NUEVA ESTRUCTURA PARA LA IGLESIA

¿Es posible un cambio real en el gobierno de la iglesia, en su estructura de poder? Andrés Opazo nos apunta a una forma de ser iglesia y recorre la historia hasta un cambio de visión a partir del Concilio Vaticano II. Y en lo institucional sostiene que “en todas las instancias de funcionamiento y de toma de decisiones, debería existir un consejo representativo de la comunidad: laicos y ministros (hoy sacerdotes); en capillas, parroquias, diócesis, iglesias nacionales, Iglesia Universal … En lo que dice relación con el ejercicio del poder y la administración interna, la Iglesia puede evolucionar hacia una modalidad democrática. Ello corresponde mejor a la mentalidad actual y se solucionarían graves problemas de hoy.”

Hoy además, contamos con una experiencia de Paola Zaccarelli sobre todo lo que habita en nosotros, en lo que ella denomina el patrimonio del alma, para entender que en la vida no hay pérdidas, sino recuerdos que son parte del patrimonio de cada uno

Finalmente, Rodrigo Silva nos relata una breve historia acerca de un documental que aborda el tema de la identidad, el desgarro, la violencia y la familia.

¿SACERDOCIO CRISTIANO?

Mi anterior reflexión sobre el sacerdocio en la Iglesia Católica motivó comentarios y preguntas. Ante ello, desearía advertir que yo no soy teólogo. Pero leo teología y me formo criterios sobre ciertos puntos. Puedo estar equivocado; sin duda, pero hoy todos tenemos derecho a opinar y a debatir.

Puede ser de utilidad una observación preliminar. Cuando se reflexiona sobre la institucionalidad de la Iglesia, no estamos abordando una cuestión teológica, sino histórica. Ello conduce a la necesaria distinción entre lo que atañe al ministerio sacramental, y lo que ocurre en la instancia de gobierno de la Iglesia.

Yves Congar, el gran teólogo francés, abogó por democracia en la Iglesia. Lo refutó el entonces jefe del Santo Oficio, Joseph Ratzinger. Para éste, la democracia no es aplicable a la Iglesia debido a su carácter sacramental. He aquí, a mi juicio el quid del problema. Ratzinger desconoce la distinción entre el plano de lo sacramental, que viene de Dios, desde arriba, y sintoniza con la monarquía absoluta, y el plano de lo institucional o administrativo, como construcción humana que puede operar desde abajo hacia arriba, como una democracia.

Toda institución se da en un tiempo y un espacio, en la historia, y por ello nunca es fija e inmutable, sino cambiante. Esto se corrobora en el caso de la Iglesia. El movimiento que sigue a Jesús se compone de comunidades espontáneas e independientes. Las une el recuerdo del Maestro y su encargo de reunirse para la Cena del Señor, en casa de algún miembro, hombre o mujer. Al expandirse muy rápidamente las comunidades, se va configurando una institución. El incremento de su capacidad económica permite construir edificios en donde se celebra una liturgia más elaborada, rituales, himnos y fórmulas. Un cuerpo profesional, el clero, asume el poder desplazando a la comunidad y acabando con la participación femenina.

En los siglos IV y V, las iglesias del imperio de oriente son más numerosas y cuentan con mayor influencia que las del occidente. Con todo, el obispo de Roma es objeto de consideración por haber muerto allí Pedro y Pablo, pero no goza de potestad jurídica alguna.

El emperador Constantino convoca el primer concilio ecuménico (año 325), lo preside y aprueba sus conclusiones; es el jefe de la Iglesia. El obispo de Roma no asiste. Un siglo después cae la ciudad de Roma bajo los hunos. Ante el vacío de poder, el obispo León I se erige en autoridad única para todo efecto. Es el primero en ser llamado “papa”, padre en griego, y en reclamar para sí el título de Sumo Pontífice, antes sólo aplicable al emperador. Es un jurista que se considera heredero directo de San Pedro, y pretende subordinar a todas las iglesias. Poco antes, el obispo Dámaso se había aplicado a sí mismo el pasaje del evangelio que dice: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Pero ello no tiene efecto. San Agustín, el teólogo mayor de la iglesia de occidente, responde que el fundamento de la Iglesia es Cristo, y su máxima autoridad, el concilio.

El papado domina durante el Medioevo. A partir del siglo X entra en una decadencia moral que culmina en el cisma de Avignon. Respuesta a esa decadencia y división es el Concilio de Constanza que declara que el concilio posee una autoridad mayor que el papa. Pero el papa lo desconoce casi inmediatamente. Un siglo después, la Reforma Protestante vuelve a fundarse en las escrituras y pone en cuestión la monarquía absoluta papal. En 1870 la Iglesia declara la infalibilidad del papa.

Los hitos mencionados revelan el sentido de la evolución experimentada por la institución eclesiástica. Por siglos se supuso que la monarquía era la única forma de gobierno posible. Con el tiempo, el poder del monarca debió ajustarse en algunos países a una constitución que lo limitaba. Sólo en la Iglesia Católica la monarquía absoluta se prolonga hasta el presente. Ella es administrada por el cuerpo profesional y obediente. Los cambios en esta materia son simbólicos.

El Concilio Vaticano II (1962-1965) proporcionó una nueva comprensión teológica sobre la Iglesia. La definió como pueblo, el pueblo de Dios. Con esto se invirtió la visión piramidal dominante. Pero los intentos por llevar a la práctica institucional la nueva visión teológica no han prosperado por diversas razones. No obstante, la misión confiada por Jesús a su Iglesia hoy se la entiende como dirigida a todo el pueblo, no sólo al clero. Toda la Iglesia es misionera. “Proclamen que el Reino de los cielos está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos, expulsen a los demonios. Gratuitamente han recibido, gratuitamente deben dar. No lleven en el cinturón ni oro, ni plata, ni cobre, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón” (Mateo X, 5-10)

Toda la Iglesia es enviada a evangelizar en un mundo como el nuestro, laico, diverso y plural. Para ello deben existir comunidades que piensan, rezan, trabajan, celebran; comunidades unidas por el amor, la amistad, la solidaridad, testigos de la esperanza, insertas en el mundo, pero con el espíritu de Jesús. Entonces, la principal tarea de los organismos conductores de la Iglesia deberá ser la formación de estas comunidades. Formación en el doble sentido del término, tanto de constitución o conformación, como de instrucción y educación. En el día de hoy, estas comunidades adultas deben ser gobernadas en forma democrática. Ello implica el fin de los seminarios actuales como sistema de formación del clero, tema que sólo menciono en esta página.

Respecto del plano institucional creo que debería primar el siguiente criterio. En todas las instancias de funcionamiento y de toma de decisiones, debería existir un consejo representativo de la comunidad: laicos y ministros (hoy sacerdotes); en capillas, parroquias, diócesis, iglesias nacionales, Iglesia Universal. En sus distintos niveles, estos consejos ejercerían el poder para nombrar a los encargados de las diversas funciones, y también de cesarlos cuando sea conveniente; y deberían establecer mecanismos de control y rendición de cuentas. El actual Derecho Canónico no tendría validez.

El tema de la elección de la persona para ocupar un cargo debería separarse de la transmisión de un ministerio sacramental. Al tratarse de un sacerdote, éste una vez elegido por la comunidad, debería recibir la unción de un obispo, lo que llamamos una ordenación sacerdotal. Al tratarse de un obispo, éste debería recibir la imposición de las manos de parte de otro obispo en ejercicio, como señal de la sucesión apostólica. No existiría un sacerdocio para siempre, es decir, no sería un sacramento que imprime carácter. La ordenación sacerdotal o consagración episcopal debería tener vigencia para el período de ocupación de un cargo de naturaleza sacramental. Una vez terminada la función, la persona debería volver a la comunidad como un miembro más.

En lo que dice relación con el ejercicio del poder y la administración interna, la Iglesia puede evolucionar hacia una modalidad democrática. Ello corresponde mejor a la mentalidad actual y se solucionarían graves problemas de hoy. En el plano del gobierno, destacaría tres rasgos que harían una Iglesia más conforme al Evangelio: el celo por la unidad (que sean uno); la búsqueda de fraternidad entre hermanos iguales; y el compromiso con los más pobres.

Un gran problema que la Iglesia debe abordar: Jesús no ordenó sacerdotes. En su lugar, envió pastores para cuidar y guiar su rebaño. ¿Qué papel tendrá lo cultual en una Iglesia más acorde con el espíritu de Jesús?

Andrés Opazo


EL PATRIMONIO DEL ALMA

Un día que pensé que estaba triste le dije a mi Alma que nos regalábamos una semana, solas las dos, para instalarnos en un espacio amoroso donde pudiera expresar todo lo que no hubiera podido expresar.

Como el tema era la tristeza, le propuse un listado de circunstancias donde, me parecía, que había tenido pérdidas importantes para mí. No era muy largo, pero empezaba con la venta de nuestra casa - parcela de la infancia y terminaba con mi departamento - templo que me veía obligada a vender.

.... no sabía si mi Alma me hablaría... pero esperé llena de Amor para acogerla.

De repente me vi recorriendo rincones de la parcela que nunca más había recordado. Me vi observando los hongos blancos de unos troncos que me daban miedo, pero siempre volvía a mirarlos como aprendiendo a relacionarme con el miedo. Luego me vi bajo un manzano que tenía una ramita que yo encontraba especial para columpiarse colgada de mis manos... pero no la alcanzaba, y fui saltando hasta que la alcancé y me pude columpiar. Y supe que fueron mis primeros desafíos y sueños cumplidos. Por primera vez tomé conciencia de todos los hermosos detalles de nuestra casa, proyectada por mi papá. Hoy sé que para lograr eso se requiere un cariño enorme por lo que estaba haciendo, del mismo modo fui capaz de apreciar el precioso jardín que había armado mi mamá alrededor de esa casa.... fui criada y crecí en un entorno de profundo cariño.


Así recorrí muchos rincones y sensaciones que me mostraron que todo lo que amé de esa casa y creí haber perdido, hoy habita en mí y en quien soy.
Que la forma en que abordo la vida está plena de ese cariño, que soy capaz de convivir con el miedo y traspasarlo, que ya sé de donde viene mi adicción por los sueños y mi amistad con los desafíos.

Mi Alma me dijo entonces,
  “....no hay pérdida,
                         sólo hay ganancia,
porque lo que creías perdido ha pasado a ser nuestro Patrimonio.

Paola Zaccarelli


IDENTIDAD POSTERGADA
Comienzo por el final. Una imagen de un niño muy pequeño, de un año quizá, sujetándose de un tubo con una llave. Es una fotografía en un jardín. Al lado izquierdo y abajo de la imagen hay una sombra. Él, de grande, muchos años después,  diría que corresponde a su madre. En una segunda foto, el niño está de frente, mirando a la cámara. Y al costado izquierdo se ve la sombra de su padre.  Dice él. Y en una tercera foto de la secuencia y explicación, el niño sonriente, despreocupado, como si quisiera caminar. Observa que a la izquierda de la imagen está casi con medio cuerpo su madre. No se le ve el rostro, pero es claramente una mujer. Y abajo, a la izquierda, muy pequeña, la sombre de su padre. Esta breve, simbólica y potente secuencia es el término de un documental de una hora y veinticuatro minutos. Es la única foto en la que aparecemos los tres. Hijo, madre y padre, aunque sea en sombra. Así lo relata el cineasta y director de la película. Es la composición de una familia que se quebró violentamente. Los padres fueron asesinados. El quedó huérfano y sin identidad. Lo llevarían primero a Paris y luego a los tres años, con el hermano mayor de su padre se iría a Caracas. Allí estudió, creció y se formó.

Jamás había visto un documental a través del sitio de esta radio. Había escuchado una o dos entrevistas de realizadores de otros documentales, pero por tiempo e interés nunca me había detenido. Esta vez ocurrió algo especial. El banner de promoción se puso en primer plano cuando abrí la página para sintonizar el programa de deportes mientras almorzaba. Era imposible no verlo, como lo fue la presentación del documental con un nombre que me pareció evocador.

Hace ya muchos años conocí a un realizador de comerciales para televisión con el mismo apellido. No tengo recuerdos de haber hecho alguno con él. Era chileno, de los pocos que conocí durante mi estadía en Caracas. Eran los años ochenta cuando ese país se transformaba en un destino para muchos latinoamericanos, atraídos por la abundancia petrolera, un clima atractivo y una gente cálida, alegre y acogedora. Primero habían sido españoles de diferentes regiones, particularmente de las Islas Canarias, que habían emigrado a Venezuela. Pero también los había vascos, gallegos, andaluces y catalanes. De toda España, con el sabor de sus comidas y el murmullo permanente de sus tabernas y restoranes. Y también portugueses, particularmente de Madeira e italianos de toda condición. Todos gente emprendedora y creativa, dispuestos e echar raíces y compartir una amplia geografía y todas las oportunidades que brindaba un país en expansión.

Aquel realizador chileno de comerciales de televisión con el cual, trato de recordar, debemos haber cotizado propuestas para  alguno de los clientes de nuestra agencia de publicidad, aparecía en este documental. El joven de aquellos años, con su abundante pelo negro ensortijado y su bigote con forma de techo a dos aguas, luego transformado ya en un hombre mayor, encanecido, recordando, emocionándose. Él era quien había recibido al pequeñito en Paris y luego se había trasladado a Caracas. El realizador-director del documental, Alvaro, era y es su sobrino.

Cuenta Alvaro que de niño jugaba con sus pares a intercambiar a sus papás. Y el siempre “prestaba” a su tío Pablo como su padre. Era su único referente. 

De grande Alvaro regresa a Chile. Es historiador y viene a reconstruir su propia historia, a conocer al país por el cual sus padres se habían jugado la vida. Pudo, por fin tener su propia identidad. Usar sus dos apellidos. Ser reconocido.

Las primeras imágenes del documental dan cuenta de una o más ventanas difusas, pero de una en particular. Recurrente para el realizador. Es el recuerdo cuando era un pequeñito de no más de un año y medio. Corresponde a la ventana del segundo piso del jardín infantil. Se lo certifica una de las educadoras de aquel entonces, en el mismo lugar de una casona ya en demolición en la calle Andacollo, en la comuna de Providencia. Veo las imágenes y reconozco allí un edificio nuevo al cual fuimos varias veces porque vendíamos uno de sus departamentos. Otra coincidencia.  Sus padres habían sido asesinados a media cuadra.

Alvaro recorre lugares, testimonios, colores, formas y aromas, en Paris, Caracas y Santiago para estructurar y comprender la historia de sus padres y la suya. Reconoce que quizá los ideales que les impulsaron no tengan correspondencia con el Chile actual, tan ajeno y desenfrenado.

El documental tiene sosiego e intimidad. Me deja la sensación de haber sido trabajado en paz. Es fuerte, muy fuerte todo lo que se recuerda. Todo lo que se dice. Todo lo que se intuye. Es la reconstrucción del pasado. Es el aprendizaje de la historia. Una historia para conversar, para entender, para respetarse, para comprender las diferencias.  Así, más menos lo verbaliza Alvaro de la Barra, cuando comenta sobre su documental “Vienen a Buscarme.”

Rodrigo Silva



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