MODELANDO UNA NUEVA IGLESIA


En esta entrega Andrés Opazo imagina una nueva iglesia despojada del poder, en el seno del pueblo, con un trato igualitario entre todos, solidaria y ecuménica. Es una respuesta, más un anhelo ante el descrédito y al repudio de la iglesia actual. Se inspira en la experiencia de los Hermanitos de Foucault en Argelia. “No tenemos ningún poder, pero estamos aquí como en la cabecera de la cama de un amigo, de un hermano enfermo, en silencio, cogiéndole la mano, secándole la frente (…) Creo que la Iglesia de Jesucristo muere de no estar suficientemente cercana a la cruz de su Señor. (…) Todo, todo lo demás no es más que puro teatro, ilusión mundana. La Iglesia se engaña y engaña al mundo cuando se sitúa como un poder entre otros…” (Obispo de Orán, Pierre Claverie, asesinado).



UNA IGLESIA DEL FUTURO

La acusación de abusos sexuales durante 48 años por parte de un conocido, admirado y poderoso sacerdote jesuita, ya fallecido, ahonda la profunda crisis y el consecuente desprestigio de la Iglesia en Chile. Ahora le corresponde a la Compañía de Jesús, la congregación más ilustrada, progresista e influyente en el país. Desde su llegada en tiempos de la colonia, los jesuitas se han distinguido entre las órdenes religiosas por ser un colectivo de vanguardia, llamado a desempeñarse desde la elite nacional, de un éxito reconocido gracias a las posiciones de poder que ha ocupado.

La religión impuesta desde el poder social ha caracterizado al régimen llamado de cristiandad. En países europeos y americanos, el cristianismo ha acompañado el nacimiento y el desarrollo de la sociedad. La Iglesia, o las iglesias, han formado parte de ella desde sus inicios, y han gozado de un prestigio sin parangón, a la vez que de un incontrarrestable poder sobre las costumbres y sobre las conciencias. Sin embargo, en el día de hoy, ese poder social y cultural ha ido decayendo como efecto del proceso de secularización que vive la sociedad en su conjunto. En efecto, para muchas personas e instituciones, la Iglesia se ha vuelto irrelevante. Pero esa decadencia se precipita y enturbia cuando la irrelevancia cede su lugar al abierto repudio. La denuncia de abusos sexuales y de poder perpetrados por sacerdotes es la causa.

Frente a esta realidad, puede ser reconfortante volver la mirada hacia una Iglesia totalmente diferente. De ella nos habla un hermanito de Foucault catalán, residente desde varios años en Argelia, país musulmán en donde la Iglesia es apenas tolerada. Cuenta que, en visita a su pueblo natal, la gente le preguntaba: “¿Qué haces en Argelia, si allí no hay cristianos y no se puede anunciar a Jesús abiertamente? Eres más necesario aquí que allá.” El hermano pensaba para sí en la dificultad de la gente de tradición católica para comprender experiencias diferentes; es natural que sus familiares europeos enfoquen la labor pastoral con una lógica de mercado, que busquen eficacia y resultados. Una gran lejanía la separa de una lógica evangélica, centrada en la gratuidad, la presencia y la amistad. Esta lógica es la que guía a su minúscula Iglesia argelina. ¿No será ella un adelanto de la Iglesia del futuro, despojada de toda clase de poder en este mundo, como en los comienzos?

Las escasas y pequeñas comunidades cristianas conviven en total armonía con los vecinos musulmanes. Ello ocurre a nivel del barrio y de la vida cotidiana. Otorgan gran importancia al “misterio de la Visitación”. María corrió a la montaña para ayudar a su prima Isabel. Escribe el hermanito catalán: “Llevar a Jesús a los otros sin hablar, sin que lo sepan, únicamente solamente a través de nuestra sencilla presencia; …ponerse en camino para encontrar a los desfavorecidos de nuestra sociedad (emigrantes, enfermos de sida, prisioneros, personas con diversidad funcional, enfermos, etc.)”

Pero en Argelia también ha surgido un movimiento islámico radical y violento. Es el Grupo Islámico Armado (GIA). Responde al resentimiento musulmán producto de la colonización francesa. Se propone expulsar del país a los no musulmanes, e incluso atacar y dar muerte a argelinos que conviven con extranjeros, acusándolos de traicionar a su pueblo. Las víctimas han sido numerosas. Entre ellas, los 19 miembros de comunidades cristianas, incluido el obispo de Orán, Pierre Claverie. Este fue asesinado junto a su chofer musulmán de 21 años que se negó a huir y desproteger a la persona a la que servía. El 8 de diciembre del 2018 se realizó la beatificación de esos 19 mártires. Anteriormente se había asesinado a 114 imanes por negarse a utilizar el nombre de Dios para justificar la violencia. Por ello la celebración de los 19 mártires cristianos tuvo características particulares. “Una cosa estaba clara: no queríamos una beatificación entre cristianos, porque esos 19 formaban parte del pueblo entero mártir”. Por esta razón, tal celebración fue interreligiosa. Hubo ceremonia en la Gran Mezquita para rendir homenaje a los imanes asesinados como también a intelectuales, políticos, artistas y ciudadanos que condenaban la violencia. En la eucaristía se cantó el evangelio en árabe, los celebrantes bajaron a abrazar a los imanes presentes.

Poco antes de su asesinato, el obispo Pierre Claverie escribió lo siguiente. “La Iglesia cumple su misión y su vocación, cuando está presente en las fracturas de la humanidad… En Argelia estamos sobre una de estas líneas sísmicas que atraviesan el mundo: Islam-Occidente; Norte-Sur; Ricos-Pobres. Este es nuestro lugar… Estamos en Argelia a causa de este Mesías crucificado. No tenemos ningún interés en salvar, ninguna influencia que mantener… No tenemos ningún poder, pero estamos aquí como en la cabecera de la cama de un amigo, de un hermano enfermo, en silencio, cogiéndole la mano, secándole la frente (…) Creo que la Iglesia de Jesucristo muere de no estar suficientemente cercana a la cruz de su Señor. (…) Todo, todo lo demás no es más que puro teatro, ilusión mundana. La Iglesia se engaña y engaña al mundo cuando se sitúa como un poder entre otros… Puede que brille, pero no arde del fuego del amor de Dios “fuerte como la muerte”. Dar su vida… Una pasión cuyo gusto nos inculcó Jesús y nos trazó el camino. No hay amor más grande que dar la vida por los que se ama”.

Muchos somos los cristianos que anhelamos una Iglesia similar a esta minúscula Iglesia de Argelia. Una Iglesia que se enorgullece de estar totalmente despojada del poder; y si no existe relación de poder, no pueden existir abusos. Segundo, es una Iglesia que se implanta en el seno del pueblo, no en el vértice de la sociedad; ello le demanda un trato igualitario con todos, una actitud solidaria, de reciprocidad y de atención a la suerte del otro. Tercero, es una Iglesia ecuménica, que ha interiorizado el pluralismo y por ello es capaz de orar en conjunto con miembros de otras religiones.

Bendita sea, entonces, la crisis de la Iglesia a pesar del aspecto repugnante que adquiere. Ella puede conducir en sociedades secularizadas, al reencuentro con su raíz: el Evangelio de Jesús.

Andrés Opazo

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