IGLESIA EN TIEMPOS DIFÍCILES Y ESPERANZADORES

En esta entrega, Rodrigo Silva nos apunta a los difíciles momentos que vive la iglesia en Chile y la imagen que de ella tienen los chilenos, a través de algunos datos de la reciente encuesta CADEM. En paralelo, algunas conclusiones de la asamblea extraordinaria de la jerarquía y las tareas de un matrimonio de iglesia, que trabajan día a día por su transformación. También, en esta entrega compartimos el texto de la Homilía del sacerdote Fernando Montes, con motivo de la celebración de sus cincuenta años de sacerdocio. Un ejemplo de vida dedicado a seguir a Jesucristo y su palabra, para compartirla e interpretarla con nuestra realidad.
Como siempre nuestra invitación para entregar sus opiniones, disentir o compartir puntos de vista que enriquezcan el debate


EN EL PEOR MOMENTO TAMBIÉN HAY ESPERANZA

Las cifras son elocuentes y los juicios categóricos. En una encuesta de la semana pasada –CADEM- el 83% considera que la iglesia católica no es honesta  ni transparente y el 96% que protege a sacerdotes acusados. Ni más ni menos.

Julio y Julia tienen treinta y dos años de matrimonio, la misma cantidad de años que viven en la población Joao Goulart, en la Comuna de la Granja. Ellos son iglesia. Han dedicado muchos años a un servicio social como parte de su parroquia.

Sólo un 46% declara ser católico. Suma y sigue. Un 76% desaprueba la manera en que la Iglesia está desarrollando su labor, mientras que solo el 19% de los chilenos la aprueba.  

SI uno hubiera sido por ella yo no estaría acá. Lo dice Julio de Julia, su esposa. A la Julia le sobran méritos. Ella nació en un ambiente solidario natural. Mi suegra recibía a mucha gente que trabaja en casas particulares. Eran sus amigas. Siempre la casa estaba llena los fines de semana.

Más. Un 73% sostiene que no es humilde, un 67% que es poco cercana, un 66% que no se adapta a los nuevos tiempos, un 60% que trabaja poco en terreno, un 58% que no conoce ni se preocupa por las necesidades de las personas, y un 53% que no es solidaria.

Dieciséis años en un trabajo constante en la parroquia. Primero, como guías de catequesis, parte del equipo de animación, luego en lo económico. Y desde el 2011 el foco central de ambos es el acompañamiento de las personas vulnerables: alcohólicos, drogadictos, gente de la calle, a quienes buscan, reciben y atienden.

Finalmente, un 96% de los encuestados cree que la iglesia oculta o protege a los sacerdotes acusados y un 39% considera que los casos de abusos sexuales afectan a la mayoría de los curas.
Cifras agobiantes. Juicios lapidarios. Encuesta CADEM, efectuada la primera semana de agosto, en paralelo a la asamblea extraordinaria de los obispos en Punta de Tralca.

En esta tarea he comprendido el significado de la parábola del buen samaritano. Jesús se comprometió con el futuro de las personas. Por eso hay que ponerse en los zapatos del otro. Por eso con Julia estamos agradecidos de la vida y del impacto que ha tenido en la familia nuestra acción. Lo dice Julio, por él y por Julia. Y por sus hijas.

Terminada la reunión de los obispos, el mismo domingo 5 de agosto, el Papa les envió una carta, de puño y letra. Les dijo que había quedado impresionado  “por el trabajo de reflexión, discernimiento y decisiones que han hecho. Que el Señor les retribuya abundantemente este esfuerzo comunitario y pastoral. 
Las decisiones son realistas y concretas. Estoy seguro de que ayudarán decididamente en todo este proceso. Pero lo que más me tocó es el ejemplo de comunidad episcopal unida en el pastoreo del santo pueblo fiel de Dios. Gracias por este ejemplo edificante… porque “edifica” la Iglesia.”

Su visión es crítica. Julio sostiene que su parroquia es activa en la pastoral sacramental, pero que está decaída en la pastoral social. No parece estar en las prioridades de la planificación de la parroquia, a pesar de tener tantos testigos. Ese legado es de recuerdo, pero no de mucha actividad. No es el sello fuerte. Como lo fue en la década del 60.
El sistema nos ha hecho más indiferente. Primero estamos tratando de resolver nuestros problemas, nuestras necesidades, los colegios, los chiquillos. Este tipo de vida nos hacer más indiferentes.

Los obispos, en su declaración post asamblea, reconocieron “humildemente que hemos fallado a nuestro deber de pastores al no escuchar, creer, atender o acompañar a las víctimas de graves pecados e injusticias cometidas por sacerdotes y religiosos. A veces no reaccionamos a tiempo ante los dolorosos “abusos sexuales, de poder y de autoridad” y, por ello, pedimos perdón en primer lugar a las víctimas y sobrevivientes.”

Mientras no asumamos nuestra verdadera responsabilidad, la iglesia no va a cambiar. La carta del Papa hay que responderla. Invitemos a los laicos. Necesitamos que se hagan las cosas diferentes. Si nos ponemos las pilas habrá una transformación efectiva.

También reconocieron “que no siempre supimos acoger en todas las instancias eclesiales las orientaciones del Consejo Nacional de Prevención para abordar oportunamente los casos de abuso sexual. Nuestras faltas u omisiones han causado dolor y perplejidad, han afectado la comunión eclesial y han dificultado la conversión y minado la esperanza.” Y a la vez tomaron decisiones y asumieron compromisos tanto en el tratamiento con las víctimas de abusos, en la colaboración con las investigaciones que lidera la fiscalía, como también en el ámbito de la formación y de las estructuras de las diócesis.

No podemos dejar solos a los curas. Nosotros somos parte de esta iglesia. El laico, como dice el Papa, no es de segunda o tercera categoría. Pero lo hacemos al revés. Ponemos a los curas en un sitio que no les corresponde.

Hay quienes son muy escépticos ante estas declaraciones. Derechamente no les creen. Para otros son caminos de esperanza, como un parte de un largo proceso de transformaciones, de una iglesia que deberá reformar el ejercicio del poder.

Julio y Julia se dedican en cuerpo y alma a la asistencia de los más postergados. Tenemos que despertar la conciencia laical en la parroquia.  El sábado 18 de agosto tendremos un conversatorio con los laicos. Para preguntarnos qué nos pasa, en qué me afecta todo lo que está ocurriendo, qué me dice. Somos del orden de treinta personas. Un grupo a partir del cual se haga un proceso diferente. Que se sienta la participación de los laicos en todos los niveles. Una verdadera comunidad.

Momentos diferentes. Instancias de jerarquía e instancias de la iglesia de todos los días. Julio y Julia y cientos y cientos más. Como cientos y cientos de sacerdotes que en sus comunidades hacen un trabajo extraordinario y que deben sentirse avergonzados con toda seguridad. Y estarán, en el mismo proceso de reflexión para seguir aportando a un cambio real.

Rodrigo  Silva


UN SERVICIO PARA MARCHAR CODO A CODO CON EL PUEBLO DE DIOS


Fernando Montes Matte celebró el miércoles recién pasado sus cincuenta años de sacerdocio en la Iglesia de San Ignacio de Alonso Ovalle.  “Este aniversario fue la ocasión de agradecer a Jesucristo por mi vocación. Ella ha permitido darle mucho sentido a mi vida. A pesar de mis debilidades he podido servir a Dios y a la Iglesia acompañando a muchas personas en momentos importantes de su vida. La gente fue muy cariñosa.”, me comentaba en un correo electrónico. En su homilía, efectivamente agradeció profundamente y destacó muchos pasajes de su formación, para terminar diciendo: En el ocaso de mi vida, mi espiritualidad es cada vez más sencilla, amo intensamente a Jesucristo, y espero que en mi debilidad pueda contribuir en algo a una renovación profunda de la Iglesia y de la Compañía de Jesús. Les agradezco su presencia y les pido que recen por mí.” Su texto.

"Quisiera comenzar repitiendo literalmente las palabras de San Pablo en la epístola a los filipenses que acabamos de oír: "Gracias a las oraciones de ustedes. Espero no desanimarme por nada; al contrario estoy completamente seguro que ahora como siempre, viva o muera, Cristo será engrandecido en mi persona. Porque para mí la vida es Cristo y morir una ganancia (…) En nombre de Cristo, si algo vale el consuelo afectuoso o la comunión en el espíritu, o la ternura del cariño, les pido que hagan perfecta mi alegría (…) Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús (…) Esa será mi gloria el  día de Cristo: la prueba de que no he corrido ni me he fatigado en vano (…) Me alegro y comparto su alegría, también ustedes alégrense y celébrenlo conmigo.” Estas palabras de San Pablo tienen hoy para mi mucho sentido.

A los pies de esta virgen  que está en el altar hice parte de mi discernimiento vocacional. Me emociona saber que aquí también lo hicieron el P. Hurtado y Juanita de los Andes. Aquí, bajo esta imagen, hace 50 años, Mons. Fernando Ariztía me ordenó sacerdote.

En esta misa quiero ante todo Agradecer a Jesucristo que me llamó y a quien he querido seguir. Quiero dar gracias a su Padre que es mi Padre y a su Espíritu que me ha acompañado y guiado paso a paso en estos 50 años. Deseo también recordar a mis papás, a mis hermanos Alfredo, Maria Eugenia y Carlos; a mis cuñados y, a todos los que me formaron y ya partieron,  a tantos amigos y compañeros ausentes.

En estos días he repetido parafraseando la poesía de Francisco Luis Bernárdez:

Si para conseguir lo conseguido
Tuve que soportar lo soportado
Si para estar aquí ahora agradecido
Fue menester hacer un largo recorrido
Tengo por bien sufrido lo sufrido
Tengo por bien llorado lo llorado
Porque después de todo he comprendido
Que lo que tiene el árbol de florido
Vive de lo que tiene sepultado

Todo lo que tengo hoy en lo más hondo de mí y en mis recuerdos florece esta tarde, en esta acción de gracia, porque después de todo he comprendido que lo que tiene el árbol de florido vive de lo que tiene sepultado.

Quiero agradecer esta larga vida sacerdotal que ha sido más feliz y fecunda de todo lo que yo podría haber soñado. Entré a la Compañía muy joven. Nunca soñé que yo podría hacer lo que he debido hacer. En el noviciado tuve como formadores a José Aldunate, Alfonso Vergara  y a otros que recuerdo con enorme cariño.

Yo entré a una Compañía de Jesús anterior al concilio Vaticano en una iglesia preconciliar. En mis primeros ocho años de compañía fui siempre el menor en edad entre mis compañeros, alguien relativamente tímido de quien no se podía esperar demasiado. Recibí una formación espiritual, humanista y filosófica. Al terminar mi filosofía en Argentina, ciertamente siento que  por exclusión me asignaron una misión que significó un enorme acto de confianza de la Compañía de Jesús hacia mí. Fui enviado a hacer mi experiencia de magisterio a Padre Hurtado para colaborar en la formación de los jesuitas jóvenes. Antes fueron nombrados dos compañeros que estaban mejor preparados que yo, pero por diversos motivos ellos no pudieron y, como digo, por exclusión me designaron. Esos años fueron muy importantes para porque profundicé los estudios humanísticos y tuve contacto profundo con padres como José, Correa, José Donoso y Aturo Gaete.

Al terminar ese periodo como profesor de jesuitas, me enviaron a estudiar teología a Europa algo que jamás había imaginado. Fui destinado a Lovaina y por un don inmenso de la Providencia, ese año no había cupo en Lovaina y mientras se producía  me mandaron a hacer mi primer año de teología a Roma. Fue un año intenso y providencial. Se celebraba entonces  la última sesión del concilio y eso me marcó a fondo. Tuve el privilegio de tener un hondo y frecuente contacto con Monseñor Manuel Larraín quien me compartió lo que se vivía en el aula conciliar.

Yo hice ahí el tránsito espiritual de la antigua a la nueva Iglesia. Ahí comprendí  que el Concilio nos pedía  tener una doble mirada: por una parte redescubrir las fuentes del cristianismo, volver a Jesús y al evangelio y, al mismo tiempo, abrir los ojos con la cultura moderna con la cual teníamos que dialogar para discernir los signos de los tiempos. Descubrí que el sacerdocio ministerial no era un privilegio sino un servicio y que se marchaba codo a codo con todo el pueblo de Dios. Simultáneamente,  en ese año experimenté  el cambio radical de la Compañía de Jesús. Yo llegue a Roma el día en que murió el superior general de la Compañía, Juan Bautista Janssens y, fui acólito en la misa de su funeral. Tal vez fue el símbolo de una etapa  que se acababa. Para elegir al nuevo general se celebró lo que los jesuitas llamamos Congregación General, que reúne a representantes de toda la compañía para elegir al nuevo general. Resultó elegido el padre Pedro Arrupe, quien como nadie, nos ayudó a asumir las líneas conciliares haciéndonos descubrir nuevamente las fuentes ignacianas originales y nos abrió a dialogar con el mundo.

Terminado mi fecundo año romano partí a Lovaina, donde se había formado el Padre Hurtado y otros jesuitas chilenos insignes. Allí estudié teología y en un deseo de comprender la nueva cultura estudié también sociología. Yo tenía un mundo muy pequeño y la compañía me abrió los horizontes. Tuve contacto e hice amistad con numerosos estudiantes chilenos y latinoamericano de distintos países y diferentes ideas.

A mi vuelta a Chile recibí las más diversas misiones que como antes señalé, jamás imaginé que se me asignarían y mucho menos que yo podría cumplir. Trabajé muchos años con los religiosos en Conferre. En tiempos difíciles de nuestro país colaboré estrechamente con la conferencia episcopal donde conocí a obispos memorables como el Cardenal Silva, Monseñor Carlos Gonzalez, Monseñor Enrique Alvear y muchos otros. Tuve experiencias apostólicas que me marcaron a fuego como cuando fui enviado a  la población La Victoria luego del asesinato del Padre André Jarlan. Ahí tuve que reemplazar por un tiempo al Párroco Pierre Dubois.

Durante años, como lo hizo Pedro en el Evangelio que leímos, confiando en la palabra de Jesús eché las redes y como el apóstol, junto con experimentar mi profunda debilidad y mi condición de pecador sentí confirmado el llamado de Jesús a ser pescador de hombres … En esta misa, en este momento de la Iglesia cuando la pesca parece escasa siento que ese mismo llamado nos lo hace Jesús a todos los que estamos aquí para que dejándolo todo lo sigamos a Él para ser pescadores de hombres".

Rodrigo Silva


Comentarios

  1. Muy buen resumen de la vida del Padre Montes
    Y enriquecedor ejemplo de la vida de una familia dedicada a ayudar a quienes lo necesitan
    gracias Rodrigo!

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  2. Muy de acuerdo Rodrigo, son los planteamientos que se necesitan pero también ya es hora de hablar menos de "esperanzas" y "largos procesos" e ir de lleno a los hechos.
    Entonces, qué cambios estructurales concretos propones para verdaderamente empoderar a laicas y laicos a nivel de diócesis y parroquias?
    Saludos / Quintin

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