¿QUÉ CAMINOS TOMARÁ LA IGLESIA?


¿Qué hacer? Se lo pregunta Andrés Opazo en la entrega de esta semana. Qué hacer ante la realidad de la iglesia actual. El tema se debate en diferentes instancias. Recorre a nuestra sociedad. Sostiene que hay quienes le dan forma a la iglesia que soñamos. Y cita la experiencia del sacerdote Mariano Puga y la monja Nelly León, a través de dos entrevistas esclarecedoras sobre su quehacer y su búsqueda. Andrés concluye sosteniendo que “seguimos interrogándonos y no renunciamos a la utopía de las bienaventuranzas: felices los pobres, los que lloran, los compasivos, los que buscan la paz. Y seguimos resistiendo a la tentación del acomodo ante lo imposible, no dejando el Evangelio sólo para los santos o los iluminados. No tenemos otra vía que la de escuchar lo que nos puede decir el Espíritu.”


Por su parte, Rodrigo Silva aborda en parte el mismo tema, desde su experiencia de vida. Reconoce a quienes desarrollan en sus comunidades el mensaje de Jesús y critica la soberbia y el abuso, como no podría ser de otra manera. Ambas reflexiones apuntan a una conversación de fondo que toca a los cristianos, católicos y creyentes.

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¿QUÉ HACER?

Existen en la actualidad muchas iniciativas grupales autoconvocadas que se interrogan sobre el presente y el futuro de la Iglesia. Fui invitado a una de ellas a la que gustoso asistí. Tenía lugar en un colegio católico del sector alto de la ciudad y los participantes eran principalmente personas ligadas a ese colegio. Las inquietudes eran variadas: jóvenes formados en colegios católicos que ya no creen en Dios, o no les interesa el tema; muchos no se casan, ni menos por la Iglesia. ¿Cómo repensar nuestra pastoral? Pero la temática fue centrándose en la crisis de la Iglesia, el clericalismo, los abusos sexuales y de conciencia… Se habló con rabia. ¿Qué hacen los obispos, las autoridades? No existen pronunciamientos, actitudes o palabras que reflejen un cambio… Todo sigue igual. Y nosotros ¿qué hacemos? Se sabe de la lucha de agrupaciones de laicos, de su rebeldía ante el clericalismo, pero ¿qué puede cambiar? ¿Cómo podemos sumarnos nosotros?

Rondándome por la mente inquietudes similares, cayeron en mis manos dos entrevistas: una realizada al padre Mariano Puga en la revista Mensaje de agosto pasado; la otra a la capellana de la cárcel, la monja Nelly León, en el diario La Tercera del domingo 6 de octubre. En ambos casos se respiraba evangelio. Un cura y una monja mostraban con su vida y su trabajo que la Iglesia que soñamos ya existe, aunque pequeña como un grano de mostaza. No todo está perdido

Muchas veces hemos escuchado decir, y lo repetimos, que el cambio que la Iglesia necesita comienza con el retorno al evangelio y a Jesús. Allí constatamos que Jesús nunca se enredó en cuestiones propias de la religión de su tiempo, ni pretendió reformarla, ni fundar una nueva. Jesús trascendió el ámbito de las religiones para instalarse en el campo de la vida humana, de las alegrías y sufrimientos de la gente. Fijó su mirada y su corazón en los últimos, los más abandonados de su tiempo, los campesinos de la despreciada región de Galilea; recorrió sus pequeñas aldeas, sanando a los enfermos y anunciando la llegada del Reino de Dios. Y con éste, la recuperación de la dignidad y de la hermandad perdida; somos hijos amados del mismo Padre. El Dios al que se dirige como Padre, impregna el acontecer humano, invita a la felicidad y ofrece la paz. Así lo ha entendido el Papa Francisco que pide una “Iglesia en salida”, descentrada de sí misma y volcada al mundo, a los últimos de nuestras sociedades, una Iglesia pobre entre los pobres. He aquí, quizás, una pista para pensar en su renovación: ¿qué y cómo debemos ser y actuar? Una pregunta incómoda pero ineludible si posamos la mirada en Jesús.

Los evangelios sinópticos comienzan relatando una secuencia con tres episodios: (1) la aparición del precursor Juan Bautista, quien llama a la penitencia y a la conversión ante el inminente juicio y castigo de Dios; y reconoce en Jesús al Mesías que ha de venir. (2) Al ser bautizado Jesús, se escucha la voz del Padre que dice: éste es mi hijo amado en quien me complazco; es a éste al que seguir. (3) El Espíritu lo lleva al desierto donde es tentado por Satanás.

Las tres respuestas de Jesús al demonio muestran rasgos fundamentales de su misión. Primero, él no está atado por las necesidades materiales; “no sólo de pan vive el hombre”, tampoco basta el dinero. Luego Satanás le ofrece todo el poder del mundo; Jesús ya conoce la atracción de los ídolos: sólo a tu Dios adorarás. En tercer lugar, le ofrece el camino del prestigio y la seducción de quien desciende de lo alto, desde la cúspide del templo; el camino de Jesús es otro, viene desde abajo, no busca el éxito mundano, ni la compañía de los poderosos.

Superadas las tentaciones-, nos cuenta el evangelio de Lucas-, Jesús regresa a su pueblo, donde su gente, para revelar allí la clave de su misión. “El Espíritu del Señor está en mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación de los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos, y proclamar un año de gracia del Señor”. (Lucas IV, 18-19) Es la misma misión de la Iglesia y de cada uno de los cristianos.

Mariano Puga relata en su entrevista que decidió trabajar como obrero para incorporarse a ese mundo y compartir su situación. Confiesa que es allí donde conoció el verdadero rostro de Cristo. Cuenta que un compañero marxista le dijo al verlo regresar de la tortura en Villa Grimaldi: Cuando lleves unos quince años trabajando, que te exploten y que luches en las organizaciones, ahí vas a poder hablar algo de ese tal Jesús del que ustedes se llenan la boca, pero no lo conocen pa’na’, y nosotros, los luchadores ateos, sí lo conocemos. Mariano se acerca al final de sus días, y ahora puede decir: Gracias pueblo, porque me hiciste lo que soy. Gracias Cristo que, a través de los pobres me hiciste lo que soy.

Por su parte, la monja Nelly León ha optado por el trabajo silencioso en la cárcel, en donde recibe las confidencias de las presas y comparte con ellas en plena confianza. Dice haber hecho una opción preferencial por el mundo del dolor, del sufrimiento, del pecado… Cree firmemente que no se puede hablar de Dios dando la espalda a su experiencia de humillación y derrota. “Una mujer no va a reconocer la experiencia de Dios porque yo le hable de Dios. Más que hablarles, las escucho, para que puedan sacar sus dolores, sanar sus heridas. Esta monja dice alejarse, pues, del camino de sus hermanas evangélicas que predican: arrepiéntete, conviértete, saca al demonio de ti…

Muchos de nosotros, los que no habitamos el mundo de los pobres y últimos de la sociedad, deseamos seguir a Jesús según los evangelios, y que toda la Iglesia renazca desde su raíz. Nuestra experiencia e inserción en la sociedad no es la de Mariano Puga y Nelly León. Pero sigue vigente la pregunta ¿qué hacer? Seguimos interrogándonos y no renunciamos a la utopía de las bienaventuranzas: felices los pobres, los que lloran, los compasivos, los que buscan la paz. Y seguimos resistiendo a la tentación del acomodo ante lo imposible, no dejando el Evangelio sólo para a los santos o los iluminados. No tenemos otra vía que la de escuchar lo que nos puede decir el Espíritu.

Andrés Opazo

MÁS ALLÁ DE LA ESTRUCTURA

¿Qué significa la iglesia para ti?  En nuestra comunidad hemos conversado bastante sobre la significación que tiene la iglesia para cada uno de nosotros. Y hay posturas disímiles producto de una larga experiencia de vida. Es natural. Por eso quisiera compartir con ustedes algunas ideas muy concretas de un “joven” de sesenta y siete años.

Uno, separar la jerarquía de la iglesia de aquellos religiosos y religiosas que dedican su vida al servicio a los demás, en parroquias, cárceles, hospitales y todo tipo de organizaciones comunitarias. Personas que viven la verdadera realidad, entendiendo por verdadera, la de hombres y mujeres que pertenecen a los sectores más desprotegidos de la sociedad. Que están en condiciones más duras. Que deben ir a los consultorios a “hacer vida social” obligada a muy tempranas hora de la mañana. Que viajan tres y cuatro horas diarias para ir y regresar de tu trabajo. De madres que hacen proezas para atender a sus hijos, trabajar, preparar comidas, lavar, planchar, preocuparse las tareas y hacer milagros para que el dinero alcance. Y en una gran mayoría de casos, sin esposos. Siendo madres y padres a la vez. Religiosos que conviven con esa realidad, son aporte y soporte en sus comunidades. Son parte de ellas. Son personas admirables, que quizá tengan los mismos defectos que cualquiera de nosotros. Pero no hacen alarde de santidad ni se creen dioses. Comparten la fe y llevan el mensaje de Jesús como parte de su vida. Esto es iglesia y me interpreta.

Me parece que el mensaje de Jesús es amor. Eso es preocupación, ayuda, atención, escucha, soporte. Eso es servicio. No es puntaje para la salvación. Es vivir el evangelio en plenitud. No es dar el rodeo al caído y seguir el camino. Sino  tomarlo y llevarlo a la posada. Curar sus heridas. Es hacerse cargo y compartir la realidad. Ayer, por ejemplo, en la sala contigua a la de ensayo del coro de la parroquia, un grupo de personas preparaba alimentos y bebidas calientes para llevarle a quienes viven en la calle, focalizados en lugares específicos. Eso es una acción de amor y preocupación. Esto es iglesia y me interpreta porque Jesús es amor, es solidaridad y misericordia.

Nosotros cantamos. Yo canto en un coro de Parroquia y canto en un conjunto de música religiosa. En ambas instancias somos partícipes de la oración. Y lo hacemos con regocijo y emoción, como nos ocurrió el pasado miércoles en la misa de 19:30 en una parroquia de Las Condes. Recibida la bendición del sacerdote, la asamblea escuchó de pie y participó con máxima atención mientras interpretábamos el tema “Madre de los cansados”, la canción de salida. Los asistentes aplaudieron. El cura se acercó y nos bendijo. Salimos emocionados esa tarde. Esto es iglesia y me interpreta.

Me siento cómodo en el templo. En ese espacio que está asociado a la presencia de Dios, aunque esté en todas partes. Pero me gustan las capillas, las parroquias y las iglesias, aunque las preferiría sencillas y no monumentos de la opulencia. Prefiero la sencillez de la capilla del Monasterio de Los Benedictinos. Esto es iglesia y me interpreta el espacio, no la opulencia, símbolo de un poder desmesurado.

No me siento interpretado por el discurso arrogante y moralizador de algunos de los miembros de la jerarquía de la iglesia. Aquí y fuera de aquí. No puedo coincidir con la soberbia de quienes se sienten dueños de la verdad y de la vida y descalifican en nombre de Dios y juzgan en su nombre. En nombre de Dios abusan. Y tienen doble discurso. Dicen una cosa y hacen otra. Y la gente, el “pueblo de Dios” ya no les cree. A muchos, no a todos. Afortunadamente en marzo de 2013 llegó un hombre con nuevos aires, desde Buenos Aires. Su mensaje es provocador y desestabiliza a muchos. Nos dijo que los cambios serían lentos que habría que tener paciencia. Y es verdad.  Pero entiendo que la conversación interna en la iglesia, en la jerarquía, en la curia romana, ha de ser muy dura. Despiadada quizá porque este Papa ha sido muy frontal. Ha pedido que los curas, en cualquier posición, sean servidores. Que salgan de sus templos y comodidades y vuelvan a las comunidades. En ese mensaje creo. Las resistencias las entiendo, porque desestabilizan el poder, pero me preocupan. ¿Será capaz este Papa de encaminar los cambios que permitan un giro en la iglesia, para superar el descrédito? Ojalá. Espero que así sea.

Me siento iglesia. Voy a misa los domingos, no por obligación,  sino porque es una necesidad.  Y de pronto el cura me latea porque encuentro que no aterriza el Evangelio, que no siempre lo conecta con nuestra vida diaria. Pero es su estilo. Quizá nunca lo haga como me gustaría.

Detesto los abusos, En todo ámbito. Desde el vivo que se come la fila de autos para llegar al final y cruzarse, hasta el cura que se cree Dios. Trato de convencerme que la iglesia cambiará. Que habrá remezón en su interior. No creo que se caerá a pedazos y vendrá otra. Quizá yo contribuyo a una nueva forma de relación al interior de la iglesia. Pueda que sea poco, pero todos tenemos una responsabilidad. Lo intento.

Rodrigo Silva



Comentarios

  1. Muy bien, y entonces a lo concreto como ser lo que busca el Comité Central de Católicos Alemanes:

    https://www.aciprensa.com/noticias/polemico-grupo-laico-y-no-el-vaticano-revisara-plan-del-proceso-sinodal-en-alemania-20450

    y obsérvese lo tendencioso del título, como si lo verdaderamente polémico no fuera la persistencia de la clericracia en la Iglesia Romana.

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