APRENDER DEL ESPÍRITU MAPUCHE

Andrés Opazo nos presenta el testimonio de una mujer chilena que descubrió su identidad mapuche. “En estos días –dice Andrés- en que las balas y tanquetas atraviesan el territorio del pueblo mapuche, recojo y comparto un texto indicativo de su poesía, su religión y modo de vida. Aunque esta cultura haya sido desconocida y tergiversada, su profundidad y actualidad permanece intacta, resistiendo al materialismo, productivismo y consumismo, que nuestra incivilizada civilización les pretende imponer".
Por su parte, Rodrigo Silva nos entrega algunos apuntes a partir de una experiencia personal sobre la disposición para reconocer a los seres humanos, comprendiendo sus potencialidades y su capacidad de amar ¿Estamos dispuestos a ver y comprometernos con el otro?
En este tiempo especial de adviento también esperamos por sus comentarios y opiniones. Nuestras páginas virtuales están abiertas para ustedes.

AMÉ, DESCUBRÍ EL ESPÍRITU Y ME PARÍ MAPUCHE
Lo que dejaron de enseñarnos en las iglesias

En estos días en que las balas y tanquetas atraviesan el territorio del pueblo mapuche, recojo y comparto un texto indicativo de su poesía, su religión y modo de vida. Aunque esta cultura haya sido desconocida y tergiversada, su profundidad y actualidad permanece intacta, resistiendo al materialismo, productivismo y consumismo, que nuestra incivilizada civilización les pretende imponer. ¡Cuánto bien nos haría a los chilenos beber de esa espiritualidad! ¡Cuánto se enriquecería nuestro cristianismo con su retroalimentación!

El texto, algo recortado por ser bastante largo, proviene de una chilena a quien el amor la introdujo en la cultura y visión del mundo mapuche.

Por tercera vez parí en casa. De pie, afirmándome con las manos sobre la mesa de la máquina de coser antigua de la abuela de mi wentru, Fresia era su nombre. Dolió lo que tenía que doler, no me sentí morir. En ningún momento pensé que no resistiría. En ningún instante sentí que no sería capaz de dar a luz por mí misma. Tampoco tuve miedo, ni miedo al dolor, ni miedo a lo que podría pasar por parir en casa. Siempre tuvimos la certeza de que todo estaría bien. Pujé con todo mi ser en el momento que mi útero me lo pedía. Superé con placer el dolor de mi vagina abriéndose porque nuestra hija estaba naciendo.

La dimos a luz en su propio territorio, en el mismo lugar donde vive su familia, en la tierra que habitaron los bisabuelos de su padre. Linkongür fueron los últimos caciques del sur del río Trayenko, antes de ser ciudad. Las amorosas manos de mi poyen la recibieron. Cortó su cordón umbilical cuando dejó de latir tras recibir el último impulso de sangre de su placenta. Apenas respiró fue puesta en mi pecho para succionar y beber del cariño de la piel con piel. Cesó su llanto y sus ojos se abrieron inundando nuestra vida de más amor. Pocas madres pueden contar relatos de sus partos tan dulces y sin ruidos de tajos ni voces ajenas. Somos una familia rara. Tantas veces me dijeron valiente por parir mis hijos en casa y no en un hiper higiénico hospital, que me pregunté qué entienden por valentía. A excepción del papá de nuestro machi, quién me dijo “tiene harto newen usted”.

Yo vengo de una familia chilena. Con una madre sumisa y un padre huraño. …  Me zambullí en los libros a los doce años, después que mi hermana mayor se fue al cielo. … Me fui de casa a los 22 años, después entré a estudiar. Viví casi un año en Argentina. Me fui odiando Chile. Regresé a casa de mis padres en Santiago y me titulé de periodista. … Durante casi treinta años fui una hija huacha del Chile sin identidad. No sabía quién era, aunque me creía el hoyo del queque cuando caminaba por cualquier calle. Me sentía valiosa pero sin espíritu. En la escuela y en catequesis nos enseñaron del espíritu santo, pero nunca me dijeron que yo sí tengo espíritu. … Fue en la punta de un peñón a mil quinientos metros de altura en el santuario El Cañi, en la Araucanía. Después de dos días de ascenso con nuestro primer hijo pegado a mi pecho, mi poyen me mostró la vida. Renací completa, sentí mi espíritu. “Para meditar no necesito mirarme hacia adentro”, dice él, “para eso vengo a la montaña”.

Ahí donde el cielo es infinito y la tierra respira libre, hallé el “am lawen”, la sanación de mi alma, en la fuerza del canto de trutruka de mi amado. Cuando desde lo invisible a nuestros ojos allá en la lejanía se oía más fuerte el eco que el propio canto de trutruka. Eran los abuelos y los espíritus del territorio haciéndose presentes. Desde entonces me he vuelto una mestiza mapuche.

Llegó el amanecer, llegó el amanecer a nuestras vidas. Nuestra vida. Nuestro camino de luz ha hallado los senderos que cruzan las estrellas.

Ngen Ko es quién guía nuestro camino.
Ngen kurüf es quién le da respiro a nuestra sabiduría.
Ngen Kütral es quién nos mantiene vivos, resonantes y refundidos en un todo.
Ngen Mapü alimenta nuestras almas a través de nuestros cuerpos.
Nada estaba escrito. El amor verdadero no conoce escritura.
Nada estaba escrito, pero el ülkantun versaba en melodías de olas de mar
que nuestra alma es una.

Hubo un día en que cantó el neyen mapü con tanta fuerza que su tayül lo sintió el universo entero. En él contaba cómo se iluminaría el cielo aquella noche en que nuestro espíritu se reencontrara en un solo cuerpo, sintiendo el wilüf ayün en la yema de los dedos. Llegó el amanecer. El amanecer llegó.
Estoy en el cielo.
Subí al universo en tus brazos, en ti, contigo.
Vi las estrellas brillando.
Vi como sonríe la montaña andina con nuestro amor.
Habíase visto tan grande amor.

Nuestro amor mapuche me dio vida, me dio nuestra familia. Y digo amor mapuche, porque no es el amor que conocen los enamorados chilenos. El poyen es un sentimiento muy profundo. Y el ayün es un estado. El amor es un estado. Toda la naturaleza, todo lo vivo, todo el universo es una manifestación del amor. Ese amor tiene luz y tiene oscuridad. Y en su inmensidad y plenitud brilla. En su espíritu existe conectado con los espíritus del tiempo, del linaje, de los lugares. A través de sueños se manifiesta, pewma. Como el que tuve en nuestros primeros meses juntos:

Con el alma endulzada de amor antiguo, aquel amor que traspasa el espíritu y enraíza el alma, la abuela Fresia me dice: ¡Míralo! Al mismo instante que una luz tenue ilumina a mi poyen, que duerme profundamente. ¡Míralo! Me dijo la abuela. ¡Él es capaz de cortarse un brazo por darles lo que ustedes necesitan! Me acerco a su rostro para besarlo y traspasarle mi amor con mis labios, y despierto sonriente entre la penumbra y el rugido del mar de fondo.
La familia en Chile está enferma porque se perdió el amor que se vive con el espíritu. Se perdió el espíritu y sus principios elementales regidos por la naturaleza del universo. Se perdió el equilibrio y la armonía de los espíritus y la tierra. Se perdió nuestra relación con los espíritus y la tierra.

A muchos les suena pachamámico pasado a incienso. Pero no es más que la propia mística del cristianismo, y del antiguo judaísmo, que dejaron de enseñarnos en la Iglesia y se olvidaron en las escuelas. Y en las casas, se ocuparon de llenarlas de artefactos y artilugios, mucho menos se hablaría de nuestro espíritu y cómo amarlo.
La familia mapuche me enseñó lo que es ser familia. Tiene sus raíces en el amor profundo de la dualidad de la pareja, tiene la tierra para enraizar donde los abuelos y sus antepasados acompañan siempre, tienes hermanas y hermanos en cada lugar que visitas, y cada lugar es tu propia tierra. Aquí nunca te sientes solo. Te acompaña el aire, el agua, las aves, los árboles, te acompañas tú.

Andrés Opazo


ATREVERSE A VER

 ¿Sabemos mirar, nos atrevemos a ver? ¿Tenemos interés en preocuparnos por los otros o solo lo hacemos cuando es inevitable porque sentimos una bofetada que no podemos eludir?

El cuadro estaba tapado con una sábana. Había un anuncio en la puerta de entrada. Se develaría muy íntimamente, previo a la comida. Y eso fue lo que ocurrió.

La anfitriona, copa y papel en mano, porque luego se haría un brindis, comenzó a hablar con parsimonia. El papel jugaba un papel decorativo porque no había nada escrito. Ni siquiera algunas ideas o puntos. Nada. Quizá algo que podría haber señalado una ayuda, para evitar un olvido, o para enfatizar en alguna cita que complementara sus ideas. Pero no. Todo estaba en su corazón. Y sus palabras fueron creciendo hasta convertirse en plena emoción. Resumo. Todo cuanto hay en esta casa tiene el sentido de la amistad y el recuerdo de personas y amigos muy queridos. Amados también. Este cuadro será la presencia de ustedes en nuestro hogar. En ese ustedes hacía participar al esposo de la pintora, que a su lado escuchaba con máxima atención, como si hubiera tenido participación en algún trazo o en el énfasis de una sombra o quizá en la insinuación de un reflejo. Nada de eso, pero él se sentía agradecido y orgulloso como el que más. Representa la oportunidad de descubrir los dones que Dios nos da, expresión elocuente de una pintura simple y evocadora. En este caso.

La tela, una de las más pequeñas de su obra, tiene un formato vertical. Nostalgia es el título. Un embarcadero en medio de la bruma con un primera plano de aguas quietas y silenciosas que reflejan unos altos  y delgados árboles. Ella dice que es un sentimiento y una emoción. El cuadro fue uno de los últimos, sino el último que pintara para su más reciente y primera exposición individual. Porque había participado en otras colectivas, pero esta fue en la que se expuso a la crítica o la admiración. Fue sorprendente porque en la inauguración convivieron del orden de cien personas, de núcleos de muy diversas procedencias- Y la gran mayoría fue sorprendida. No imaginaban que ella pintara y que, además, lo hiciera de esa forma. Todo un hallazgo para mucho, aunque para otros era la apertura para el descubrimiento de talentos expresados desde siempre.

La anfitriona destacó que la amistad permite descubrirse en los talentos, en la emocionalidad, en la capacidad de reflexión, de entrega; en las sensibilidades. Porque tantas veces en la vida pasamos en ese transcurrir sin reparar, sin darnos cuenta, sin atrevernos, incluso. Transitamos  y no vemos. Y si vemos a veces no comprendemos. Solo una ojeada y seguimos adelante. “Si uno no se da el tiempo de conocer en profundidad  esos rostros, esa diversidad puede pasar al lado de voces que son esenciales. Esas cosas que son esenciales son las que fundan la amistad y aquellas que nos hacen conmover. Tú tienes ese don. Lo que haces es muy  lindo y si no hubiésemos tenido la oportunidad de conocernos y compartir íbamos a pasar al lado y sin ver esa pintura maravillosa que está ahí.”

En este tiempo especial de espera para los cristianos, en que nuestra mirada trasciende, en el que buscamos aprender, compartir, escuchar y redescubrir a Jesucristo en su mensaje permanente y renovado, quizá sea tiempo de examinar a fondo nuestra conducta y evaluar  cuán cercanos o lejanos nos comportamos con respecto a lo esencial del Evangelio. Que tan comprometidos estamos en la expresión de amor a los demás, ejercicio que no es un genérico, sino expresiones concretas con todos los seres humanos con los que nos relacionamos.

La anfitriona tenía razón. Si no nos atrevemos a ver con preocupación o interés ¿cómo podremos descubrirnos y ser capaces de amar y reconocernos?

Rodrigo Silva 

Comentarios

  1. Profundamente conmovida por los testimonios que muestran la profundidad del espíritu y del amor que no sabemos ver. Gracias Rodrigo a tí y a Vivi, y a Andrés por ese hermoso texto.

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  2. Qué maravilla de relato el de la mujer chilena que nos hace ver el mundo y el corazón mapuche, tanto más elevado que el de muchos.
    Me encantó, que ganas de conocerla, y conversar en profundidad de su vida y sus conocimientos.
    Gracias Andrés querido

    Y por supuesto que me maravillo con lo que escribe Rodrigo sobre el relato de mi cuadro comprado por nuestros queridos amigos.
    Gracias amor

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