BÚSQUEDA DE LA TRASCENDENCIA
Rodolfo Opazo Bernales tuvo un íntimo funeral el pasado viernes 31 de junio. Premio Nacional de Arte en el 2001, fue pintor, grabador, escultor y profesor. En esa breve y emotiva ceremonia, Andrés, su hermano lo despidió. ”Siempre supimos que teníamos algo en común (…)compartíamos calladamente una convicción; sabíamos que nos movía un anhelo superior (…) Rodolfo fue una persona tocada por la trascendencia; y muchas veces en lucha con ella; como Jacob contra el Angel. Fue una persona profundamente religiosa, aunque de una religiosidad nada convencional, un tanto trágica y algo culposa, creo. Quizás por ello lindaba a veces en la irreverencia, en la provocación. Esa incesante búsqueda de lo trascendente era una búsqueda a veces atribulada. Perseguía lo verdadero, lo profundamente humano insinuado detrás de lo cotidiano.”. Más abajo su texto. Intimidad compartida.
Por su parte, en un breve relato, Rodrigo Silva, entrega algunas pinceladas de experiencias directas que apunta a los límites y la fragilidad de la vida. Experiencias para agradecer la maravillosa potencialidad de la vida.
EN EL FUNERAL DE RODOLFO
Todos los que estamos aquí sabemos que
Rodolfo no fue una persona tan común y corriente como la mayoría de nosotros.
Se lanzó a la aventura por el mundo a los 20 años, sólo en busca del arte. Era
osado a la vez de conservador. Refinado en sus gustos, a veces medio gruñón, de
genio fácilmente irritable.
Rodolfo fue una persona que, durante
su vida, intentó aproximarse a lo que está más allá del velo de la realidad. Para
él, la realidad era más compleja y buscaba desentrañarla. Rodolfo fue siempre
un preguntón, un buscador, un hombre inquieto, insatisfecho, incómodo; quizás
por eso también, algo incómodo para los demás.
Desde chico Rodolfo fue un niño
diferente, que no se avenía muy bien con su entorno. Poseía un mundo interior
propio. Lo que para muchos era lo habitual, a él le generaba dificultad. Para
colmo, nunca pudo vencer la tartamudez. Era visible su gran sensibilidad, su
inteligencia superior; veía cosas que al grueso de sus compañeros pasaban
desapercibidas. Pero en lugar de sentirse superior, ello en él generaba
inseguridad. Quizás Rodolfo fue una persona insegura en muchos planos, salvo en
el arte, en la convicción que lo animaba, sabía que tenía mucho que decir,
aunque pocos lo entendieran.
Con Rodolfo compartimos experiencias
que nos marcaron. Era el verano del año 1955; yo recién salía del colegio. El
terminaba el primer año de arquitectura, carrera que abandonaba. Vivíamos en
una casa muy grande. Nuestros padres se hallaban de viaje en Europa; nuestros
hermanos de vacaciones. Pasamos unas tres semanas solos en esa casa; no existía
la televisión, no recuerdo qué hacíamos todo el día. Pero nos comunicábamos, aunque
sin grandes discursos. Rodolfo había tomado la decisión de dedicarse a la
pintura y lo embargaba, creo yo, una ilusión mezclada de temor. Por mi parte,
yo había resuelto hacerme sacerdote, y esperaba entrar al seminario de la
Congregación de los Sagrados Corazones. No lo había comunicado a mi padre, por
lo que aguardaba su regreso con mucha ansiedad. Fueron semanas de una cierta
connivencia. No conversábamos mucho, pero nos sentíamos partícipes de lo que le
sucedía al otro.
En realidad, compartíamos calladamente
una convicción; sabíamos que nos movía un anhelo superior, que optábamos por
algo elevado; en eso nos sentíamos diferentes de los demás. Esa sensación se
mantuvo durante toda la vida. Siempre supimos que teníamos algo en común, una
especie de sintonía o de complicidad, aunque anduviéramos por caminos muy
distintos. En las últimas semanas lo fui a ver al hospital cada vez que pude. Él
se alegraba, yo me emocionaba. Una comunicación de pocas palabras que se
mantuvo hasta el final.
Rodolfo fue una persona tocada por la
trascendencia; y muchas veces en lucha con ella; como Jacob contra el Angel.
Fue una persona profundamente religiosa, aunque de una religiosidad nada
convencional, un tanto trágica y algo culposa, creo. Quizás por ello lindaba a
veces en la irreverencia, en la provocación. Esa incesante búsqueda de lo
trascendente era una búsqueda a veces atribulada. Perseguía lo verdadero, lo
profundamente humano insinuado detrás de lo cotidiano. Deseaba captar esa
presencia que es a la vez ausencia. Una dualidad que es fuente y origen de la
nostalgia, sentimiento que hermana el arte y la religión. En última instancia, ello
era un anuncio de aquello definitivo que sospechamos como lo absolutamente
real, como lo verdadero en cuya paz desearíamos reposar. En suma, de aquello
que la humanidad desde el inicio ha llamado Dios.
Hoy Rodolfo ya no está aquí; ha
traspasado todo velo. Para él se ha hecho la verdad. Hoy reposa tranquilo. Ha
regresado a la Casa del Padre que lo creó. Se ha internado en el Amor, y desde
allá nos mira y nos espera. Nosotros lo lloramos, pero yo lo imagino sonriente,
superada toda inseguridad, con los brazos abiertos, como cuando nos recibía en
su casa de Lampa.
Chao Rodolfo, hasta luego, nos veremos
muy pronto.
Andrés
Opazo
LÍMITES Y
FRAGILIDAD
Los últimos días han sido de contrastes. De esos que
permiten mirar la vida con optimismo, pero conscientes de nuestra enorme
debilidad. El día 3, el pequeño cumplió tres meses de vida. Toda una ilusión
para sus padres y familia. En noventa días los cambios son notables. Ya fija su
mirada, sigue con la vista muchos estímulos. Responde. Intenta sonreír. Cada
día tiene más horas de vigilia y para alegría, especialmente de su madre, de
pronto duerme cinco horas continuas por la noche. Es un proyecto de vida seguido
con dedicación y atención.
Cumplió ochenta y tres años el viernes 28. Mi proyecto es
llegar en buenas condiciones a los ochenta y cinco. En estos días me hago un
chequeo general. Vive en el campo y realiza trabajo de campesino, claro con las
limitaciones y el ritmo que corresponde a una actividad que es un goce y una
necesidad. Canta. Y piensa. Está alerta. Reflexiona y comparte. Aporta a quienes
le rodean.
Él, por tu parte, cumplirá ochenta y dos años en poco más
de tres semanas. Está armando doce canciones para un nuevo disco, Tiene
preparadas las armonías y trabaja arduamente para que un grupo de diez personas
ejecuten su obra creadora. Para que le den vida a doce poemas de tres poetas
españolas, en el sueño y la búsqueda de un Dios que todos quisiéramos
encontrar:
El Dios que todos llevamos,
el Dios que todos hacemos,
el Dios que todos buscamos
y que nunca encontraremos
(Ayer soñé, Antonio Machado)
También escribe. Y con una lógica implacable y para que
sea entendido por cualquiera. Es un lector apasionado que está siempre en la
búsqueda de compartir los temas que a todos nos inquietan, aquellos que nos
encaminan a la trascendencia. Hombre de fe profunda que tiene sosiego en
espacios de vital intensidad. Ahora quizá más, con una tremenda limitación
visual.
Hoy, ella recibió su quinta dosis de quimio, justamente
cuando escribo, en un país que está en una grave situación de salud pública.
Los pacientes deben llevar sus propias jeringas a los hospitales y quizá
cuantas cosas más. Ella es una mujer optimista. Está segura que vencerá esta
dura batalla. Queda extenuada luego de cada aplicación. Son varios días de recuperación
y preparación para el siguiente ciclo. Afortunadamente la primera evaluación
del estado de avance es auspiciosa. Refuerza su optimismo y convicción.
A Soledad la intervinieron el martes 2 al comenzar la
tarde. Me sacaron todo lo que estaba comprometido. La próxima semana se define
el tratamiento de radioterapia a seguir. Estoy en mi casa.
Una de las nietas de artista fallecido la semana anterior
le dijo en frente de la urna, al momento de la despedida: “Un día te conocí. Un día te conocí y comencé a admirarte. Un día fui
pequeña y tu fuiste abuelo, siempre. Abuelo para mí, idolatrado e ilustre,
terco y ahora consumado. Ni héroe ni villano. Humano extraordinario. Eras ese
que con un pincel y un tarro de color, trazaba largos y profundos deseos (…) El
viento sopla y levanta la escarcha de tu piel. Opaca como el color de los
dientes sin cuidar, la piel se escurre de sus filamentos, se escapa y busca con
urgencia llegar a las teclas despistadas; ellas se lamentan de su inconfesable
sonar y rasgan las cuerdas airosas del piano.” Se ha ido. Él, uno de sus hermanos, lo
despide también recordando los lazos que les unirían para siempre, desde pequeños,
en una complicidad absoluta. Nos vemos pronto, le dijo al final de sus
palabras. ¿Cuán pronto será? Cómo saberlo. Ojalá la vida se detuviera y como en
la novela de Saramago, a las 23:59, un segundo antes del nuevo año, la muerte
se paralizara. Todo quedara en suspenso. Por un tiempo. Para que ese “nos vemos
pronto” sea posterior. Para disfrutarlo y aprender algo más de él.
Como suspendidos quedaron mis recuerdos de niño cuando a
los diez años amanecí en la nueva habitación, del nuevo departamento que mis
padres habían adquirido para transformarlo en el nuevo hogar de Santiago. Recuerdo
especialmente ese despertar del primer día, cuando el sol, el mismo del eclipse de esta
semana, irrumpió a través de las persianas amarillas y nos iluminó. Y lo
recuerdo porque hoy, precisamente hoy, cincuenta y siete años después, entregué
esa habitación y todos los espacios de ese departamento a un matrimonio joven
que tejerá sus sueños e ilusiones en esos mismos espacios. Quizá sea su hijo
quien imagine su futuro en esa misma habitación en los meses venideros.
La hija de él se marchó del país y dejó un espacio hondo
en su corazón. No reconocerá sus pisadas, ni verá sus sonrisas por un tiempo.
El vive desde ahora el viaje para su encuentro en la España del próximo otoño.
Hoy por la mañana en la misa de los jueves en el colegio
Saint George, agradecí por mi vida, por cada detalle que me emociona y pedí por
él y por ellas y por el hombre de los ochenta y tres y por esas dos mujeres con
cáncer que están esperanzadas, coma también por Michelle que sabe que su vida tiene un gran límite, porque casi con
certeza no podrá seguir las sonrisas de su nieto.
Creemos que no tenemos límites para la plenitud. Pero
somos frágiles. Y confiamos. Como ellas, como él. Como yo. Ese es el misterio.
Rodrigo Silva
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