EL ESPÍRITU AL ALCANCE DE TODOS
“El soplo de Dios –nos dice Andrés Opazo, en esta primera reflexión del nuevo año-, penetra en todos los corazones y recorre el universo entero. En razón de su universalidad, sólo podemos recibirlo en una disposición ecuménica, pues el Espíritu está al alcance de todos, budistas, mapuches, cristianos, y también ateos; y se manifiesta y expresa en formas muy diversas; nadie se lo puede apropiar. San Francisco de Asís llega a reconocer y dar gracias por la presencia del Espíritu en todo lo real: en el sol, en la luna, en la lluvia, en el hombre que da la paz, e incluso en la hermana muerte.” En el texto Andrés sostiene que al convertirse el cristianismo en “religión” se alejó el mensaje de Jesús y la iglesia se transformó en una estructura de poder, “erigida para el monopolio de la salvación” contradiciendo el espíritu de Jesús. Un tema de fondo, para compartir, analizar y profundizar.
Por su parte, Rodrigo Silva nos comenta dos experiencias de reconocimiento, valoración humana y amor. Para vivir con más esperanza.
VIVIR EN
EL ESPÍRITU
Es mucho lo que nuestra cultura
occidental y nuestro cristianismo tiene que aprender de los pueblos
originarios. Recojo aquí un párrafo del testimonio de una joven chilena casada
con un mapuche. Con él aprendió a vivir en el Espíritu.
“Nuestro
amor mapuche me dio vida, me dio nuestra familia. Y digo amor mapuche, porque
no es el amor que conocen los enamorados chilenos. El poyen es un sentimiento
muy profundo. Y el ayün es
un estado. El amor es un estado. Toda la naturaleza, todo lo vivo, todo el
universo es una manifestación del amor. Ese amor tiene luz y tiene oscuridad. Y
en su inmensidad y plenitud brilla. En su espíritu, existe conectado con los
espíritus del tiempo, del linaje, de los lugares”.
A esta muchacha no le llegó la vida
espiritual por la Iglesia; escuchó de chica hablar del Espíritu Santo, pero
nunca le dijeron que estaba en su interior. Así como ella encontró el amor - y
en el amor a toda la naturaleza, a todo lo vivo, al universo entero – así
muchas personas hallan la espiritualidad en vertientes extrañas a la Iglesia
Católica. Gente inquieta, sensible y en búsqueda, no encuentra en ella una
espiritualidad que impulse su vida.
Ello ha acontecido antes. Los grandes
valores de la modernidad vinieron de afuera de la Iglesia y en su contra. La
libertad, la igualdad, la fraternidad, los derechos humanos, la democracia,
principios todos de evidente raíz evangélica, fueron vistos como obra del mal;
contradecían la autoridad infalible y el poder temporal de los papas. Allí perdió
mucho la Iglesia, y ahora también pierde. Perdió credibilidad ante la
conciencia y la aspiración moderna. Ahora pierde fondo espiritual, y ve
alejarse a aquellos que buscan mayor interioridad y vida en comunión.
Lo que en verdad sucede es que, al convertirse
el cristianismo en “religión”, se alejó del mensaje de Jesús, mensaje de amor
universal, de comunión, de servicio al próximo y al extraño. El término mismo
“iglesia”, que designaba asamblea o comunidad, pasó a representar otra cosa:
una estructura de poder, monopólica, exclusiva y excluyente. Se formuló la
consigna “fuera de la Iglesia no hay salvación”. En otras palabras, para
salvarse de la condenación eterna, había que confesar ciertas doctrinas,
obedecer a una cierta moral, cumplir con rituales y leyes de la Iglesia. La
interioridad o espiritualidad quedó para figuras excepcionales. Así ocurrió en
todo el occidente “cristiano” durante siglos. Probablemente, se desconocían
otras concepciones religiosas, pero cuando se encontró con ellas – la cosmovisión
de los pueblos originarios de América - se quiso extirparlas de raíz. Esta
Iglesia dominadora y autorreferente perduró por siglos; sólo fue cuestionada
teológica y pastoralmente en el siglo XX por el Concilio Vaticano II, y en la
hora actual por el Papa Francisco. Pese a ello, sigue resistiendo al cambio.
Esa estructura erigida para el
monopolio de la salvación, contradice abiertamente el espíritu de Jesús, para
quien Dios es Amor, por lo tanto, apertura y acogida sin límite. Ante las
disputas entre judíos y samaritanos sobre cómo y dónde adorar, les anunció:
“llegará la hora, y ya estamos en ella, en que los adoradores verdaderos
adorarán al Padre en espíritu y en verdad (Juan 4, 23); y a Nicodemo dijo que
tenía que nacer del Espíritu, que como el viento, sopla donde quiere y nadie
sabe de dónde viene ni a dónde va. (Juan 3, 8). En muchos pasajes de los
evangelios Jesús reacciona contra la pretensión de exclusividad de parte de sus
seguidores; su anuncio del Reino de Dios se dirige a todos, es universal; para
él no hay diferencias, entre judío y gentil, entre hombre y mujer, entre amo y
esclavo. En Pentecostés, el Espíritu Santo se derrama sobre todos; los
discípulos lo comunican a gente venida de distintos lugares de la tierra, y
cada uno lo escucha en su propia lengua. No hay barrera cultural para el
Espíritu
El soplo de Dios, penetra en todos los
corazones y recorre el universo entero. En razón de su universalidad, sólo
podemos recibirlo en una disposición ecuménica, pues el Espíritu está al alcance
de todos, budistas, mapuches, cristianos, y también ateos; y se manifiesta y
expresa en formas muy diversas; nadie se lo puede apropiar. San Francisco de
Asís llega a reconocer y dar gracias por la presencia del Espíritu en todo lo
real: en el sol, en la luna, en la lluvia, en el hombre que da la paz, e
incluso en la hermana muerte.
Raimon Panikkar fue un sacerdote y
pensador, hijo de padre indio y madre catalana. Experimentó la llamada del
espíritu, viniese de donde viniese: “Dejé Europa como cristiano, me encontré a
mí mismo como hindú, luego me convertí en budista, sin perder mi identidad
cristiana”. Es un ejemplo de que, afincado en la fe cristiana, uno puede acoger
todo el aporte de una tradición espiritual y cultura diferente. “Todos somos
una gota de agua. Pero descubrir que no somos “la gota”, sino lo que está
dentro de la gota, es encontrar el camino divino del ser humano”.
Panikkar fue un visionario y un
profeta del espíritu universal. Ahora podemos apreciarlo mejor. La
globalización en curso nos permite vislumbrar la riqueza de otras culturas y,
en especial, su diferente y profundo sentido de lo sagrado. La mujer arriba
referida, confiesa que, en el modo de vida mapuche, aprendió a vivir en el
amor. El occidente cristiano, en vez de difundir el espíritu, globaliza el
materialismo, la competitividad total, el productivismo, el consumismo, a
riesgo de aplastar culturas e intoxicar el planeta. Nuestra concepción del
progreso no es fácilmente asimilable por otras visiones religiosas, como las
del oriente, el islam y pueblos originarios.
Un amplio movimiento ecuménico se
encuentra en marcha entre dirigentes religiosos e intelectuales del mundo El
teólogo católico Hans Küng ha sido su promotor. Para él, el diálogo religioso
es estratégico para alcanzar la paz en el mundo. Por cierto, también puede serlo
para el logro de la paz en la Araucanía. ¿Qué sabemos los chilenos de la vida y
la espiritualidad mapuche? Ella permanece vigente a lo largo y ancho de las
comunidades. ¿Lo captan los impulsores del Plan Araucanía? ¿Y qué decir del
Comando Jungla? Es probable que lo que más desea el pueblo mapuche, aparte de
la devolución de sus tierras ancestrales, es el respeto y la valoración de su
forma de vida y su sentido de lo sagrado. ¿Se habrán percatado de ello los
políticos y religiosos chilenos?
Andrés
Opazo
REGALOS PARA EL
ALMA
Subieron a una de las oficinas del piso seis. Los tres,
uno de los conserjes y dos personas del aseo. Un ecuatoriano, una chilena y una
venezolana. Porque hay quienes para Navidad tienen la costumbre de regalar a
los conserjes y personas de aseo y seguridad en los edificios. Habitualmente
ponen los regalos en los arbolitos multicolores del acceso con la tarjeta
respectiva. Pero también hay otras formas.
Les recibimos y les entregamos los regalos con algunas
palabras que suelen ser típicas de esos instantes. Una de ellas, la chilena,
una señora bajita de unos cincuenta años, me dijo, “usted nos debe algo”. Su
interpelación me sorprendió. ¿Sí? Sí, porque el año pasado nos escribió un
mensaje que lo tenemos guardado y fue muy lindo para nosotros. Eso nos debe.
En ese momento los regalos pasaron a segundo término. Lo
importante era la valoración humana por el rol que cumplen en esta Comunidad.
Recuerdo que el año pasado el mensaje fue puesto en el árbol, al lado de los
regalos. Ahora fue muy diferente y emocionante. La deuda se pagó de inmediato
con el mensaje preparado para este año, que quizá no tenga el mismo impacto, solo
que esta vez no estaba impreso porque se había acabado uno de los cartuchos de
tinta de la impresora. Decía:
“Reciban nuestro agradecimiento especial. El
espíritu y la disposición permanente de ustedes nos ayuda a reconocer y valorar
nuestro propio trabajo. Sabemos que cumplen una gran tarea para esta Comunidad.
Por eso merecen nuestro respeto y admiración.
“Navidad
para los cristianos representa la renovación de la fe y la esperanza. Amor y
solidaridad. Y para quienes no lo son es siempre una oportunidad de encuentro y
alegría.
“Unámonos todos en el mejor espíritu y
aprendamos cada día a valorarnos y respetarnos más.”
El “reclamo” de Patricia fue la
demostración inequívoca de la necesidad de ser reconocidos, valorados. Siempre
considerados. Que nos lo digan. Que lo verbalicen o, en este caso que nos lo
escriban. Con esta preciosa experiencia,
tres días después viajé a Ecuador, como un relámpago, a compartir por algunas
horas los cien años de Emma, una mujer extraordinaria por su bondad y respeto.
Por su fuerza permanente y guía. Con sus hijos, nietos, bisnietos y algunos
pocos amigos de antaño vivió desde el silencio un festejo que fue la expresión
de todo el amor que es posible entregar y recibir. En una silla de ruedas
parecía estar ausente, con su cara seria y al parecer imperturbable. Era
difícil saber que estaría sintiendo, porque incluso cuando llegó un grupo de
mariachis –a propósito de inmigración, cinco de los seis miembros del grupo
eran venezolanos- su rostro siguió
siendo el mismo. Inmóvil e inexpresivo, a pesar de los cantos y las
dedicatorias. Sin embargo, al día
siguiente, al momento de mi despedida –por qué te vas tan pronto- me
confidenció que había estado feliz con la celebración. Todo en tonos tenues, en
un cuarto de voz o menos. Rostros muy cerca. Para que escuche y para escuchar.
Una mujer que ama la vida hasta hoy, a pesar que va reposando cada día más,
gastando sus energías con extremo cuidado. Despidiéndose lentamente.
La recordé como la conocí hace
cuarenta y cuatro años. Vial, fuerte, decidida. Con su mano firme en el timón y
con una lucha interior permanente. Y ahora al verla en el ocaso, me recordé de
una poesía de Lou Andreas-Salomé,
escritora rusa, Oración a la Vida, que la ha reflejado por años:
“Igual que cada
amigo ama a su amigo,
así te amo yo a ti,
vida enigmática.
Tanto si me haces
gritar de gozo que llorar,
tanto si me das penas o
placeres.
Yo te amo en la
aflicción y en la alegría.
Y si alguna vez
quieres acabar conmigo,
me arrancaré de tus
brazos con dolor
como se arranca el
amigo del pecho de su amigo
Con todas mis
fuerzas yo te abrazo.
Deja que en tu
llama arda mi espíritu.
Y que en el fragor
de la lucha
encuentre yo la
clave al enigma de tu ser.
Quién tuviera
siglos para existir, para pensarte.
Abrázame con fuerza
entre tus brazos.
Si no te queda ya
felicidad que darme,
de acuerdo, dame
ese sufrimiento que aún te queda.”
Rodrigo
Silva
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