que la fortalece y la nutre, que le da vigor para sus tareas de madre y esposa. Y de hija.

Lo viví yo cuando hace algunos años tuve una minusvalía temporal y, además, el privilegio de haber sido tratado con oportunidad y recursos para una recuperación que por algo más de seis meses me permitió comprender las limitaciones, en muchísimos casos permanentes, de quienes han tenido la desgracia de perder parte de sus facultades.

Nos preparamos en medio del silencio y la concentración para sentir la presencia de Dios entre nosotros y en cada uno. Esa conexión fue francamente extraordinaria. Tuvimos la guía de dos personas del Centro de Espiritualidad Santa María que nos acompañaron en este ejercicio. Que lo habían hecho el año anterior y con los cuales tenemos un tremendo agradecimiento, porque nos permiten alcanzar momentos de plenitud y de goce. Guillermo y Anita han sido guía y compañeros en esta ruta de crecimiento espiritual. Personas dedicadas a compartir su experiencia y metodología, como aprendices, despojados de todo egocentrismo.

Hicimos ejercicios para que cada uno tratara de situarse en su experiencia cotidiana acerca de la forma cómo se relaciona con Dios. Una mañana de piel, de cercanía corporal, de introspección. De oración y de silencio. De apertura y de profundo encuentro humano.

Salimos felices, diría que regocijados, con la convicción que nuestra misión pastoral se enriqueció y que la manera de entender la oración y el encuentro personal con Dios ganó algunos peldaños.  Qué maravilloso es sentir esa comunión.

Rodrigo Silva


Comentarios

  1. NADA CAMBIARA SI EL CENTRO EN ROMA SE ARROGA LA UNICA PALABRA PARA ENTENDERNOS CON DIOS, NUESTRO PROJIMO Y CON NOSOGROS MISMOS.

    LA VOZ PASTORAL SIMEPRE TIENE SENTIDO Y VALOR PARA TODOS. PERO NO ES LA UNICA NI CUBRE TODA LAS POSIBILIDADES QUE DIOS OFRECE.

    EL IMPERATIVO "NIHIL OBSTAT" ES SOLO UNO DE LOS TANTOS CERROJOS A NUESTRO LIBRE ALBEDRIO Y A LA LIBERTAD DEL MISMO DIOS, A QUIEN SE QUIERE ENCERRAR EN LOS PASILLOS DE DICASTERIOS Y CONGREGACIONES VATICANOS.

    ES EXACERVACION DE PODER PARA IMPERAR. NADA QUE VER CON EL CUIDADO PASTORAL DE LA VIDA Y LA FE.

    CIERTO QUE HAY QUE CONVERSAR EN VEZ DE PURA REBELDIA. PERO, NO NOS DEJEMOS ENGANAR. PASAN LOS DIAS, LAS SEMANAS Y LOS MESES Y, APARTE DE BUENAS PALABRAS Y GESTOS, nada de lo importante sucede.

    CIERTO NO BASTA CON REMOVER OBISPOS. \

    PERO TAMBIEN ES CIERTO QUE CON IGNACIO GONZALEZ, CON RAMOS, SILVA, Y CASI TODO ESE LOTE EXCEPTO MONS. INFANTI (QUE DE TODOS MODOS ESTA A PUNTO DE RETIRO POR EDAD, POR DESGRACIA) NADA MEJORARA.

    TAMBIEN HE PASADO A REZAR EN SAN RAMON (LOS LEONES). Y LO MISMO QUE APENA Y AVERGUENZA A ANDRES, ME HA APENADO Y AVERGONZADO. ESA ES LA PARROQUIA DE LAS FUERZAS ARMADAS. EL QUE FUERA FEUDO DE BARROS, DE GONZALEZ Y SILVA. DONDE SE MEZCLA EL PODER DE ASESINAR Y EL POODER DE EXCOMULGAR.
    TODO UN SIGNO DE COMO LOS INTERESES DEL MUNDO DISPONEN DEL LO SAGRADO COMO SI FUERA MONOPOLIO.

    TAMBIEN HAY QUE DESHACERSE AHORA DE ESTOS EPISCOPADOS

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