SIGNOS DE NUEVOS TIEMPOS

Un gran abrazo fraterno de reencuentro, post vacaciones para algunos, post verano para todos. Bienvenidos a compartir y conversar nuestras reflexiones.

Un gran cuestionamiento al modelo de desarrollo de Chile expresa Andrés Opazo. Cuestiona la forma y el fondo y sostiene que “el trabajo y la producción de riqueza material ya no es la única ni la principal vía de realización personal”. En última instancia, dice Andrés, atrapados por el actual modelo económico, nos planteamos la pregunta por el sentido: ¿por qué y para qué todo esto? ¿Puede ser la vida diferente? Eminentes economistas han decidido repensar la economía, retornar a sus inicios como preocupación humana: una ciencia no sólo de los medios sino principalmente de los fines. Ojalá llegásemos a este punto en el debate sobre una nueva Constitución.  

Por su parte, Rodrigo Silva comenta la experiencia del último domingo en una Misa del Colegio San Ignacio El Bosque en Santiago. Un llamado a la presencia sacerdotal de la mujer en la iglesia. Esa fue la exhortación del cura, en medio de la celebración del Día Internacional de la Mujer. El propio Papa ha recalcado en su trascendencia, pero hasta ahora no parecen haber signos concretos. ¿Cuándo llegará el momento de incorporar en plenitud la sensibilidad femenina?

SI EMPEZÁRAMOS A CONVERSAR …

En la hora actual de Chile, justamente cuando se plantea la necesidad de diálogo, se hace muy difícil conversar. Siento que entre amigos y familiares se evitan los temas realmente importantes, miramos pal techo y renunciamos a la comunicación. Se supone que el tema político distancia y divide. Pero cuando uno cree que lo que está en juego es el Bien Común, la vida y la dignidad de millones, se instala un conflicto en uno que lo fuerza a optar. Y hoy es el momento de las opciones. Esto vale para todo aquel que se deja tocar por una convicción moral. Pero en especial, me parece, para un cristiano que trata de inspirarse en el legado de Jesús, de amor universal y de preferencia por los abandonados y despreciados de este mundo. Ojalá pudiésemos encontrar el momento y el tono para conversar y respetarnos.

Quisiera comenzar refiriéndome aquí al severo bloqueo ideológico que veo en mi eventual interlocutor de derecha. Ciertamente, él podría hacer otro tanto conmigo. Sería fantástico, ya estaríamos conversando, y quizás podríamos llegar a la cuestión de fondo: la pregunta por el sentido. Este es el plano en que, en última instancia, se sitúa nuestro debate.

La ideología hoy reinante se sustenta en una concepción de la vida y del hombre que valora el individuo, su libertad, y que coloca en lo económico lo definitivamente importante para la realización humana: riqueza material, alto ingreso, propiedades, buena vida, pertenencia a una élite exclusiva y excluyente. Aquí reside el éxito. A escala nacional, el equivalente es el crecimiento económico, un principio sagrado. El capital (dinero acumulado) preside el proceso de creación de riqueza; fluye y se multiplica en un mercado libre, ajeno a la intervención del Estado, salvo para reprimir la revuelta o como hospital de campaña para auxiliar a los caídos. La política neoliberal consiste, pues, en la opción por un mercado puro, es decir, libre de escrúpulos sociales (así es la economía). Se pudo aplicar en Chile sólo en condiciones de dictadura, una vez aniquilada toda oposición. Luego se expandió la idea de que eso era lo normal o natural, es decir, se convirtió en ideología. Pensar en otra cosa es pura ilusión o engañosa autodestrucción (el estigma de Chilezuela).

Las AFP: un caso emblemático de neoliberalismo. Miles de millones de dólares de imposición obligatoria, en teoría propiedad de los trabajadores, salen al mercado para ser captado por las empresas de mayor poderío. El grupo Luksic recibe más de 7 mil millones de dólares por 8 empresas. (Fundación Sol). Bien valdría entonces la pregunta: ¿podría orientarse ese fondo de incesante crecimiento y de supuesta propiedad de los trabajadores, hacia una inversión pública? Sin merma de las pensiones de los trabajadores, hoy tendríamos modernos ferrocarriles, buenas carreteras, peajes razonables, puertos, vivienda social, hospitales, colegios… Seríamos un país desarrollado. ¡OJO! Nunca lo seremos por la sola acción del capital privado, volátil y siempre dispuesto a emigrar si las condiciones son más favorables. Sobran las evidencias.

El exministro de economía del actual gobierno, José Ramón Valente, (La Tercera, 9 febrero 2020) se muestra sorprendido por el estallido social de octubre. No se lo explica, dado que al país le estaba yendo muy bien. Algunos pensaron incluso en una mano negra operada desde el extranjero. Según él, el modelo económico funciona a la perfección: grandes beneficios para todos, crecen los salarios, se reduce la pobreza y la desigualdad, aumenta el bienestar material, se amplía el acceso a la educación, los campamentos antes habitados por 4 millones, hoy los componen 100.000 personas. Pero lo que Valente ignora son otras cifras por todos conocidas sobre la extrema desigualdad social en Chile. A modo de ejemplo: más de la mitad de los chilenos gana menos de $ 400.000, mientras un sueldo “reguleque” asciende a $ 4.000.000, y poco se habla de los sueldos realmente altos; y si miramos a las pensiones, el 58% están debajo de la línea de la pobreza, y el 94% son inferiores al salario mínimo; y respecto de la distribución de la riqueza del país, el 50% de los hogares de menor ingreso captan sólo el 2,1% de esa riqueza, mientras el 1% más rico se queda con el 26,5% del total.

El exministro las emprende contra otros que no rechazan la violencia destructiva. Pero no sospecha que, detrás de ella, puede haber una violencia estructural, como la llamaron los obispos latinoamericanos en Medellín (1968). Allí se puede estar generando una gran rabia acumulada. Se suele decir que hay que rechazar la violencia “venga de donde venga”; así uno queda bien con todos, sin atreverse a pensar y discernir. Creo que el vandalismo es delincuencia pura, nada lo justifica; sólo revela incapacidad del Estado para resguardar el orden público. Otra cosa ocurre cuando se desencadena una desobediencia civil, como hoy en Chile. Contra ella nada puede la represión o violencia legítima; sólo sirve la negociación en torno a la demanda ciudadana. A fin de cuentas, centrarse en la temática de la violencia implica desviar la atención de lo esencial. De nada sirve romper vestiduras, clamar al cielo y propagar el miedo.

Otro botón de muestra de confusión ideológica. Valente es contundente: “insistir en establecer un Estado de Bienestar sin contar con los ingresos necesarios, es irresponsable”. Pero ¿cuándo podría estimarse que ya se tienen los ingresos necesarios? ¿Creerá realmente el exministro que llegará el día en que los verdaderamente ricos de Chile se digan a sí mismos: “muchachos, ya hemos ganado bastante, llegó la hora de distribuir”? Eso nunca será posible, pues el capital, en cuanto tal, no conoce otra cosa que multiplicarse; y ello no es pura codicia, como piensa una crítica moralista; es la lógica propia del sistema capitalista. Las evidencias históricas muestran, pese a Valente, que el capital puede ser gobernado. Sólo cuando se llega a acordar un pacto social producto del debate ciudadano, se puede dar un salto definitivo al desarrollo socioeconómico. Los países del norte de Europa lograron lo que no pudo el comunismo; prefirieron conformar un único país para todos. La verdad es que la política (la construcción bien “común”) gobierna la economía, no al revés.

El mundo, no sólo Chile, ya no soporta la abrumadora desigualdad ni el privilegio de unos pocos países “desarrollados”. La devastación de la naturaleza, provocada por una voracidad del capital amenaza la supervivencia de nuestro planeta Tierra. Se pierde la confianza en dirigentes e instituciones. Pero ya se aprecia la aparición de brotes de algo emergente. Llama la atención que, en la misma lucha contra la injusticia neoliberal, se percibe una disposición de ánimo particular: las marchas son actividades festivas, participativas, creativas; los numerosos cabildos y convocatorias espontáneas al diálogo ciudadano son signo de que algo nuevo está ocurriendo. Abundan los que desean conversar, ajenos y hasta hastiados de rutinas insatisfactorias, de competencia generalizada, materialismo ramplón y cortedad de miras, de la lucha cotidiana para apenas sobrevivir. Posiblemente esté surgiendo un paradigma de vida nuevo, una nueva era.

Existen señales de cuestionamiento existencial, tanto en Chile como en el mundo. El trabajo y la producción de riqueza material ya no es la única ni la principal vía de realización personal; están los amigos, los vecinos, la participación, la belleza, la poesía, la música, la creatividad, el tiempo libre. La naturaleza ya no es sólo un “recurso”; más vale contemplarla y sentirse parte de ella. Quizás en algunas experiencias vayan perdiendo vigencia los supuestos antropológicos del sistema: el hombre para la economía, y yo a lo mío. Este nuevo talante se aprecia especialmente en la juventud que no desea repetir nuestros vacíos. Quizás estamos despertando a nuevos valores: buenas relaciones con el otro, los afectos, la compañía, la comunicación.

En última instancia, atrapados por el actual modelo económico, nos planteamos la pregunta por el sentido: ¿por qué y para qué todo esto? ¿Puede ser la vida diferente? Eminentes economistas han decidido repensar la economía, retornar a sus inicios como preocupación humana: una ciencia no sólo de los medios sino principalmente de los fines. Ojalá llegásemos a este punto en el debate sobre una nueva Constitución.  

Andrés Opazo

“ME DA VERGÜENZA”

Soy un privilegiado por muchas razones. Una de ellas escribir y compartir con ustedes. Y otras como tener hijos, nietos y buena salud, hasta ahora. Además, ser autovalente. Y tantas otras. En medio de estos privilegios puedo escoger dónde ir a misa los domingos. Lo hago porque ese espacio, ese encuentro de comunidad me nutre y me enriquece.

Descubrí hace un tiempo que no es el templo lo que me emociona, aunque también lo es, sino el espíritu que nos acoge e ilumina.

Ocurrió el domingo reciente en el bosque del Colegio San Ignacio de Santiago. La misa está prevista a las 11:30 del domingo. Recorremos los pasillos al aire libre, en esos espacios que durante la semana combinan la algarabía de cientos de niños y jóvenes con el deseo de sus formadores para que descubran el sentido de una vida permanente.

La disposición de las sillas rojas habla de informalidad pero también de estructura. En un amplio semicírculo frente a un altar sencillo a pleno sol, a unos cuantos metros de los árboles que cobijan a decenas de personas. Pareciera que el sol se trasladara lentamente. Y lo que en unos era sombra deja de serlo. Por eso el sacerdote lo dice con claridad. Pueden buscar su sombra, con toda libertad, para que estén cómodos, para que compartamos sin esa interferencia, quizá fue lo que quiso decir. Para que estuviéramos todos atentos, no a él, sino al conjunto de la comunidad. Para que hiciéramos de la misa un espacio y un tiempo de unidad y de encuentro.

Es domingo 8 de marzo. En Santiago y en paralelo en otras ciudades del país, miles de mujeres se aprestan a manifestar y recorrer la Alameda en dirección al poniente, de cordillera a mar. Lo hacen porque sienten que es preciso expresar su dignidad y exigir respeto por sus derechos. Sienten que por años han sido vulneradas y castigadas. Demandan trato igualitario en todos los ámbitos de la vida.

La misa comienza con un reconocimiento a las mujeres. A las madres, a las abuelas, a las hijas. A todas quienes por su género siguen buscando tratos y espacios de igualdad. En silencio y a petición expresa del sacerdote reconocemos esas palabras, esos deseos y ese clamor. El momento del perdón. Lecturas, salmo y proclamación del Evangelio. El sacerdote cede sus espacios. Reconoce que la Asamblea tiene el protagonismo, que él acompaña y facilita, pero que a la vez convoca y une. Quienes leen se paran de sus sillas debajo de los árboles y comparten con la Asamblea multicolor en ese espacio de tranquilidad y silencio. Las voces surgen, quizá los curiosos buscan los rostros de donde de emiten. Otros solo escuchamos.  La proclamación del Evangelio la hace una mujer. Es la transfiguración. Un mensaje de libertad diría el sacerdote en su homilía. De máxima alegría y autenticidad.

 Pero lo primero, al comenzar su prédica sería diferente e impactante. Me da vergüenza que no haya mujeres ejerciendo el sacerdocio. Dijo eso o algo muy semejante. Sobre todo en esta época. Sobre todo en el simbolismo de ese 8 de marzo, en este Chile en ebullición. Las mujeres ejerciendo sus derechos, clamando por ellos y en la iglesia hermosas palabras, buenas intenciones, pero relegadas a un plano secundario.

El Papa ha dicho que “el lugar de la mujer en la Iglesia no es solamente para la funcionalidad”.
“El papel de la mujer en la organización eclesial, en la Iglesia, va más allá, y debemos trabajar sobre este más allá, porque la mujer es la imagen de la Iglesia madre, porque la Iglesia es mujer… La Iglesia es capaz de llevar adelante esta realidad y la mujer tiene otra función. No debe tener un trabajo funcional”. La pregunta es cuándo será el más allá. ¿Cuándo vendrá su momento?

El Papa lo ha reiterado muchas veces:

“La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones”, Evangelii Gaudium, n.103.

“Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente”, Evangelii Gaudium, n.104.

"En el curso de estos últimos decenios, junto a otras transformaciones culturales y sociales, también la identidad y el papel de la mujer, en la familia, en la sociedad y en la Iglesia, ha conocido notables cambios y, en general, la participación y la responsabilidad de las mujeres ha ido creciendo.”, Discurso del Santo Padre Francisco a las participantes en el Congreso Nacional del Centro Italiano femenino, 25 de enero de 2014.

“El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales”, Evangelii Gaudium, n.103.

"La Virgen María era más importante que los Apóstoles, los obispos, los diáconos y los sacerdotes. La mujer, en la Iglesia, es más importante que los obispos y los sacerdotes; el cómo es lo que debemos intentar explicitar mejor”, Conferencia de Prensa del Santo Padre Francisco durante el vuelo de regreso a Roma, 28 de julio de 2013. 

“La Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que ésta desempeña. La mujer es imprescindible para la Iglesia”. Entrevista al Papa Francisco, 19 de agosto de 2013

Por todas estas y quizá por otras razones más, el sacerdote jesuita expresó su vergüenza este domingo 8 de marzo, en medio de los árboles del bosque.

Rodrigo Silva 

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