ESPIRITUALIDAD DE TODO EL MUNDO

En la entrega de hoy, Andrés Opazo cierra su serie de reflexiones sobre espiritualidad, partiendo por la idea de “oposición entre la inmanencia (lo nuestro, lo de aquí y ahora), y la trascendencia (lo del más allá, lo de Dios). Prefiere hablar de transparencia, es decir, del “reflejo de Dios en la naturaleza, en los hombres, en la historia.” Considera la “convergencia de aspiraciones y desvelos humanos de muy diversa procedencia, en pro de un mundo y una vida mejor, más bella, más amable. Y en ese mismo instante, más transparente y penetrada por la divinidad.” Por su parte, Rodrigo Silva nos entrega algunos apuntes sobre la marginación del Evangelio por parte de la iglesia, a propósito de una entrevista del teólogo José María Castillo en Religión Digital, todo en el marco de procesos judiciales, denuncias y revelaciones que propician un nuevo tiempo para la iglesia en Chile.
Como siempre, les invitamos a compartir, discrepar, debatir y escribirnos. Estamos abiertos para enriquecer nuestras miradas.



ESPIRITUALIDAD EN EL MUNDO

Es frecuente la creencia de que dedicarse a cosas del espíritu implica alejarse de lo material, del mundo, del acontecer en esta tierra. Pues la espiritualidad ha estado marcada en el cristianismo por la opción monacal, entendida en un comienzo como huida del mundo, alejamiento de las preocupaciones corrientes de los humanos. Subyace a esta idea la oposición entre la inmanencia (lo nuestro, lo de aquí y ahora), y la trascendencia (lo del más allá, lo de Dios).

Pero esta es una distinción insatisfactoria para personas que desearían encontrar a Dios en esta vida, y no sólo en una metafísica abstracta, o como premio final en el cielo. En lugar de hablar de inmanencia y trascendencia, sería preferible hablar de transparencia, es decir, del reflejo de Dios en la naturaleza, en los hombres, en la historia. “Los cielos proclamen la gloria de Dios, y anuncie el firmamento la obra de sus manos”. (Salmo 19)

En el cuidado de cada ser humano y del universo entero, nos sumamos a la obra de Dios. Cuando nos asociamos en vista de la paz en las mentes y en los corazones, allí nos espera Dios. Como así mismo cuando luchamos por la eliminación del hambre, la enfermedad, la ignorancia, el sufrimiento; o cuando sustituimos el odio y la desconfianza por el amor, el cuidado mutuo, la cooperación, la responsabilidad. Es preciso entonces tener los ojos del espíritu bien alertas. La presencia de Dios puede resplandecer ante nuestra mirada, y llenarnos de paz y de gozo.

Hoy somos conscientes de la convergencia de aspiraciones y desvelos humanos de muy diversa procedencia, en pro de un mundo y una vida mejor, más bella, más amable. Y en ese mismo instante, más transparente y penetrada por la divinidad. Lo expresa muy bien un colaborador de Naciones Unidas, Robert Muller, cuyo texto reproduzco más abajo. Lo titula “Segundo Génesis”, aunque yo preferiría: “Génesis de todos los días”, puesto que la Creación no ocurrió sólo en el instante inicial, sino que acontece en nuestro presente. Transparentar a Dios y agradecer su obra en nosotros y en nuestro mundo, nos abre hacia una mayor plenitud de sentido. Es el ideal de una espiritualidad ecológica, cósmica, profundamente humana y, por ello, ecuménica.

Más aún para el cristiano que cree en un Dios encarnado en el hombre que fue Jesús de Nazaret. Al asumir lo humano, Dios hace suya nuestra carne, nuestro componente material, y así diviniza todo lo existente. Esta verdadera humanización de Dios no es otra cosa que la penetración del amor en lo íntimo de nuestra tierra y de nuestro proyecto humano.

En el Génesis que leemos a continuación, vemos cómo el empeño por el cuidado de la tierra y de los pueblos, por la construcción de una paz universal, por la expansión de la felicidad, se encuentra un camino para que los hombres podamos recuperar a Dios.

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“Y Dios vio que todas las naciones de la tierra, negras y blancas, pobres y ricas, del Norte y del Sur, de Oriente y de Occidente, de todos los credos, enviaban sus emisarios a un gran edificio de cristal a orillas del Sol Naciente, en la isla de Manhattan, para estudiar juntos, pensar juntos, y juntos cuidar del mundo y de sus pueblos.
Y Dios dijo: Eso es bueno.
Y ése fue el primer día de la Nueva Era de la Tierra.

Y Dios vio que los soldados de la paz separaban a los combatientes de las naciones en guerra, que las diferencias las resolvían mediante la negociación y el raciocinio y no por las armas, y que los líderes de las naciones se encontraban, intercambiaban ideas y unían sus corazones, sus mentes, sus almas y sus fuerzas para beneficio de toda la humanidad.
Y Dios dijo: Eso es bueno.
Y ése fue el segundo día del Planeta de la Paz.

Y Dios vio que todos los seres humanos amaban a la totalidad de la Creación, las estrellas y el sol, el día y la noche, el aire y los océanos, la tierra y las aguas, los peces y las aves, las flores y las plantas, y a todos los hermanos y hermanas humanos.
Y Dios dijo: Eso es bueno.
Y ese fue el tercer día del Planeta de la Felicidad.

Y Dios vio que los seres humanos eliminaban el hambre, la enfermedad, la ignorancia y el sufrimiento de toda la Tierra, proporcionando a cada persona humana una vida decente, consciente y feliz, controlando la avidez, la fuerza y la riqueza de unos pocos.
Y Dios dijo: Eso es bueno.
Y ése fue el cuarto día del Planeta de la Justicia.

Y Dios vio que los seres humanos vivían en armonía con su planeta y en paz con los demás, gestionando sus recursos con sabiduría, evitando el despilfarro, frenando los excesos, sustituyendo el odio por el amor, la avaricia por el darse por satisfecho, la arrogancia por la humildad, la división por la cooperación, la suspicacia por la comprensión.
Y Dios dijo: Eso es bueno.
Y ése fue el quinto día del Planeta de Oro.

Y Dios vio que las naciones destruían sus armas, sus bombas, sus misiles, sus aviones y barcos de guerra, desactivando sus bases y desactivando sus ejércitos, manteniendo solo una policía de la paz para proteger a los buenos de los malos y a los normales de los enfermos mentales.
Y Dios dijo: Eso es bueno.
Y ése fue el sexto día del Planeta de la Razón.

Y Dios vio que los seres humanos recuperaban a Dios y a la persona humana como su Alfa y su Omega, reduciendo las instituciones, creencias, políticas, gobierno y demás entidades humanas a su papel de simples servidores de Dios y de los pueblos. Y Dios los vio adoptar como ley suprema aquella que dice: Amarás al Dios del Universo con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Amarás a tu bello y maravilloso planeta y lo tratarás con infinito cuidado. Amarás a tus hermanos y hermanas humanos como te amas a ti mismo. No hay mandamientos mayores que éstos.
Y Dios dijo: Esto es bueno.
Y ése fue el séptimo día del Planeta de Dios.”

Andrés Opazo



MARGINACIÓN DEL EVANGELIO

Que Jesucristo sea el centro de nuestra vida. Ponerlo allí, en el corazón, anidado, sintiendo su presencia. Esto nos lo ha pedido el Papa. Se lo ha pedido a la iglesia chilena. ¿Pero quién es Jesús y dónde está su mensaje? Las investigaciones del teólogo José Antonio Pagola me han permitido ver y sentir a Jesús de otra forma. Como un hombre bueno, generoso, amoroso, cercano, de carne y hueso, preocupado por los más postergados, por los que sufren, por los marginados. En su contexto histórico. De allí en adelante nunca más vi la cruz de la misma forma. La manifiesta y evidente crueldad en contra de Jesús crucificado adquirió otra dimensión. Jesús se enfrentó al poder, lo desafió con un nuevo mensaje de humanidad, que está justamente en el Evangelio. Por tanto, la iglesia, si efectivamente se centra en Jesús y su palabra tiene que hacer un cambio radical. Eso es lo que está pidiendo el Papa a gritos.

En eso estaba pensando -en medio de tanta denuncia, testimonios cada vez más sorprendentes de abusos de curas y monjas, de la citación del Cardenal Ezzati a declarar como imputado en la Fiscalía de Rancagua,  y de las sorprendentes declaraciones del vocero de la conferencia episcopal en las que indica que el Papa habla de modo coloquial sobre encubrimientos- y sin pensarlo, conecté con una entrevista al teólogo español José María Castillo, en Religión Digital. Y me quedé escuchando su voz pausada y reflexiva de hombre mayor cercano a los noventa años. Sostiene, casi textualmente que el Evangelio debe dar respuesta a las preocupaciones y necesidades actuales de la gente. Y hoy nos dice que en cuestiones muy fundamentales de la vida, este mundo ha derivado hacia otros intereses, otros problemas y otras soluciones que están justamente en oposición al Evangelio. A esto quiero añadir, lo más fundamental, la relación entre la Iglesia y el Evangelio. Lo fundamental a mi manera de ver es que la iglesia, en gran medida ha marginado el Evangelio. Si bien debe ser la base, el eje, el centro, sin embargo, no lo es. Así lo dice, claro y directo. Tajante.

Y luego la esperanza de Castillo en la figura del Papa Francisco, calificado como un personaje singular en la historia del papado. Es un Papa original. Es un hombre que sin decirlo está cambiando el papado porque su manera de vivir, su humanidad y, sobre todo, su cercanía a la gente, su sintonía con los que nadie sintoniza, con las gentes más desamparas y desgraciadas de este mundo, todo eso está cambiando el futuro de la iglesia.

A su juicio el Papa tiene muchos enemigos dentro de la iglesia que quisieran quitarlo de en medio cuanto antes, o que Dios lo haga. Y sostiene que la raíz del problema está en que la iglesia desde sus orígenes ha tenido una dificultad, una distancia y a veces una contradicción muy fuerte con el Evangelio. Y no olvidemos que el Evangelio no es pura religión y prueba de ello es que al protagonista lo mató la religión. Y según los relatos del Evangelio, que a fin de cuentas es una teología narrativa, de sucesos de la vida, todos coinciden en que el Evangelio no es una religión, lo mismo que el cristianismo. Es un proyecto de vida. Nunca debería olvidarse que el Evangelio es la historia de un conflicto que terminó en muerte. Y los que más se empeñaron en que había que matarlo eran los máximos cargos de la religión.

Desde el momento en que la iglesia y el cristianismo se han organizado como una religión, lo han hecho a costa de desfigurar, deformar y de marginar el eje y el centro del Evangelio. Así de directo.

Y José María Castillo recuerda que las primeras iglesias se expandieron sin conocer el Evangelio y luego hace un recuento histórico que permite comprender y profundizar en su visión.
Sin embargo, su esperanza está en el Papa y en quienes en conjunto con él trabajan para un cambio de futuro. El Papa es una bendición pero está muy condicionado y califica su firmeza y coherencia como un auténtico milagro. 

En la entrevista con Religión Digital, Castillo aborda tres temas sustantivos que se deberían abordar con urgencia. Las homilías, la participación de hombres casados y el rol de la mujer, en igualdad de condiciones que los hombres.

Sabiduría, años de estudios e investigación y una visión que para algunos o muchos puede ser polémica. Pero que contribuye a confrontar miradas de largo plazo, en una iglesia que hoy, al menos en Chile está comenzando a despertar.

Rodrigo Silva

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